Cientos de dominicanos varados en diferentes estados de los Estados Unidos por el Covid-19 fueron repatriados en las últimas 48 horas hacia la República Dominicana en tres vuelos desde el aeropuerto John F. Kennedy.
El vicecónsul Eduardo Hernández Incháustegui, indicó que los mismos se efectuaron este fín de semana a través de dos vuelos en Jet Blue, marcados con los números 8802 y 8804, organizados por el Consulado General, y el otro, un vuelo humanitario para situaciones de emergencia provisto por el socio-fundado de “Helidosa” Gonzalo Castillo.
El cónsul Carlos Castillo ha expresado que continuará las gestiones para repatriar la mayor cantidad de ciudadanos, que han estado de paseo o tránsito en EE.UU, al momento del cierre de la frontera aérea dominicana como medida del Gobierno para combatir el COVID-19 que azota el mundo.
Esta semana, el consul Castillo anunció la regularización de dos vuelos semanales desde NY, gracias a la disposición de las autoridades dominicanas de dar le exención del requisito de cuarentena mandatoria en un centro designado por el Ministerio de Salud Pública, siempre y cuando los viajeros se hagan la prueba del COVID -19, PCR 8800.
“Hemos venido trabajando y dando cumplimiento a las normas, al protocolo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y en el marco de las medidas implementadas por el Gobierno que preside el licenciado Danilo Medina para evitar el contagio y la propagación del COVID-19 que sigue causando las muertes de más dominicanos en todas partes del mundo, además de la RD”, expresó.
Para ser elegible para los vuelos ferry, el consulado se comunica con los interesados a través del ChatBot Consular de Whatsapp, en el teléfono 914-826-8091.
Por ser día de Las Madres en la RD, las mujeres que particieron hacia el país caribeño fueron objeto de flores, entusiasmándose para luego entonar el “Himno de Las Madres”
Entre otros funcionarios consulares que participaron en la organización y despacho de los vuelos figuran Xiomara Payano, Elbis Marte, Dimas de Moya, Elpidio de la Rosa y Henry Amador.
Por Ramón Mercedes