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Rafael Baldayac

Altice

Mohammed Atte, fue uno de los 19 terroristas suicidas miembro de la red Al-Qaida, que estrelló uno los aviones en las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Años antes de su inmolación este musulmán dejo escrito su testamento, el 11 de abril de 1996, para que se cumpliera al pie de la letra.

Lo que más llama la atención son dos puntos referente a las mujeres: “No quiero que me despidan mujeres embarazadas ni personas impuras. Lo rechazo. Y a mi muerte, que ninguna mujer pida perdón por mí”.

Fíjense que dentro de la religión Islámica las mujeres no juegan ningún papel importante. Dentro de esa cultura un hombre vale el equivalente a dos mujeres; y aún en nuestra cultura occidental, para algunos las mujeres solo son objetos de diversión sexual.  Y entre los judíos existía un dicho que rezaba así “Gracias Dios porque no me hiciste perro, ni mujer”.

En 1975 las Naciones Unidas estableció el día 8 de marzo como el “DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER”. En esta fecha se recuerda un 8 de marzo de 1908, cuando decenas de trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York murieron calcinadas después de encerrarse para reivindicar mejores condiciones laborales.

Es una de las múltiples injusticias que las mujeres han vivido a lo largo de la historia de la humanidad.

Tampoco entre los religiosos se ha detenido esta horrenda manera de tratar a las mujeres, si bien no llega a esos niveles si existe una manera muy sutil de maltratarla por ser mujeres.

En la Biblia podemos ver que Cristo trato de manera diferente a las mujeres; su ejemplo está muy lejos de estas manifestaciones de soberbia y odio hacia las mujeres.

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Un episodio narra que una mujer que hacía doce años estaba enferma de flujo de sangre buscó de manera persistente la sanidad al tocar el manto del Señor Jesús. (Mateo 9:18-26, Lucas 13:10-17). Esta mujer había gastado todo lo que tenía en médicos y charlatanes que abusando de su condición de enfermedad y de ser mujer la empobrecieron hasta hacerla una mendiga que buscaba la sanidad por las calles.

Pero llego el día tan anhelado en el que Jesús pasó a su lado y esta mujer impura lo toca e inmediatamente el Señor se percata de que poder ha salido de Él y busca quién le ha tocado.

La mujer estaba temerosa; pues se decía que las mujeres de su tipo eran impuras y nadie podía tocarlas debido a su impureza. Sin embargo  la reacción del Señor es contraria a lo establecido por los hombres religiosos; le dice al verla tan temerosa: “Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado”. El Señor en lugar de reprenderla o rechazarla, le afirma su fe y la recompensa es la sanidad.

En el mundo hay muchas más personas despreciadas de lo que creemos. La samaritana era una de ellas. Incluso hoy, al leer su historia, algunos siguen viéndola como una “cualquiera” sin aprender el mensaje que hay detrás.

Cinco hombres habían despreciado a la mujer de Samaria, porque en aquel momento era solamente el marido el que tenía la facultad de separarse de su esposa: las mujeres “ni existían” para nada. Por si eso fuera poco, ahora la samaritana estaba viviendo con un hombre que ni siquiera quería casarse con ella ¡No quería ni darle su nombre delante de los demás! Todos la conocían y la señalaban. Ella intentaba sobrevivir sin encontrarse con nadie y sin que nadie se burlase de ella.

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Jesús ¡como siempre! Llega al fondo de su corazón y le habla del agua viva. Le explica que es Dios mismo quien puede satisfacer su sed, porque Él no desprecia a nadie.

Él es quien le devuelve la dignidad a la mujer. Jesús le ofrece restauración, sanidad interior, significado, propósito… pero sobre todo le devuelve su dignidad como persona

¡Lo mismo que hace con cada uno de nosotros, sea mujer u hombre,  cuando tenemos UN ENCUENTRO PERSONAL CON JESUCRISTO!

Jesús, es el modelo a seguir, nos muestra en su Palabra como debemos tratar a aquellas que son nuestras compañeras y también enseña a las mujeres a cómo deben esperar ser tratadas por parte de los hombres.

Todo eso porque en la época de Jesús, la sociedad de los hombres desvaloraba a las mujeres. Eran seres sin importancia, hasta se creía que ellas no tenían alma. Las restricciones sociales y religiosas les impedían vivir libre.

Cristo, sin embargo rompió la tradición religiosa prevaleciente, se atreve a dignificar a la mujer. Aunque Jesús no vino a proponer justicia social; si fue un personaje revolucionario.

El favoreció de alguna manera la libertad de las mujeres y restauró su dignidad ante el mundo. Aprendamos esta importante verdad en ocasión de celebrarse mundialmente, el próximo domingo 8 de marzo 2020, el Día Internacional de la Mujer.

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