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Por JUAN T H 

Altice

Estados Unidos no miente cuando afirma que la República Popular China estratégicamente es su principal enemigo. Solo hay que ver los avances exponenciales del coloso en las áreas del conocimiento donde ya supera por mucho al imperio norteamericano que hasta no hace mucho se creyó dueño del mundo sin percatarse que había entrado en una etapa de declive dialéctico indetenible, fenómeno que se repite a lo largo de toda la historia humana. 

Nada es eterno, todo cambia, todo se transforma, todo sucumbe tras al paso del tiempo. Roma fue por muchos años “la ciudad eterna” hasta que fue devastada y saqueada por los bárbaros. El Imperio Romano, el más grande y poderoso que se había conocido hasta entonces, sucumbió.  

Nadie pensó que eso podía ocurrir. Era verdad que “todos los caminos conducían a Roma”. No ha existido un solo imperio, una sola potencia, por grande y poderosa que haya sido, por “eterno” que parezca, que no haya sido borrado de la historia.  

El imperialismo norteamericano, como los demás que les han antecedido, no nació para   permanecer por siempre saqueando y atropellando a los demás pueblos, como ha sucedido por más de un siglo.  

Si alguien lo sabe perfectamente es el milenario pueblo chino que ha pasado por todas las etapas, buenas y malas, grandes y pequeñas, pagando un precio demasiado alto en cada periodo.  

El tiempo, para el pueblo chino, ha sido un aliado. Solo hay que leer la fábula del “Viejo tonto que movió la montaña”, del presidente Mao Tse-Tung, líder de la revolución triunfante de 1949 que marca el inicio de la etapa que vive hoy esa nación, que marcha “con la paciencia del viento”. 

Otro elemento fundamental que marca la caída indetenible del “Imperialismo Yanqui” es su deterioro ético y moral vertiginoso, lo cual ha sido una constante histórica en todos los imperios de la tierra durante miles de años. La crisis moral de los Estados Unidos marcó el comienzo del fin, creyendo que “el fin justifica los medios” y que los intereses estratégicos del poder están por encima de los valores éticos. 

Para llegar al momento actual de crecimiento y progreso, China ha tenido que vivir un proceso doloroso que ha costado cientos, millones de vidas. Los sacrificios han sido enormes, la sangre ha corrido como río por las arterias de sus calles en campos y ciudades, pero sin dejar de mirar al frente, firme en los principios, apegados a sus raíces culturales milenarias que le han permitido levantarse tras cada derrota, tras cada tropiezo, para continuar caminando para convertirse en lo que es hoy día: La primera potencia del mundo, gracias a sus avances exponenciales en materia económica, política, militar, científicos y sociales. 

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Hace algunos años estuve en la República Popular China para participar, junto a un grupo de periodistas latinoamericanos y africanos, a un curso sobre política exterior. Fue una experiencia inolvidable.  

Lo que vi entonces, debo admitir, superó todas mis expectativas. El crecimiento económico, los avances en infraestructuras, en ciencia y tecnología, hospitales, carreteras a lo largo y ancho de todo el territorio, las presas, etc., me dejaron aturdido.  

Si Europa me sorprendió la primera vez que la visité, al igual que otras naciones desarrolladas, lo que vi en China me dejó atónito. ¡increíble! Usted visita a China y regresa cinco años después y queda nuevamente asombrado por los avances, por el crecimiento.  

Hay que ir a China, hay que ver lo que está pasando en el país más poblado del mundo, superando los mil 400 millones de personas, donde la pobreza absoluta desapareció de acuerdo con la propia Naciones Unidas, contrario a Estados Unidos que mantiene millones de pobres y mendigos, y donde “los negros cantan para olvidarse que nacieron con luto”, como dijera el poeta Manuel del Cabral. 

En apenas cuatro décadas el sistema chino sacó 850 millones de personas de la pobreza. Logró eliminar la pobreza absoluta en todo el país, lo cual no es casual, pues el gobierno invierte alrededor del 12% del PIB en Educación y cerca del 10% en Salud. (El funcionario, no importa su categoría dentro o fuera del partido, que dilapida o se roba los dineros del pueblo es sentenciado a muerte) 

A la llegada del presidente Xi Jinping al poder hace unos años, en China había cien millones de cámaras de vigilancia, con reconocimiento facial. Hoy hay 700 millones, (una cámara por cada dos personas) lo cual permite un control social casi absoluto, garantizando la seguridad ciudadana. El control social del Partido Comunista, que dirige el país, es único. El PCCH es la organización política más grande y poderosa del mundo con más de cien millones de miembros. 

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Estuve viendo unos números sobre el desarrollo de China en todos los planos. Como ya dije, supera por mucho a Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, España y Portugal, entre otros. China se armó para ganar la paz. China mantiene relaciones diplomáticas armoniosas y respetuosas con las demás naciones, las cuales no agrede, no la humilla, no la interviene para imponer gobiernos y candidatos, no le hace la guerra, ni destruye. (En menos de dos siglos EEUU le ha hecho la guerra, propiciado golpes de Estado, en más de 50 países de África, América Latina y el Caribe, Asia, etc. Ha instalado cerca de mil bases militares en todo el globo para imponer sus dominios, creyéndose el gendarme del planeta. Es el único país que ha utilizado la bomba atómica, asesinando a millares de japoneses. No hay un solo país invadido por EEUU que no haya sido destruido o saqueado dejando una estela de miles de muertos) 

China no ha intervenido un solo país para imponer su dominio, no ha disparado un solo tiro para establecer regímenes dictadores o gobiernos despóticos, crueles y sanguinarios, como han hecho otras potencias, principalmente Estados Unidos, en América Latina y África, entre otros puntos geográficos. (La República Popular China ha invertido más de 800 mil millones de dólares en nuestra región para incentivar el desarrollo) 

Como dice: China se armó para ganar la paz. Las relaciones bilaterales de China con los demás países son de respeto y desarrollo mutuos. En América latina China ha ido ganando terreno cada día gracias a esa política de solidaridad invirtiendo cuantiosos recursos en obras de infraestructuras en América del Sur, Central y el Caribe, garantizando la no intervención y la soberanía de cada nación. Definitivamente, el Siglo 21 es el Siglo de China. 

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