Miguel Ángel Cid
Cuentan las voces de la calle, que en cierta ocasión un hombre cruzaba por el camino real con un gallo listo para las peleas, fue sorprendido por un niño. —Oiga señor, si le matan el gallo me lo da–, clamó el inocente desde la vereda. El apostador, no atinó la condición de inocencia de quien pedía el gallo. —Muchacho del diablo, ruégale a Dios que ese gallo gane–, gritó en tono amenazante el gallero.
Según el cuento de camino, el gallo lo mataron en cuestión de segundos. El apostador, visiblemente enojado recordó el clamor del niño y sin poder evitar la rabia gritó —ese condena’o muchacho me azaró–. Dicen, que el jugador salió como un bólido con el gallo muerto en la mano, en busca del inocente niño.
¿Qué son las cábalas?
En hebreo cábala es lo mismo que aceptar (Qabbaláh). La Enciclopedia Libre Wikipedia dice que “es una disciplina y escuela de pensamiento esotérico, relacionada con los esenios y el judaísmo jasídico. Utiliza varios métodos para analizar sentidos recónditos de la Torá”. La Torá es el libro sagrado de los judíos. Los cristianos lo llaman Pentateuco, contiene los 5 primeros libros de la Biblia.
Wikipedia establece que “…la cábala varía de acuerdo a la tradición y los objetivos de aquellos que la siguen y así, su definición difiere desde sus orígenes religiosos como parte integral del Judaísmo o las versiones expuestas por las más recientes adaptaciones esotéricas que indican que forma parte del Cristianismo o la Nueva era (New Age) o el Ocultismo/Esoterismo Occidental”.
Los seguidores del beisbol de Grandes Ligas conocen infinidad de creencias sobre la mala suerte. Por ejemplo, muchos recordaran “la maldición de la cabra”. Así, pueden recrearse miles de historias.
¡Qué suerte la de Sijo y Negrito!
En Don Pedro, comunidad santiaguera rural, cuentan que Sijo Jamin y Negro Liceo, en momentos separados, rifaron una vespa y un caballo respectivamente. Las historias las contaron los lugareños Ramón Emilio Peña (Millón), freidor y vendedor de chicharrones y su hijo “El Topo” de “Topo Sazón”.
Los números vendidos por Sijo eran insuficientes para pagar la vespa, así que decidió devolver el dinero a los jugadores. En la nochecita, Sijo llegó a la casa y pasó balance, ahí cayó en la cuenta que le faltó una persona por regresarle el dinero del número 13.
La situación coloca a Sijo en una disyuntiva, salir a devolver el dinero o echarlo a la suerte. Por desgracia, Sijo Jamin optó por lo último. Al día siguiente era domingo, Sijo estaba pendiente de la lotería, esperanzado que el 13 no saliera. Las horas corrieron lentas, y pasado el mediodía inició la transmisión radial de la lotería, —comenzaron a cantar la lotería, hagan silencio–, ordenó Sijo a la familia.
En la letanía numérica cantaron los premios uno tras otro, tercero, segundo, la primera y la última bola, incluyendo las colitas. El momento cumbre llegó, los números fueron cantados por separados, “dos, tres, seis”, mientras cantaban Sijo iba acercando el oído al radio. Las dos últimas cifras sonaron bien sazonadas “uuuunooo”, Sijo agarró el radio repentinamente y se escuchó un largo “trrrrressss”.
Sin darle tiempo a Sijo de reaccionar, leyeron de corrido la cifra completa, “23,613 preeemio mayor”. –¡Carajo! Maldita vaina, que 13 más azaroso, ya me sacaron la vespa –, gritó rabioso Sijo y estrelló el radio.
Contrario a Sijo, Negro Liceo rifó un caballo que compró “fiao” a su compadre Cesé. Negrito era negro como azabache y devoto de San Martín de Porres.
Negrito salió a ofrecer los números. A su pesar, solo vendió un número. Al igual que Sijo, Negrito tomó una decisión funesta, dejar sin efectos el sorteo pero no devolvió el dinero a quien jugó.
La suerte de Negrito parecía amarrada al potrero de Sijo. Aunque meses después, el 13 que azaró a Sijo ahora persigue a Negro Liceo.
De modo, que Negrito dobló la lista y dejó visible el número pagado. Luego, la cubrió con un paño blanco y prendió sendos velones a derecha e izquierda. A seguidas, Negrito se arrojó al amparo de San Martín de Porres, le rogó a su santo que intercediera para evitar que le sacaran el caballo.
Las oraciones de Negrito fueron en vano, el 13 salió en primera, mismo que Liceo no devolvió.
Negrito parecía “pica’o e cacata”, maldijo la lotería y al Santo de su devoción. —Mi mamá lo decía, hijo no creas en negro que son traicioneros–, gritaba refiriéndose a San Martín de Porres. —Maldito negro del diablo, jamás creo en ti–, clamó al cielo de rodillas.
Miguel Ángel Cid
Twitter: @miguelcid1