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Miguel Ángel Cid Cid

Altice

Aparenta que los países desarrollados se han montado en la onda lírica del poema Romance sonámbulo de Federico García Lorca: Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas.

Ellos pregonan, en efecto, que el verde es la naturaleza toda. Como si el hombre, el medio ambiente, el mundo, el universo fueran solo hojas verdes. Pero esas reverberaciones ideológicas de lo verde de los países altamente industrializados tiene su zurrapita en el fondo: lo verde trae aparejado la comida sana, los alimentos orgánicos y el gimnasio obligatorio.

Los ingenuos que siembran y cosechan hortalizas o víveres en el patio de sus casas, creen que eso les garantiza producir alimentos sanos, sin trazas de pesticidas, orgánicos. Falso de toda falsedad.

Un producto “orgánico” y por ende “sano” depende de dónde lo compras. Depende de quién lo certificó. También debe ser empacados apropiadamente en un bolso biodegradable.

Esa moda se adapta a los otros aspectos de la vida. Como las cosas buenas duran poco, nadie puede disfrutar a plenitud de una buena caminata. Eso fue práctica del pasado. La “modernidad” demanda que el ejercicio se realice en un gimnasio, asistido por entrenadores especializados. Ah, y con indumentarias especializadas; con ropas inteligentes. A ello se agrega la dieta.

Los productos de la dieta se deben comprar en el mismo gimnasio. Igual las ropas inteligentes, aquellos ajuares que controlan el ritmo cardíaco del usuario.

Es inadecuado, vulgar y muy mal visto ejercitarse en la casa o caminar por las calles, plazas y parques. Sí así lo haces, estás derrochando tiempo y dinero. Y ya hace mucho que Benjamín Franklin mandó: el tiempo es oro.

¿Por qué para que el ejercicio surta efecto tiene que ser en un gimnasio?

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La respuesta es simple, se reduce a una sola palabra.  Tres sílabas, siete caracteres: CONSUMO.

El producto más sano del mercado es el CONSUMO. El consumo trepidante alimenta tu ego y lo llena de dicha, gozo y felicidad.

Ahora bien, ¿por qué las tiendas de comercio de productos orgánicos no están abarrotadas de clientes?

Simple: muy pocos clientes van a comprar ahí. En este tipo de establecimientos nadie te ve. Se perdería el punto más importante del último grito de la modernidad: ver y ser visto.

En nuestro país, por supuesto, la moda verde entró de a duro y con la pámpara prendía. En los grandes supermercados, híper tiendas y “Mall” se montaron temprano en la guagua. Ellos se resisten a promover las fundas plásticas. En cambio, te ofertan, a precio no tan módico, un bolso biodegradable. Muy amigable al medio ambiente y a sus cuentas de banco. ¡Hipocresía! Pura astucia mercantil.

Si no fuera así, ¿por qué no te regalan el bolso biodegradable igual como lo hacen con la funda plástica? Digo, si la intención es proteger al medio ambiente. ¿Por qué la funda biodegradable te la venden a precio de vaca gorda?

¿Por qué en las cafeterías del Supermercado Nacional, por ejemplo, antes servían los alimentos en vajillas reutilizables, mientras que ahora lo hacen en cajas plásticas? Ahora un desayuno, un almuerzo o una cena sencilla desperdicia entre 4 a 5 empaques plásticos. ¿Eso es amigable al medio ambiente?

Lo del Grupo Ramos, La Sirena, resulta conmovedor. En sus fundas plásticas imprimen una propaganda que reza: “¿REALMENTE ME NECESITAS? PIENSA EN EL MEDIO AMBIENTE”, así, todo en mayúsculas. Si lo piensas bien, el mensaje te parte el alma.

Ya lo dijo Eduardo Galeano, de quien asumo el título de este artículo, el capitalismo es pura hipocresía. “Mientras el Banco Mundial y los organismos multilaterales promueven la moda verde y sus documentos oficiales deben tener una página verde como muestra de la firme decisión. Los mismos organismos financian la depredación de miles de hectáreas de tierra en la Amazonía, en busca de petróleo”.

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Y es que el capital es el más peligroso depredador de la naturaleza. En el capitalismo salvaje que vivimos, el sentido profundo de la existencia se reduce al CONSUMO. Consumo para generar más capital. Sí para ello hay que exterminar pueblos enteros, bosques, montañas y mares, ¡aleluya!, venga la civilización.

Consumo cuidado pregunto: ¿A qué crees que se deben las guerras en medio oriente? ¿Las protestas en Colombia, Chile, Venezuela, Haití? ¿El golpe de Estado en Bolivia? ¿Por qué crees asesinaron a Muamar el Gadafi y lo intentaron tantas veces con Fidel Castro? ¿A qué se debe la estrangulación económica de la Venezuela de Nicolás Maduro?

La razón es instalar gobiernos títeres. Que los países le permitan al gran capital explotar el oro, el petróleo, el litio y otros recursos naturales generadores de inmensos beneficios.

Si los grandes negocios quieren promover la protección al medio ambiente, que empaquen las compras en bolsos biodegradables sin costo adicional alguno. La práctica corriente actual es una vulgar hipocresía.

En fin, vientos soplan hoy, pero no son los del verde de la esperanza, como se nos quiere hacer creer. El gran poeta español, arriba citado y en el mismo poema escribe: El largo viento, dejaba / en la boca un raro gusto / de hiel, de menta y de albahaca.

 

Miguel Ángel Cid

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Twitter: @miguelcid1

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