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Por JUAN T H

Altice

No reenviemos todo lo que nos llega a través de las redes sociales. No le demos “forward”. No le demos “like” (me gusta). No difundamos toda la basura que nos llega, ni les hagamos “coro” a los delincuentes disfrazados de comunicadores. Seamos selectivos en las redes sociales. No sigamos a cualquier periodistas o comunicador dedicado al chantaje y la extorsión.

Desde hace algún tiempo algunos comunicadores y periodistas falsos se han dedicado a la extorsión y el chantaje a funcionarios, empresarios, artistas, deportistas, banqueros y ciudadanos comunes y corrientes, utilizando como arma la mentira, la verdad devaluada, el chisme y el rumor. Algunos están organizados y han formados compañías secretas dedicadas al chantaje primero y  la extorsión después. No hay mejor medio que Internet, a través de las redes sociales ponen a correr como reguero de pólvora mentiras, chismes, rumores, etc., que se convierten en verdades siendo mentiras, alimentadas por el morbo de cientos, miles y hasta millones de personas sin importarle a quien o quienes les han daño, las siguen y propagan. (“Difama, difama, que algo queda”)

Son “profesionales” de la extorsión y el chantaje, gente que gana mucho dinero injuriando y difamando a dirigentes políticos, empresariales, etc., porque tienen cientos de miles de seguidores. YouTube, por ejemplo, les paga a esos nefastos personajes por la cantidad de seguidores que poseen en sus cuentas. No tienen reparo. Hay quienes adicionalmente a lo que ganan por los “seguidores”, son contratados por terceros para iniciar campañas de descredito “denunciando” actos de corrupción, fraudes, infidelidades, etc., falsos, que alimentan el morbo y los convierten en verdades. La gente cree lo que quiere creer, no la verdad.  La verdad no importa hoy día.

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Lo peor es el nivel de impunidad con que los extorsionadores y chantajistas, muchas veces a sueldo, actúan. Hay quienes “cobran” deudas inexistentes en instituciones del Estado, amenazando con “sacar” a la luz pública un expediente de corrupción, hasta de infidelidad conyugal. Algo verdaderamente asqueroso y ruin.

En su libro “Rumorología”, (Cómo se difunden las falsedades, por qué nos las creemos y qué se puede hacer contra ellas) de Cass R. Sunstein, dice, “los rumores son casi tan antiguos como la historia de la humanidad, pero con la aparición de Internet se ha vuelto omnipresentes. De hecho, hoy en día estamos rodeados de ellos. Por supuesto, los rumores falsos son especialmente problemáticos, pues suponen un verdadero perjuicio para los individuos y las instituciones, y a menudo es muy difícil destruirlos. Pueden poner en peligro las carreras profesionales, la política, los cargos públicos y, a veces, hasta la misma democracia”.

Ese fenómeno lo vimos durante la campaña electoral reciente. Se montó una campaña falsa en contra de los candidatos del Partido Revolucionario Moderno y sus candidatos, incluyendo al hoy presidente de la República, Luís Abinader, diciendo que estaban patrocinados por el narcotráfico. Ese fenómeno lo estamos viendo actualmente con el nuevo gobierno. Campañas de chantajistas conocidos en contra de ministros y directores generales para hacerles daño y obligar al presidente Abinader a destituirlos pues de lo contrario estaría patrocinando la corrupción. Es un arma de doble filo: dañar la reputación de los funcionarios y del mismo presidente Abinader si no actúa en su contra. (Están en la radio y la televisión, además de las redes sociales)

Sunstein añade, “muchos de los rumores más divulgados están relacionados con personas famosas del mundo de la política o del entretenimiento. Otros implican a empresas, tanto grandes como pequeñas. Incluso hay algunos que implican a personas totalmente ajenas a la vida pública. Todos nosotros somos víctimas potenciales de los rumores, entre los que están los rumores falsos y malintencionados.”

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Irene Lozano, en el prólogo de la obra citada, nos apunta: “Muchos leemos blogs, escribimos en la red, dejamos comentarios o participamos en los chats; pertenecemos a una comunidad internauta que chismorrea sin parar y, por tanto, somos potenciales propagadores de cualquier rumor que llega a nuestro correo electrónico”.

Los “profesionales”  de la extorsión, propagadores de rumores como una empresa que los hace millonarios, no le importa a quien o a quienes dañan. Son mercenarios de la redes, sicarios de la comunicación. Se valen de cuentas falsas, de bots, chats, blogs, etc., para lograr sus propósitos. Justo en estos momentos está ocurriendo contra funcionarios, contra el gobierno y contra periodistas como yo. (Si no cedes al chantaje, te difamo. Casi nunca tienen pruebas de sus acusaciones. Y no las tienen porque son falsas. Y porque nadie los someterá ante los tribunales para no “perder el tiempo” y porque esa gente “no tiene nada que perder”)

Detener a esos impostores, farsantes, propagadores de rumores mentirosos a través de las redes sociales y otros medios de comunicación de masas, es urgente. Los afectados tienen que actuar en justicia. El Estado debe crear los mecanismos legales para detener a esos asesinos difamadores y calumniadores que atentan contra la privacidad y la dignidad de las personas, a los que todos tenemos derecho constitucionalmente.

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