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POR JUAN T H

Altice

Uno de los problemas de la democracia representativa es que les da derechos a todos los ciudadanos, incluso a los que nacieron torcidos o los que se torcieron en el camino por decisión propia. Nada tendría de malo si esos derechos que reclaman los “torcidos” o “dañados” no pretendieran quitarle o reducirles los derechos a los ciudadanos derechos, es decir, de los que tienen un comportamiento correcto dentro del marco de las normas y leyes establecidas por la sociedad y por la propia naturaleza.

La naturaleza humana ordena y manda en la procreación entre dos seres humanos de sexos distintos. Usted nace hembra o varón. La hembra trae, de “fabrica”, una vagina, en tanto que el varón trae consigo, también de “fábrica”, un pene. Ambos, unidos en cóncavo y convexo, forman una hembra o un varón. La naturaleza manda.

Las cosas han cambiado con el transcurrir del tiempo. Hombres quieren ser mujeres, mujeres quieren ser hombres. La ciencia ha puesto en sus manos esa posibilidad. De igual modo mujeres quieren estar y convivir con otras mujeres, como pareja, mientras que hay hombres que desean estar con otros hombres. ¡Qué vaina!

En lo personal me parece abominable. Pero cada quien es cada quien, dueño absoluto de sus actos, pero sin transgredir a los demás, que es lo dañino. Nos quieren imponer valores y conductas inadecuadas teniendo como excusa la libertad y los derechos, como si los derechos de los demás no importaran.

Si a un hombre le gusta otro hombre, es su problema. Igual, si a una mujer le gusta otra  mujer, que lo disfrute, pero que no quieran imponerme sus gustos o preferencias, a los demás, a mis hijos, por ejemplo; que no quieran que los niños sean educados como niñas, y que las niñas sean educadas como niños, porque un niño o una niña no tienen la capacidad de discernir y decidir por voluntad propia.

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Sucede lo mismo con las religiones que les imponemos a los niños, como si ellos supieran al nacer quien es Dios y porque deben creer en una religión o en otra, en un Dios o en otro. Al niño o la niña hay que dejarlos ser, que alcancen la edad suficiente, madura, para tomar sus propias decisiones conforme a como la propia vida los va conduciendo.

He dicho muchas veces que estoy de acuerdo con el aborto, sin restricciones, porque es un asunto de mujeres. Si los hombres parieran, si resultaran embarazados, el tema del aborto, con causales y sin causales, no estuviera discutiéndose. Ya me imagino a su santidad el Papa Francisco con malestares fruto de un embarazo. A Monseñor Masalles con tres meses de gestación. (Piénsenlo)

La homosexualidad gana cada vez más espacio en el mundo. Mujeres con mujeres, hombres con hombres. ¡Una locura!

Cuando era niño -lo he dicho otras veces- era raro ver un homosexual o una lesbiana. La gente mantenía en secreto su preferencia sexual. Luego llega el destape. Todos salen del closet como un enjambre despavorido. Ambas prácticas se pusieron de moda. El hombre que no se acuesta con otro hombre, es un troglodita atrasado que merece la condena y el repudio; igual, la mujer que no amanece con otra mujer todas las noches, “no está en na”, no está a la moda.

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Hay que vestirse y caminar como Gay, para que no haya dudas, para que no se confunda con los “hijoeputas” heterosexuales, que visten y caminan como heterosexuales, que visten y caminan como mujeres. ¡Atrás los heterosexuales! ¡Muerte a los heterosexuales! ¡Al paradón!

Como van las cosas, pronto habrá que ser homosexual o lesbiana por ley. Por fortuna, cuando eso ocurra estaré muerto.

Un hombre solo no procrea, una mujer sola, tampoco procrea. Es necesaria la unión de ambos seres. ¡Y punto!

Hay quienes sostienen que la teoría de género tiene como propósito anular a la mujer y todo lo que ella representa para la vida, para la humanidad. La mujer es la que da la vida, la que lleva en su vientre a los humanos, hombres y mujeres. La teoría de género es un atentado contra la propia existencia humana.

También hay quienes sostienen que el mundo estaría mejor con dos mil o tres mil millones de seres humanos menos, que hay demasiada gente en el planeta, que millones de humanos pueden ser sustituidos por robots que no requieren de alimentos, que no protestan, que no organizan huelgas, que pueden trabajar todo el tiempo, reparándose unos a otros.

¿Qué pasaría si dentro de 50 o 100 años todos los hombres fueran homosexuales y todas las mujeres lesbianas? Bajemos el porcentaje: ¿Qué pasaría si el 50% de la población planetaria fueran homosexuales y lesbianas? ¿No se reduciría la población mundial a la mitad, que es precisamente lo que desean algunas élites globales?

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