El presidente brasileño trata de “estadista” al militar, responsable de crímenes de lesa humanidad
Abdo Benítez asumió el 15 de agosto del año pasado tras una campaña en la que intentó tomar distancia de su pasado stronista. Su padre, Mario Abdo, fue la mano derecha del dictador durante más de 30 años. Bolsonaro pareció cómodo ante su interlocutor y prosiguió con citas de la Biblia. “La verdad nos hará libres”, le dijo a Abdo, a quien insistió en llamar Marito, como le dicen sus correligionarios del Partido Colorado, el movimiento político que dio sustento a la dictadura. Para el brasileño, su par paraguayo es “un cristiano, conservador, hombre de familia”. Y que por “esos valores” decidió acercarse hasta la frontera para estrecharle la mano. “Será un placer recibirte en Brasilia en los próximos días, donde profundizaremos en otras discusiones para el bienestar de nuestros pueblos. ¡Izquierda nunca más!”, añadió el brasileño. Bolsonaro es un militar retirado que ha alabado en diversas circunstancias la dictadura de su país de 1964 a 1985.
A su turno, Abdo agradeció el encuentro a Bolsonaro y recordó que le visitará el 12 de marzo para promover la construcción de dos nuevos puentes entre ambos países. También destacó el “importante desafío” que tienen por delante ambas naciones, que en 2023 deberán renegociar el tratado bilateral que dispone el reparto de energía de Itaipú, que desde 1984 suministra el 74% de toda la energía que consume Paraguay y el 17% de Brasil. “Es inminente, por lo que es prioridad agilizar las consultas y estudios técnicos internos necesarios para alcanzar los resultados que permitan satisfacer las legítimas aspiraciones de ambos países”, declaró Abdo.
La agenda energética, sin embargo, no fue lo más destacado del acto. Paraguay vive un constante debate social por la recuperación y normalización de la memoria de la dictadura, sobre todo desde la llegada al poder de un presidente de sangre stronista. Mario Abdo sostuvo siempre que apenas tiene recuerdos de la dictadura porque en aquel entonces era muy joven. Pero, al mismo tiempo, ha tenido varios gestos polémicos, como cuando visitó la tumba de su padre el mismo día de la elección que lo llevó al poder. Un grupo de veteranos del Partido Colorado, además, promueve traer de vuelta los restos del dictador desde Brasilia, donde yacen desde su muerte en el exilio.
Para la historiadora paraguaya y docente de la Universidad Católica de Asunción, Margarita Durán Estragó, cada homenaje que los políticos le rinden al dictador hace sangrar las heridas que dejó abiertas el stronismo. “A los que seguimos vivos nos duele muchísimo. Se aprovechan de que la gente joven ya no recuerda las atrocidades de la dictadura porque no vivió lo nuestro. Hay que hacer memoria, pero nuestros vecinos tampoco ayudan”, dijo la investigadora, en referencia Bolsonaro. “¿Quién nos hubiera dicho que 30 años después de la caída de Stroessner íbamos a tener de presidente a un retoño del stronismo, el hijo del mismísimo secretario privado del dictador”, agregó.
La semana pasada, en un acto oficial en una escuela por el primer día de clases, la directora homenajeó al dictador ante el presidente y sus acompañantes. A principios de mes, cuando se cumplían los 30 años de la caída del dictador, Abdo eludió las preguntas de la prensa con una carcajada cuando le consultaron sobre qué haría para conmemorar la llegada de la democracia. El presidente paraguayo no realizó acto alguno de acompañamiento o memoria a las víctimas y viajó a las celebraciones por el aniversario de Ciudad del Este, en la frontera con Brasil. Ciudad del Este se llamó alguna vez Puerto Stroessner, en homenaje al dictador.
El saldo de 35 años de dictadura ha sido muy duro para los paraguayos. Cuando un golpe de palacio expulsó a Stroessner del poder en 1989, 336 personas estaban desaparecidas, 19.862 personas habían padecido cárcel y otras 20.000 la tortura. El gobierno militar envió al exilio a 3,479 paraguayos, todos según cifras de la Comisión de Verdad y Justicia que investigó el pasado con la llegada de la democracia. elpais.com