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La impotencia ante el desorden reinante por la falta de consecuencia para los violadores en los niveles, bajos, medios y altos, de las leyes, la gente suele gritar: “¡Aquí hace falta un Trujillo”! refiriéndose al tirano que a sangre y fuego gobernó el país por más de 30 años. “Cuando Trujillo había orden. Usted podía dejar la puerta de su casa abierta y nadie se atrevía a meterse. Ahora vivimos amurallados con hierros en todas las puetas y ventanas”, me comentó un señor que vivió la “Era del Jefe”,

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“Aquí hace falta un Trujillo”. ¡No amigos! Aquí no hace falta un dictador que se apropie de la gente y de sus bienes, que decida quien vive y quien muere, quien merece la libertad y quien merece la cárcel, quien puede viajar fuera del territorio y quien no. Trujillo impuso el orden a base de terror, de miedo, de espanto, de la tortura, la desaparición y la muerte.

Quienes claman por “un Trujillo” no saben lo que dicen; no vivieron la crueldad del tirano, no conocieron al psicópata que como fiera devoraba a sus semejantes sin piedad. Lo peor que nos puede pasar es padecer otra noche oscura de 30 años. No, jamás otro personaje tan siniestro como el perínclito de San Cristóbal. Aquí hace falta un gobierno distinto a los que hemos tenido, capaz de poner el orden sin importar las consecuencias, que tenga la actitud, la voluntad y el coraje para los cambios que necesitamos.

Es fácil decirlo, pero muy difícil hacerlo en una sociedad corrompida desde abajo hasta arriba por los sectores económicos, políticos y sociales que han tenido el control del Estado, de un Estado estructurado para el dominio y el saqueo impune.

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Para entender el fenómeno y producir los cambios prometidos hay que ver como se formó la sociedad dominicana desde la llegada de Colón hasta nuestros días; sus gentes, sus clases sociales, como nace la oligarquía, cómo se produce la acumulación originaria de capitales, etc. El PRM debió plantearse ese problema cuando se marchó del PRM y se planteó la toma del poder. Una comisión de historiadores, sociólogos y antropólogos, cientistas todos, debieron hacer el planteamiento que le daría razón de ser para después de llegar al gobierno actuar consecuentemente, para no improvisar.

El poeta César Vallejo decía que la revolución social a la que aspirábamos hace años debía comenzar con nosotros mismos. ¿Cómo cambiar la sociedad si los ciudadanos no cambiamos, si no hacemos una retrospectiva, si no nos vemos por dentro, si no cambiamos nuestra manera de ver las cosas y de hacerlas?

No necesitamos un Trujillo para imponer el orden; necesitamos un presidente democrático, que sea garante de los derechos individuales y colectivos, pero de mano firme, que tenga la voluntad política y la valentía suficiente para acabar con el caos que reina en el país. Trujillo era un asesino y un ladrón. Eso no. Por lo menos yo no lo quiero, ya habría ordenado mi muerte o mi desaparición y estuviera persiguiendo a mis hijos por el simple hecho de ser hijos míos, como sucedía durante la dictadura.

Los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana no cambiaron las estructuras de poder en el país. Por el contrario, la fortalecieron para que los mismos grupos, las mismas clases, las mismas familias dueñas del país por más de dos siglos, se fortalecieran. Si algo la historia no le perdonara al ex presidente Leonel Fernández es que se convirtió en “un servidor del pasado en copa nueva”, como dice la canción “La Masa”, de Silvio Rodríguez. No siguió el pensamiento y la práctica de Juan Bosch, se adhirió al pensamiento retrógrado de Joaquín Balaguer, marcando una diferencia del cielo a la tierra con Bosch. Danilo Medina no tenía las herramientas intelectuales para entender ese fenómeno; no hizo más que seguir el modelo iniciado por Fernández fortaleciendo el sistema clientelar y corrupto que lo caracterizó dejando que el caos siguiera reinando como instrumento de poder político.

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Me pregunto, ¿tiene el Partido Revolucionario Moderno y el presidente Luís Abinader la comprensión del problema y la ecuación para la solución? Es posible que lo entienda, aunque no del todo, pero quienes lo acompañan en la tarea de transformar el país, pienso que están en el limbo.

Un presidente democrático como lo es Abinader, sin dudas, no cambia un país sin un partido grande y fuerte, sin una mayoría en el Congreso y en la Justicia que lo acompañen de manera organizada y firme.  

¡Aquí no hace falta otro Trujillo! ¡Nunca más! Lo que hace falta es orden, disciplina y un régimen de consecuencia para todos, sin injusticias y ni privilegios.

Por JUAN T H

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