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Por Charlie Núñez

Altice

Les juro que no me atrevo a jurarlo, pero teóricamente el último dinosaurio sobre la tierra, desapareció hace 65 millones de años.

Se asume, que eran estos, en sus distintos grupos, la especie predominante en el planeta, siendo los vertebrados terrestres los dominantes por 135 millones de años hasta su desaparición.

Existen dos teorías posibles acerca de la desaparición de los dinosaurios, una es el impacto de un asteroide o un cometa y la otra es un período de gran actividad volcánica.

Ya sea una u otra, las consecuencias fueron un bloqueo de la luz solar, impidiendo la fotosíntesis que a su vez acabó con la cadena alimentaria. Al asentarse la polvareda que bloqueaba la luz solar, hubo una alteración de temperatura activadora de un cambio climático que provocó la desaparición de muchas especies que habían logrado sobrevivir.

Sin ánimo de aterrorizar a nadie, predecir la llegada de Cristo, creer en Nostradamus ni nada por el estilo, los actuales momentos que vive la humanidad suman una mayor cantidad de amenazas que las dos posibles teorías que acabaron con los seres vivos predominantes del planeta en el pasado.

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66 millones de años atrás que es cuando se produce el evento que acabó con la principal especie viviente, la amenaza era solo hija de la naturaleza y el azar del destino, hoy siguen vigentes esos peligros y ampliados por la amenaza de la especie más bruta que se pueda conocer, el ser humano.

Cometas, asteroides, meteoritos, son amenazas extraterrestres; volcanes, terremotos, el agua descontrolada en diferentes versiones, pandemias, son amenazas terrenales; la seriedad de cada una es el efecto dominó que desencadena, a estas amenazas le sumamos las que dependen directamente del hombre, el calentamiento global, una guerra nuclear, la desigualdad.

Algunas amenazas ya se están manifestando cada día, lentamente, como ladrón en la noche, a unos no les importa, otros no lo saben y la mayoría no podemos hacer nada.

Quienes tienen el poder les preocupa más el armamentismo, la tecnología y la riqueza material que la producción alimentaria, el agua potable, la salud del planeta y de los seres humanos.

Al cerrar el mundo, producto de la pandemia del COVID, en la que mal contados ya van casi 7 millones de fallecidos, muchos creímos que los seres humanos cambiaríamos la soberbia, el orgullo y la vanidad por más amor al prójimo, más humildad y más solidaridad.

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No ha sido así y pienso: la humanidad no tiene idea donde comienza y donde termina el universo, no conocemos de vida como la nuestra en otros planetas a los que no hay forma de llegar al día de hoy, pero imaginemos que existen y son más desarrollados que nosotros, que tienen medios para comunicarse entre ellos, imagínese que por causas naturales o provocadas por nosotros el planeta colapsa, o al menos la mayoría de seres vivos, como en el pasado. La información que darán a conocer diría: “Diminuto planeta localizado a casi 1 año luz, estalló desapareciendo todo modo de vida que allí existían entre los que habían, unos que denominaban humanos, que era la especie predominante, mientras que también existían otras especies como caballos, perros, aves, plantas.”

Eso seríamos nosotros en el universo, entonces… ¿Por qué tanto orgullo, vanidad y tanta segregación?

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