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«No lucha contra la injusticia solo el que la padece, sino también el que la comprende». Agustín Tosco

Altice

Toda sociedad es la suma de sus componentes, digamos, un reflejo de sus partes, proporcionalmente. Si tenemos en una sociedad dada una muy alta proporción de mediocres, quizás mayoría, saque usted mismo sus conclusiones.

En los políticos actuales está la naturaleza de lo mediocre, afirma Alain Denault, autor de «Cuando los mediocres llegan al poder». Pero ser mediocre necesariamente no es equivalente a ser incompetente. Sino en ser del montón, no destacar. Lo que desaparece es la mente crítica. En todo caso las habilidades para ser político no tienen que ser las mismas que para el ámbito académico. También como sociedad nos tenemos que mirar en el espejo antes de echar toda la culpa a los políticos: las instituciones públicas son el reflejo de la sociedad en la que vivimos. El deterioro de la imagen de la política aleja el talento. Y sin talento se nutre la mediocridad que desprestigia la política (Aller/Hipola).

¿Pero cómo una sociedad puede aumentar su contenido mediocre, en términos poblacionales? Podemos citar la falta de formación en valores, por ejemplo. En una de las tiras de Quino tenemos un curioso diálogo con Manolito, el hijo de comerciante:

— Mafalda: ¿Qué es ese recorte de diario, Manolito?

— Manolito: La cotización del mercado de valores.

— Mafalda: ¿De valores morales? ¿Espirituales? ¿Artísticos? ¿Humanos?

— Manolito: No, no, de los que sirven.

En una sociedad donde pesa más lo material que cualquier virtud llegamos al: «Usted vale por lo que tiene no porque lo que es». La fascinación, admiración y cuasi veneración hacia los ricos por los adoradores del culto al dinero confirma la respuesta concluyente de Manolito.

Las sociedades mediocres son indolentes, indiferentes, sin sentido de nación ni futuro.

Un ejemplo entre muchos, ¿cómo un país tercermundista, en vías de desarrollo, como lo es la República Dominicana, puede pagarle a más de doscientos legisladores sobre los diez mil dólares mensuales por cabeza si consolidamos en cada uno de ellos la sumatoria de todos los exorbitantes salarios y privilegios, como las irritantes exoneraciones, dietas, viáticos, pensiones, etc…?

Y ya que mencionamos “cabeza”, muchos de ellos sin condiciones éticas, morales, intelectuales o académicas, para representar con dignidad a sus municipios.

Por la parte ética, para empezar, solo hay que investigar las fuentes de financiamiento a sus campañas con un cuestionamiento básico: ¿quiénes los financiaron y con qué montos? No es narco únicamente…

La clase política debe ser, en teoría, un muro de contención contra la voracidad del sector privado, y a favor de los intereses nacionales. Como estos políticos representan la mediocridad de visión miope, sencillamente se asocian al empresariado criollo y de otras latitudes para hacer lo que todos los que tenemos dos dedos de frente y algo de materia gris en uso sabemos hacen: joder al país y sus recursos, todos sus recursos. No hay nada de valor que no haya sido “tocado” por estos intereses.

En estas sociedades mediocres vemos “familias políticas” cuyo norte no es ir necesariamente al Estado a servir a la sociedad y a sus intereses. Un Estado sin dolientes es la vía más expedita de ascenso social y económico, por supuesto. Es toda una cultura que se justifica con los más absurdos argumentos. Dañar, y degradar en consecuencia, su propio país, no los perturba… es la personificación de la insensibilidad social.

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En medio de esta pandemia devastadora, que va llevando a mayor pobreza a los que ya eran pobres, y metiendo en el mismo saco a otros con sus trabajos y negocios arruinados, los funcionarios designados o electos no han dado un paso adelante para ajustar sus ingresos a esta tragedia. Solo medidas cosméticas, demagógicas… nada que toque sus cuentas alimentadas por lo que es: un robo legalizado al erario.

El empresariado (tomando en cuenta que políticos del sistema se convierten también en empresarios y viceversa), ha sido una pesada ancla contra el progreso integral de estos pueblos, promoviendo, amarrando y ejecutando muchas operaciones cuestionables que conocemos, aparte de otras muchas que no.

Este sistema premia mediocres que debilitan su país por satisfacer sus apetitos materiales. Gente que en su mayoría, pues hay excepciones, es incapaz de producir por medios propios ese calibre de ingresos. Leamos el siguiente despliegue de trapos sucios entre el empresariado y los legisladores.

Para nadie es un secreto que nuestros congresales transfieren sus exoneraciones y que con las mismas son importados a la República Dominicana vehículos de lujo Bentley, Lamborghini, Porsche, Mercedes Benz, etc.

Ante la andanada de críticas por las exoneraciones de vehículos de motor que favorecen a los legisladores amparadas bajo la Ley 57-97, y que en los últimos once años ha castigado los ingresos fiscales del Estado por unos RD$2,648.8 millones, uno de ellos ha denunciado que: “…las exenciones fiscales que el Gobierno concede a empresarios representan RD$236 mil millones de pesos anuales, un gasto tributario que favorece a varios sectores como, por ejemplo, a los sectores empresariales, las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), los generadores, quienes reciben subsidios, entre otros”. Y agregó: “…hay otros sectores que también reciben exoneraciones, por ejemplo, el cuerpo diplomático completo, los fiscales, los jueces, los generales, los coroneles y otros más…”

Estamos manteniendo zánganos (legisladores y otros politiqueros) y ricos (a un empresariado insaciable). ¿Hay buenos legisladores? Sí, los menos. ¿Hay buenos empresarios? Sí, los menos. Pero los hay, los menos… sí, señor.

Escuché la frase «el pueblo elige, el pueblo paga» la cual tiene mérito: sucede porque una sociedad apática lo permite. La apatía social es el rechazo e indiferencia de la sociedad hacia la clase política y la vida en torno a ella. Las causas de esta apatía son muchas y hacen que las instituciones pierdan credibilidad: la corrupción impune, las políticas restrictivas, la falta de cercanía respecto al ciudadano, las promesas incumplidas, la incompetencia y la baja formación de los políticos. Se pierde el interés por la política y de ahí se corre el peligro de que a las instituciones lleguen políticos que tampoco se preocupan por los ciudadanos sino por sus agendas particulares (Ayrin).

Moisés Naím nos advierte que: “…el mundo tiene un problema de líderes. Hay demasiados que son ladrones, ineptos o irresponsables. Algunos están locos. Muchos combinan todos estos defectos. Pero también tenemos un problema de seguidores. En todas partes, las democracias están siendo sacudidas por los votos de ciudadanos indolentes, desinformados o de una ingenuidad solo superada por su irresponsabilidad. La Red no es solo una maravillosa fuente de información, sino que también se ha convertido en un tóxico canal de distribución de mentiras transformadas en armas políticas de los peores demagogos y oscuros intereses. Peor que los malos líderes son los malos seguidores. ¿Qué hacer? Una campaña de educación pública que nos haga a todos menos vulnerables a las manipulaciones y hacerles la vida más difícil a los manipuladores: es necesario disminuir la impunidad de quienes socavan nuestras democracias”.

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Cuando pueda haga preguntas simples a los votantes, como: ¿Por qué podemos ver a través de un vidrio transparente? ¿Por qué hay nubes blancas?, y se sorprenderá que la misma gente que decide, votando o no, quienes guiarán los destinos nacionales no tiene preparación suficiente para entender un programa de gobierno. Mucho menos tener la capacidad para identificar a sus verdugos políticos.

La ciudadana Leidy Blanco fue cruda al expresar: “…un legislador no tiene que tener un privilegio que no sea el salario dado por la función, pues muchos llegaron ahí no con la intención de servir, sino para servirse, y lucran de esos mismos privilegios. Lacera la confianza del ciudadano ver a un legislador utilizar de manera corrupta esa gracia para favorecer a particulares. Es un dinero que dejó de percibir el pueblo, los hospitales y las escuelas. La sociedad dominicana debe entender en su justa dimensión esos beneficios y exigir y ejercer mayor control social. Que sean gente probos, sencillos, austeros y sobre todas las cosas, trabajen a favor de los más necesitados y no en provecho personal”.

El materialismo individualista, utilitarista, insolidario y egoísta, es una trampa como en aquel mundo que describió Carpentier, «donde gobierna la mentira y el falso semblante; allí todo era disfraz, estratagema, juego de apariencias y metamorfosis».

Legisladores y empresariado han de recordarnos la frase: «Esos están de chupe usted y déjeme el cabo», queriendo decir que entre dos, o más, existen niveles de convivencia y complicidad extrañas o inusitadas, tan extrañas que va más allá de la relación de hermandad o solidaridad normales (Silverio).

Nadie puede mentirse a sí mismo, a menos que sea un mitómano compulsivo, y cada uno sabe si sirve, y sirve al país, o si no sirve, y no sirve al país.

Vamos a concluir con una reflexión de Mary Baker en tiempos del reino a la mediocridad que tanto nos empuja a adorar lo material: «No hay vida, ni verdad, ni inteligencia, ni sustancia en la materia, la cual es irreal y temporal… la materia en sí es un error mortal».

Autor del libro sociopolítico La Tríada II, en Librería Cuesta.

Datos públicos:

190 diputados, 32 senadores, más los 20 al Parlamento Centroamericano.

Desde el 1 de enero del 2010 hasta el 12 de septiembre del 2021, bajo el mencionado privilegio fueron traídos a la República Dominicana 1,148 vehículos. Una oportunidad de negocios con la venta de ese beneficio ya que el precio de la cesión ronda los veinte mil dólares. La lista incluye 45 Ferrari, 11 Rolls-Royce, 40 Lamborghini, 21 McLaren, 183 Porsche y otros vehículos costosos cuyo diseño y estilo no son usuales para los trabajos propios de un legislador. A todo esto, sumarle los gastos de representación, viáticos, dieta, otros beneficios extrasalariales y los programas para los cuales reciben recursos para usarlos en “asistencia social” (o hacer política a favor de sus candidaturas), conocidos como el barrilito y cofrecito.

Por Agustín Perozo Barinas

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