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JUAN T H

Altice

El Partido de la Liberación Dominicana no quiere dialogo. En verdad nunca lo ha querido, sobre todo cuando se trata de establecer normas que fortalezcan la institucionalidad y  el imperio de la ley, permitiendo equidad  y transparencia en el manejo de la cosa pública.

El gobierno del PLD aceptó el diálogo porque estaba acorralado por la presión social, tanto en el país como en el  extranjero después de haber saboteado las elecciones municipales sabiendo que sufriría una derrota desmoralizadora que sería un anticipo de lo que ocurrirá en mayo cuando se elegirán diputados, senadores, presidente y vicepresidente de la República.

Así como el PLD hizo que las elecciones fueran suspendidas, hará lo mismo para que el dialogo termine en nada, en una pérdida de tiempo, precisamente para ganar tiempo mientras se acerca el domingo cuando planean valerse del poder sin pudor ni rubor.

La oposición encabezada por el Partido Revolucionario Moderno no puede caer en la trampa del oficialista Consejo Económico Social que encabeza el inefable monseñor Agripino Núñez Collado, de muy triste recordación, en un “diálogo de sordos”. El PLD no quiere hablar a “calzón quitado” para esclarecer lo sucedido el pasado 15 de marzo, ni quiere acuerdos que limiten o  impidan las posibilidades de fraudes, ahora más con el voto manual, que se presta a toda clase de trampas.

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Un diálogo sincero supone acuerdos que  impidan el uso desmesurado y abusivo de los recursos del Estado a través del Plan Social de la Presidencia, los Comedores Económicos, el bono gas, bono luz, tarjeta Solidaridad, Instituto Nacional de Estabilización de Precios (Inespre), etc., cosa que el PLD no desea.

El PLD continúa abusando, violando sus propias leyes, repartiendo dinero en los 238 distritos municipales del país, así como en todos los municipios sin que nadie se lo impida. Los funcionarios altos y medios andan con las alforjas llenas de dinero en efectivo, presionando y chantajeando a los beneficiarios de los planes existencialistas del gobierno, obligando a los empleados públicos y familiares de guardias y policías para que voten por los candidatos oficialistas.

Los dirigentes del PLD tienen sus encuestas; saben que voto a voto no ganan, que perderán en las principales demarcaciones. Están más que conscientes de su debacle electoral, que  no “los salva ni el médico chino”.

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El PLD perderá las elecciones del próximo domingo a pesar de todos los fraudes que tienen planificados; la gente cogerá todo lo que le  “regalen” y votarán por los candidatos opositores. Y después perderá las elecciones congresuales y presidenciales.

Ante esa situación es que en el Palacio y  en la Casa Nacional del PLD hay pánico. Un diálogo lo perjudica porque lo conduce a determinados acuerdos. Tampoco quiere un discal electoral independiente, quiere un pelafustán, un títere, mequetrefe, que legitime todas sus vagabunderías.

El PRM no hace nada en las reuniones del CES que no sea perder el tiempo miserablemente. La “línea de masas”: movilizaciones, paros, cacerolazos, etc., es el camino a seguir, es el único diálogo que entiende el PLD. Hay que poner al gobierno como la arepa: candela por arriba y candela por debajo para evitar otro matadero electoral.

Recuerden que el PLD cuando pierde, arrebata, que juega con cartas marcadas. En tal sentido, hagamos nuestra la vieja consigna de Juan Bosch. “Aquí jugamos todos o se rompe la baraja”. ¡Sí señor!

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