Yenifer Gil
A veces nos cuesta entender los ciclos de la vida, aceptar que las condiciones cambian, que las personas cambian al igual que sus sueños, sus ideas y sus convicciones. Nos es difícil comprender que cada minuto es fugaz, que nuestro paso por la tierra es transitorio y así mismo son las relaciones, los momentos compartidos, los trabajos y las experiencias dolorosas, de las cuales estamos compelidos a emerger si no queremos crear bloqueos emocionales y quedarnos sumergidos en el pasado.
Cuando se ha vivido ya algunos años y hemos obtenido experiencias en diferentes áreas, es más fácil comprender lo anterior y darnos cuenta que vivir cuesta muy poco, aunque podemos complicarlo tanto como queramos. En esto puede incidir la presión social y nuestras propias expectativas, en su mayoría altas, lo que hace que la vida se vuelva más intensa, demandante y poco satisfactoria.
Muchas de las inquietudes que surgen en nuestro interior se debe a que no aceptamos la realidad de lo que somos o de lo que estamos viviendo en el momento presente, nos resistimos, o en la mayoría de los casos vivimos anclados en el pasado, pensando en lo que pudo ser y no fue o preguntándonos ¿Por qué me pasó o me pasa esto a mí?, una pregunta que, sin temor a equivocarme, no nos conduce a ningún lado, más bien nos hunde en nuestro papel de víctimas y sin posibilidad de escapatoria. Sin dejar de lado a aquellos que viven en el futuro, con la esperanza de un mejor porvenir.
Diferente sería, si cambiaras dicha pregunta, por la siguiente: ¿Para qué estoy viviendo esta experiencia dolorosa? ¿Para qué Dios ha permitido esta situación en mi vida? ¿Qué quiere enseñarme o mostrarme con la misma? Te aseguro, que una vez empiezas a ver la vida y todo lo que te pasa en ella de esta manera, encontrarás un propósito en cada obstáculo, en cada desafío o cambio de planes que se te presente.
Aceptar sin cuestionamientos, abrazar el tiempo presente, es una forma de manifestar tu libertad interior y de fluir con la vida. Te invito a que remes mar adentro, a que tomes tus alas y vueles o simplemente a que camines si sientes que no las tienes; pues en el proceso te saldrán. No te quedes en esa soledad, ese dolor, esa tristeza inexplicable sin transmutarla. Recuerda que no es lo que vives, sino lo que haces con lo vivido. ¡Vive a tu ritmo, busca lo que resuena contigo, permítete sanar aquello que te lastima y se feliz viviendo el propósito para el que has sido creado/a!
Hasta la próxima…