Lima. – Alberto Fujimori, el exmandatario peruano que gobernó el país con mano firme entre 1990 y 2000, falleció este miércoles a los 86 años en Lima, tras una larga lucha contra el cáncer de lengua. Su muerte marca el final de una era para Perú y Latinoamérica, despidiendo a uno de los caudillos más enigmáticos y controvertidos de la región.
Fujimori, de origen japonés y profesor universitario, fue una figura peculiar en el panorama político latinoamericano. Aunque no era un dictador tradicional, gobernó de manera autoritaria, saltándose las reglas y siendo finalmente condenado por violaciones a los derechos humanos, incluyendo el uso de escuadrones de la muerte.
Tras su muerte, surgió el debate sobre si debía recibir un funeral de Estado. Finalmente, sus hijos, incluyendo su hija Keiko Fujimori, aceptaron que se le rindieran los honores fúnebres correspondientes a los expresidentes. El cuerpo de Fujimori fue trasladado este jueves desde la casa de Keiko hasta el Ministerio de Cultura en Lima, donde será velado hasta el sábado.
El funeral de Fujimori ha movilizado a un grupo considerable de sus seguidores, quienes se congregaron a las afueras del museo para recibir el cortejo fúnebre. Al grito de “¡El chino no está muerto, el chino está presente!” y “¡Gracias, chino, gracias por la paz!”, los fujimoristas expresaron su agradecimiento a quien, a pesar de las condenas judiciales, es recordado por muchos como el líder que puso fin al conflicto interno con Sendero Luminoso.
Mientras Perú se despide de este controvertido líder, el legado de Fujimori sigue dividiendo al país: algunos lo ven como un héroe que trajo paz, mientras que otros lo recuerdan como un autócrata condenado por crímenes de lesa humanidad.