Por William Reyna Rivas
En el campo internacional existen las teorías del Estado fallido y del Estado inviable, con sus respectivas diferencias formales.
Catalogan como Estados inviables a aquellos que conquistaron su independencia en los siglos XIX y XX y que hasta el presente no han podido conquistar su soberanía. Estos Estados se debaten en la pobreza, el autoritarismo, la dependencia, con economías débiles generalmente basadas en el extractivismo, constituyéndose en sociedades violentas, caóticas e ingobernables. La república dominicana está cayendo en ese estado, donde ha perdido su soberanía y su frágil democracia de elegir y ser elegido. El extractivismo es el aquí definido como un tipo de extracción de recursos naturales, en gran volumen o alta intensidad, y que están orientados esencialmente a ser exportados como materias primas sin procesar, o con un procesamiento mínimo».
Conceptúan a los Estados fallidos como aquellos que no pueden dotar ni de servicios básicos a su población, no cuentan con riquezas naturales suficientes para sobrevivir, acrecentándose la miseria. Sus cartas de presentación son la corrupción política y la ineficacia judicial de las que se desprende el resto de las degeneraciones del Estado, característica también presente en el Estado inviable.
En muchos de los Estados fallidos el poder es detentado por poderosos grupos ligados al narcotráfico, por lo que algunos teóricos hacen referencia a la existencia de narcoestados, catalogados como un peligro para la comunidad mundial.
En realidad, sólo existen matices diferenciadores formales entre los llamados estados fallidos e inviables, sólo nos queda el recuerdo de la reticencia de Bolívar para constituir Bolivia como Estado, a cuyo propósito se puede afirmar que nuestro país jamás vivió tan monstruoso desmantelarían institucional como la de hoy. La República Dominicana más que nunca presenta los signo de que estamos en un Estado Inviable y Fallido, con una “frágil democracia “donde se compra la voluntad popular a base del dinero corruptor, y se compra la prensa amarilla gastando miles de millones del presupuesto nacional. Asistimos a la disolución del Estado dominicano y a la desaparición de los partidos tradicionales, por el comportamiento de sus dirigentes y el sector empresarial que representan el liderazgo nacional.