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La influencia del clima en la salud mental se ha considerado una incógnita hasta no hace demasiado tiempo y muchos expertos negaban este vínculo por pura cautela; preferían callar ante la falta de evidencia científica. Con el paso de los años se ha intensificado la investigación y ahora ya se pueden dar por buenas muchas de las afirmaciones que eran fruto de la sabiduría popular.

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En opinión de Manuel Martín Carrasco, vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, las dificultades que entrañaba la realización de estudios que abordasen la cuestión llevaban a la obtención de “resultados muy erráticos”. Los principales obstáculos son la necesidad de contar con “grupos de población muy numerosos y la gran variabilidad de las condiciones climáticas”.

Sin embargo, según relata el psiquiatra, “a partir de comienzos del siglo XXI se produjo un aumento importante de los estudios sobre el clima, relacionados sobre todo con el cambio climático”. Por otro lado, el concepto de salud integral, que anteriormente recogía los aspectos biológicos, psicológicos y sociales (el modelo biopsicosocial), ha incorporado un aspecto ambiental o ecológico. “Se ha empezado a considerar el entorno como uno de los causantes de la salud en general y de la salud mental en particular”, resume. En definitiva, cada vez es mayor el consenso sobre la existencia “de una asociación entre las circunstancias climáticas y la salud mental”.

Cambios estacionales y estado de ánimo

La influencia de los cambios estacionales en el estado de ánimo es, según el psiquiatra Pablo Pérez Gómez, de la Unidad de Bipolaridad de la Clínica Nuestra Señora de la Paz, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, “un ámbito en el que cada vez hay más evidencia científica”. No obstante, advierte que también “hay todavía mucha investigación por desarrollar”.

El paradigma de este vínculo entre una situación climática concreta y la salud mental sería el denominado trastorno depresivo mayor con patrón estacional, también denominado trastorno afectivo estacional. “En este trastorno aparecen síntomas depresivos con regularidad en una determinada estación del año, principalmente en invierno, aunque en algunas personas pueden surgir en primavera o verano”, explica el psiquiatra de San Juan de Dios. Se cree que el principal factor implicado en este trastorno es la luz solar. “De hecho, un tratamiento eficaz es la fototerapia, en la que se expone al paciente de forma sostenida a una fuente de luz de una determinada intensidad”, añade.

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Por otra parte, en trastorno bipolar se ha observado que el patrón estacional es especialmente frecuente, “pudiendo afectar a una cuarta parte de los pacientes diagnosticados”. En ellos se repite la asociación entre aparición de episodios depresivos en otoño-invierno observada en la población general. En la otra cara de la moneda, se ha apreciado una mayor aparición de episodios de manía e hipomanía (euforia excesiva) en primavera-verano.

Influencia de la luz en los trastornos del estado del ánimo

La luz solar es uno de los factores meteorológicos que más se han relacionado con la enfermedad mental. En este punto, Pérez reconoce que existen “estudios que indican que hay más tendencia a la depresión en latitudes más norteñas y también en zonas más frías y lluviosas dentro de un mismo país”. Sin embargo, puntualiza que, en los estudios epidemiológicos de ámbito europeo “los  países escandinavos no destacan especialmente como los países con más prevalencia de depresión”. Esto se debe a que las condiciones climáticas “son uno más entre los muchos factores sociológicos, poblacionales e institucionales que influyen en el estado de ánimo”.

En otras enfermedades mentales, como la esquizofrenia, no existe un patrón de estacionalidad y relación con la luz tan claro como el observado en los trastornos afectivos, aunque, según Pérez, “sí hay estudios que revelan un aumento de ingresos hospitalarios por recaídas en personas con esquizofrenia en los periodos de temperaturas altas”.

Relación entre calor e ingresos hospitalarios en psiquiatría

El vínculo entre temperaturas elevadas y aumento de las hospitalizaciones se extiende a prácticamente todas las enfermedades mentales. Según un estudio publicado en 2021 en Plos One sobre casi 89.000 ingresos de pacientes por el agravamiento de su patología psiquiátrica entre 1973 y 2017 en un hospital de Berna (Suiza), el riesgo de hospitalización aumentó linealmente en un 4% por cada incremento de 10° C en la temperatura media diaria.

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En general, las temperaturas excesivamente altas “se asocian a un deterioro de la salud tanto física como mental”, confirma Martín, quien señala que no hay más que fijarse en el aumento de la mortalidad tras una ola de calor.

La elevación de la temperatura ambiental se asocia especialmente con una mayor presencia de síntomas de ansiedadestrés, depresión, irritabilidad… “También hay estudios que revelan que las temperaturas altas se relacionan con un aumento de las tasas de suicidio, pero en este caso los resultados están menos consolidados”, apunta el vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. 

El experto matiza que todavía no se conocen bien los mecanismos biológicos implicados en el impacto de las altas temperaturas en los trastornos psiquiátricos. “Algunos estudios apuntan a que las alteraciones en la termorregulación y en la respuesta neurológica al calor pueden afectar a la salud mental”, indica.

Los efectos del frío sobre los trastornos mentales no parecen tan claros: “Las zonas en las que se registran temperaturas muy bajas suelen estar despobladas o poco habitadas y las ciudades más pobladas tienen una amplia tradición de exposición al frío y están más adaptadas”.

En cambio, el aumento del calor es un problema emergente debido al cambio climático y las poblaciones que se enfrentan a él están menos preparadas por tratarse de un fenómeno nuevo.

Impacto de los desastres climáticos

Los fenómenos climatológicos extremos, como los huracanes, los ciclones, las inundaciones, los incendios o la sequía tienen un claro impacto en la salud mental, pero buena parte de sus efectos se producen de forma indirecta. En primer término, son catástrofes que generan ansiedad y estrés postraumático

“También hay que tener en cuenta los perjuicios económicos que se derivan de este tipo de situaciones”, agrega Martín. Esas dificultades monetarias desencadenan, a su vez, malestar, problemas psicológicos y un agravamiento de las patologías psiquiátricas ya establecidas.

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