Cuando hablamos de fantasías sexuales, negar que no tenemos ninguna es empezar mal desde el principio. Puede ser más extraña o más típica, pero todos tenemos una serie de fetiches que definen nuestro deseo, y con ello nuestra personalidad. Entonces, si de verdad nos gusta alguien y queremos dar rienda suelta a nuestra pasión, lo más lógico es que la otra persona lo sepa o poco a poco lo descubra, de tal modo que ambos puedan vivir una vida sexual plena.
Aunque ahora la sociedad está más liberada y los temas o conversaciones sobre sexo están más normalizadas, todavía muchas parejas que a día de hoy siguen sin tocar ciertas áreas de su sexualidad por inseguridades o por miedo al qué dirán. Y no solo en el ‘tú a tú’. Hacer este tipo de confesiones a una tercera persona es complicado, como también lo es el hecho de explorar, reconocer e investigar las propias. ¿Qué tan seguro estás de lo que deseas?
“Las fantasías que puedas tener en tu cabeza son válidas y para nada significan que tengas un problema o que esté algo mal contigo”
Al margen del miedo al rechazo de tu pareja, también puede ser que temas que no compartáis las mismas, lo que os podría poner en un ligero aprieto. Lo mejor, en todo caso, es instaurar un clima de confianza e intimidad en el que se pueda hablar de todo. No en vano, una de las causas más comunes de infidelidad es precisamente la falta de deseo o satisfacción sexual. Por ello, los y las profesionales de la sexología no dejan de recomendar una buena investigación de fórmulas nuevas entre los dos a riesgo de que la relación se resienta.
Deseos, tabús, fetiches…
Ahora bien, ¿qué es una fantasía sexual y por qué todos tenemos una? “Son imágenes eróticas excitantes que evocamos en nuestra mente”, define Aliyah Moore, sexóloga estadounidense, en un reciente artículo de ‘Life Hacker’. “Todo el mundo tiene, son inherentes al ser humano y brindan información sobre la personalidad, las relaciones y el bienestar general de un individuo”. ¿Por qué siempre habrá fetiches? Básicamente, porque siempre tendemos a buscar sensaciones sexuales nuevas, satisfacerlas o explorar deseos tabú que nos costaría contar a los demás, así como también como vía de escape o para reducir la ansiedad.
“Antes de confesar tu fantasía a tu pareja sexual, prepárate para las posibles reacciones, negativas o positivas, que tendrá”
“Sean tabú o no, las fantasías sexuales que puedas tener en tu cabeza son válidas y para nada significan que tengas un problema o que esté algo mal contigo”, recalca la sexóloga. “Ni siquiera pueden tener un significado para ti mismo o que definan tu personalidad, pues hay que pensar en ellas como sueños o como un medio que sirva para explorar tu deseo o necesidades sexuales que están ahí y no puedes controlar”. Aquí es donde se establece una de las características esenciales de una fantasía sexual: no por tener una, la vas a querer cumplir, pues es lo que son, una mera fantasía. Hay que “explorar un interés, una curiosidad…”, como sostiene el psicólogo David Wahl, en un artículo de ‘Psychology Today’. “El individuo decide si es algo de interés para él”, por lo que deberá encontrar una motivación para actuar según este deseo. En caso contrario, el fetiche se quedará en lo que es, una mera fantasía.
¿Cuáles son las fantasías sexuales más comunes? Una de las encuestas más completas es la realizada por Justin L. Lehmiller, que en su libro ‘Dime quién eres’ en el que las aborda como un rasgo definitorio de la personalidad del individuo. En el estudio pidió a los más 5.000 sujetos que detallaran con precisión qué es lo que más deseaban, para después agruparlas en siete categorías muy amplias: tener sexo con varias personas (tríos, orgías…), poder, control y sexo duro (dominio, sumisión, sadomasoquismo, disciplina…), novedad, aventura y variedad (buscar la novedad o lo diferente, sea con posiciones o en lugares), actividades tabú (la parafilia, lo que está prohibido moral o socialmente), de pasión, romance o intimidad (sentirse amado, apreciado y deseado), la no monogamia (poliamor) o el homoerotismo y flexibilidad del género (travestismo o cambio brusco de la orientación sexual).
Ahora que ya hemos definido por qué tenemos ciertas fantasías y cuáles son, llegó la hora de saber cómo proceder y gestionarlas con tu pareja. Como sostenía Wahl, no en todas prima el deseo o la motivación de que se cumplan, por lo que el primer paso será descartar aquellas que no queremos explorar. Una vez hecha la criba, Moore aconseja que la mejor declaración es la que se hace fuera del ámbito sexual, es decir, en una situación cotidiana en la que está claro que no os vais a acostar. Tampoco está bien sacar el tema de manera brusca, tan solo como una anécdota o curiosidad, un “¿te imaginas?” o ponerse en la situación.
La hora de la confesión
“Las conversaciones sobre fantasías sexuales no deberían ocurrir solo una vez, sino que deberían comprender una serie de conversaciones consentidas y deseadas por ambos”, recalca Moore. Pero, ¿cómo proceder en caso de que no sea compartida o incluso tu pareja sexual la rechace? “Antes de confesarla, prepárate para las posibles reacciones, negativas o positivas, que tendrá”. Si reaccionan de un modo que no esperabas, lo mejor será cambiar de conversación o dejarlo para otro momento. Y, cuando retomes el diálogo, intenta saber por qué se siente así de mal al respecto.
El hecho de que no se comparta la misma fantasía no es algo malo, sino al contrario. Lo más enriquecedor es poder adentrarse en el deseo de otra persona, sobre todo si os queréis y la relación está consolidada. En caso contrario puede que no tengáis mucho más que hablar al respecto, ya que si no sois compatibles en la cama no hay ninguna motivación para probar cosas nuevas o seguir insistiendo en acostaros. En caso de que queráis experimentar alguna fantasía que tenéis en común o que solo pertenece a uno de los sujetos, Moore sugiere crear una lista de las cosas o elementos que más os excitan, separando las que cumpliríais de las que no. “Luego, establece una palabra de seguridad para detener inmediatamente el proceso si todo se vuelve incómodo o abrumador”, recomienda la sexóloga.
Por E. Zamorano
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