Victoria Garfield, investigadora principal de la Medical Research Council’s Unit for Lifelong Health and Aging del University College de Londres, ha hallado pruebas convincentes que subrayan el valor del sueño para la salud general del cerebro, explicó a Sanjay Gupta, corresponsal médico jefe de la CNN.
Basándose en una década de exploración de la ciencia del sueño, su estudio propone la necesidad de una noche completa de sueño, que proporciona al cerebro la oportunidad de descansar, regenerarse y, por tanto, mejorar el rendimiento cognitivo.
Las investigaciones de Garfield, según el artículo, advierten de los peligros de un sueño inadecuado o excesivo, ligado a diversos problemas de salud, como diabetes, hipertensión, infarto, demencia, apnea del sueño, ansiedad y depresión. Sus estudios también aclaran el importante papel que desempeña el sueño en la gestión y promoción de funciones cerebrales como la comunicación entre células nerviosas y la eliminación de toxinas. Estas conclusiones se obtuvieron a partir de datos analizados mediante resonancias magnéticas de más de 35,000 participantes en el Biobank del Reino Unido.
Los estudios más recientes revelan que las siestas diurnas regulares se asocian a un mayor volumen cerebral total. Los estudios sugieren que las personas que duermen la siesta con regularidad tienen aproximadamente 15 centímetros cúbicos más de volumen cerebral en comparación con sus homólogos que no duermen la siesta. Se observa que el aumento sustancial del volumen cerebral se compensa entre los 2,5 y los 6,5 años de envejecimiento cerebral.
Consecuencias de la falta o exceso de sueño en enfermedades como diabetes, hipertensión y demencia. (Imagen ilustrativa Infobae)
Esta comprensión es crucial, dadas las asociaciones entre la disminución del volumen cerebral total y diversas enfermedades, la muerte prematura y el aumento de los niveles de estrés.
Según Garfield, los adultos deben procurar dormir entre siete y nueve horas por noche, dependiendo de la edad. Aconseja horarios de sueño regulares y siestas cortas de hasta media hora, y anima a evitar los dispositivos electrónicos antes de acostarse y a realizar actividades de bajo impacto, como caminar.
Aunque una cantidad saludable de sueño es beneficiosa para nuestra capacidad de aprender, generar recuerdos y reaccionar con rapidez, el sueño sigue siendo un misterio biológico. Su importancia se extiende a diversos tejidos y sistemas, desde el corazón, el cerebro y los pulmones hasta el metabolismo, la función inmunitaria, el estado de ánimo y la resistencia a las enfermedades.
El experto en sueño y neurólogo del Johns Hopkins, Mark Wu, M.D., Ph.D., y su equipo de investigadores, han dado un paso importante al descubrir un gen implicado en la determinación del tiempo de sueño. Cuando este gen, denominado “wide awake”, se eliminó de las moscas de la fruta, los animales mostraron mayores dificultades para conciliar el sueño y permanecer dormidos.
Como queda bien documentado en los trabajos de Victoria Garfield y Mark Wu, no se puede subestimar la importancia de un sueño óptimo como parte elemental de la salud general. Este campo de investigación sigue proliferando y añadiendo valor a la comprensión global del sueño, ampliamente reconocido como piedra angular de la supervivencia humana.
¿Qué le ocurre a tu cerebro mientras duermes?
Investigación científica moderna ha revelado las complejidades del sueño, destacando su papel esencial para funciones humanas básicas como el aprendizaje, la formación de la memoria y la salud en general. La falta de sueño o un sueño de mala calidad podrían aumentar significativamente los riesgos de padecer enfermedades formidables como hipertensión, trastornos cardiovasculares, diabetes, depresión y obesidad.
El cerebro humano, en lugar de entrar en un estado pasivo, permanece notablemente activo durante el sueño. Investigaciones recientes sugieren incluso que nuestro cerebro desempeña funciones cruciales de “limpieza” durante el sueño, deshaciéndose de las toxinas acumuladas. Estos conocimientos están haciendo evolucionar nuestra comprensión del sueño no como un mero estado de descanso, sino como un proceso activo crucial para nuestro bienestar fisiológico y psicológico.
Aunque todo el mundo duerme, la finalidad biológica de este fenómeno sigue siendo un enigma. El sueño, que afecta a múltiples sistemas y órganos del cuerpo como el cerebro, el corazón, los pulmones, el metabolismo y la función inmunitaria, desempeña evidentemente un papel vital en todas las funciones biológicas. Afecta al estado de ánimo y a la resistencia a la enfermedad, y los estudios demuestran que la privación crónica de sueño o un sueño de mala calidad pueden aumentar el riesgo de múltiples trastornos, lo que pone de relieve su carácter indispensable.
Varias estructuras profundas del cerebro, como el hipotálamo y la glándula pineal, controlan nuestros patrones de sueño y vigilia. Reciben información sobre la exposición a la luz directamente de los ojos y controlan nuestro ritmo de comportamiento. Una alteración de estas estructuras, como un daño en el núcleo supraquiasmático (SCN), puede provocar patrones de sueño erráticos a lo largo del día. El SCN también influye en la producción de la hormona melatonina, que nos ayuda a conciliar el sueño cuando se apagan las luces.
Nuestro proceso de sueño está intrínsecamente ligado a las vías neuronales de nuestro cerebro y a cómo se comunican entre sí. Durante las distintas fases del sueño, nuestro cerebro cambia su estado de actividad, y la mayor parte de los sueños se producen durante la fase REM (Rapid Eye Movement). Sin embargo, mucho sobre el propósito de soñar sigue siendo un misterio. No obstante, se cree que soñar puede ayudarnos a procesar nuestras emociones.
Avances tecnológicos en el seguimiento del sueño están ayudando a mejorar la salud general. (Imagen ilustrativa Infobae)
Las necesidades de sueño cambian con la edad. Al principio, los bebés duermen entre 16 y 18 horas al día, lo que favorece su crecimiento
y desarrollo. Los niños en edad escolar y los adolescentes necesitan una media de 9,5 horas de sueño por noche. La mayoría de los adultos necesitan entre 7 y 9 horas de sueño, pero esto puede verse alterado por el aumento de los despertares o los medicamentos a medida que se envejece. A pesar de las variaciones individuales, la mayoría de las personas no duermen lo que necesitan debido a las largas jornadas laborales y a la disponibilidad de entretenimiento y otras actividades las 24 horas del día.
Hay varios factores que influyen en las necesidades de sueño y vigilia, como las afecciones médicas, la medicación, el estrés, el entorno de sueño, la dieta y la exposición a la luz. La exposición antinatural a la luz puede alterar los patrones de sueño, lo que puede afectar a los trabajadores por turnos o a los viajeros que sufren jet lag.
La tecnología inteligente se ha abierto camino en el seguimiento del sueño, con millones de personas que utilizan aplicaciones móviles, dispositivos portátiles y monitores de cabecera para recopilar y analizar datos sobre su sueño. Esto incluye la grabación de sonidos y movimientos durante el sueño, el seguimiento de las horas dormidas y la monitorización de los latidos del corazón y la respiración. Con aplicaciones de apoyo, estos dispositivos pueden ayudar a las personas a comprender y mejorar sus hábitos de sueño para obtener mejores resultados de salud.
Por Opy Morales
(Fuentes: CNN, Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares, Johns Hopkins Medicine)