La fuerza de voluntad se entrena, es como un músculo, mientras más lo ejercitamos, más fuerza tendrá
En estos días he tratado de reducir un peso que se me ha colgado de la cintura. No es mucho ni es la primera vez, pero sé que es más fácil controlarme ahora que cuando sea más.
El ensayo siempre requiere de fuerza de voluntad. Han venido a mi mente varios experimentos hechos por los psicólogos en el transcurso de los años. He sentido en carne viva los resultados a que ellos han llegado.
Uno de los experimentos es aquel de darles a voluntarios algo específico de comer antes de resolver una tarea matemática que no tiene solución (los participantes no sabían esta parte). A algunos le dieron chocolates y a otros rábanos. ¿Cuáles abandonaron primero? Si dijo que los de los rábanos le diré que acertó.
Una de las conclusiones de este y otros experimentos es que cuando nos sacrificamos una vez es más difícil resistirnos a la segunda. O sea, comer rábanos en vez de chocolates no me lleva a quedarme haciendo una tarea de matemáticas por mucho tiempo.
Traducido a mi proceso: Me paso el día evitando los dulces y reduciendo el volumen de la ingesta. Mi fuerza de voluntad hasta la noche es insuperable. El momento delicado llega cuando está terminando el día y se me presenta la oportunidad de doblar las rodillas. Si se me presenta la ocasión se me hace más difícil resistirme.
Mi solución ha sido no dejar que se presente la oportunidad de arrodillarme. No abrir la nevera ni pasearme por la despensa es una excelente forma de evitar la tentación. Aunque no es la mejor forma de prepararme para futuras ocasiones.
Lo bueno es que la fuerza de voluntad se entrena; es como un músculo, mientras más lo ejercitamos, más fuerza tendrá. Como explico en mi libro Migomismo – Su Inteligencia Emocional Interna, no conseguiremos dominar una emoción, pero sí la reacción que ella provoca. Es un proceso de evitar y exponernos al riesgo… en este caso, el de seguir aumentando de peso.
Debo resistirme todo el día a los excesos y luego en la noche pasar por la nevera con la pura convicción de que la abriré, pero no entraré la mano por más que me llame la atención algún manjar. Debo también resistirme a dar la vuelta de reconocimiento. ¿Te atreves a fortalecer tu fuerza de voluntad resistiéndote a algo que no debes pero quieres?
Por Diego A. Sosa