Caracas.– En el mundo de la aviación militar, hay misiones que quedan grabadas más allá de su desenlace. Tal es el caso de los pilotos venezolanos que, a bordo de sus F-16, llevaron a cabo una operación que sorprendió a propios y extraños y que hoy forma parte de la memoria colectiva.
Los protagonistas no eran novatos. Se trataba del General de Brigada (R) Cruz Alfredo Esteves Silva, de 44 años, y el Coronel Alfredo Tanzella Rangel, de 55 años. Ambos con décadas de experiencia en operaciones reales, curtidos en misiones complejas y expertos en la tecnología de sus aeronaves.
En lugar de utilizar los modernos Su-30, optaron por los viejos F-16 que Estados Unidos vendió a Venezuela en los años 80, cuando aún existía una relación de alianza. Aquellos aviones, mantenidos con ingenio y recursos propios, se convirtieron en el símbolo de un mensaje cargado de ironía histórica.
“Usamos su propia tecnología para confrontarlos”, habrían expresado, en una acción que buscaba dejar claro que la experiencia y el conocimiento pueden ser más decisivos que la modernidad de las máquinas.
Estos son los dos pilotos venezolanos que sobrevolaron naves estadounidenses en aguas internacionales.
— Manuel Rojas (@Manuelrojasrod) September 5, 2025
Cruz Alfredo Esteves Silva, 44 años, y Alfredo Tanzella Rangel, de 55. pic.twitter.com/wKXv0pcYFA
La misión consistió en sobrevolar al USS Jason Dunham, un destructor de misiles guiados equipado con el sistema Aegis, uno de los más avanzados del mundo, capaz de detectar y destruir objetivos a cientos de kilómetros.
Los pilotos volaron bajo, a gran velocidad y con precisión, hasta colocarse en un punto en el que, teóricamente, podían haber lanzado un ataque. Una maniobra arriesgada que, en cuestión de segundos, podría haber tenido consecuencias graves.
El hecho de que lograran acercarse sin ser interceptados de inmediato fue interpretado como un éxito táctico y un recordatorio del riesgo que supone subestimar a veteranos con dominio absoluto de sus aeronaves.
¿Por qué lo hicieron? Según analistas, las razones fueron varias: primero, el conocimiento exhaustivo de sus F-16, que aún después de décadas mantienen un rendimiento aceptable gracias a ingeniería inversa y mantenimiento local.
En segundo lugar, la confianza en la doctrina de escalada controlada. Sabían que una respuesta militar desproporcionada podría desatar un conflicto mayor, y calcularon que no se llegaría a ese extremo.
En tercer lugar, el sentido de pertenencia. Ambos oficiales se asumieron como soldados leales a la Revolución Bolivariana, convencidos de que su misión era un acto de fe en defensa de la soberanía nacional.
Desde Washington, la reacción fue inmediata: identificar a los pilotos y lanzar mensajes disuasivos. Para muchos, una estrategia de guerra psicológica que buscaba infundir miedo y mostrar capacidad de control.
Sin embargo, para buena parte de la opinión pública venezolana, aquellos hombres ya habían escrito su nombre en la historia. Su osadía se interpretó como un acto de determinación frente a una potencia que, en lo tecnológico, parecía invencible.
Hoy, Esteves Silva y Tanzella Rangel son vistos como símbolos de la capacidad de resistir y de no ceder ante la presión. Ayer, fueron dos profesionales cumpliendo una orden arriesgada. Y mañana, seguramente serán recordados como los veteranos que sobrevolaron al gigante.
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