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El agua cristalina que había debajo de Hannah Mighall, de 13 años, se oscureció por un momento.

Estaba sentada a horcajadas sobre su tabla de surf, disfrutando del calor del sol mientras ella y su primo esperaban la próxima ola en la idílica Bahía de los Fuegos de Tasmania.

Altice

Detrás de ellos, la playa de arena blanca brillante estaba en gran parte desierta. La jornada de surf había sido buena hasta ese momento.

La repentina sombra que apareció debajo hizo que Mighall levantara instintivamente sus pies: bolas de algas a menudo rompían contra rocas cercanas y flotaban en las olas.

“Son muy viscosas, odiaba tocarlas”, explica.

Pero entonces algo se apoderó de su pierna. “Al principio no me dolió, fue como si algo me hubiera atrapado suavemente y luego estaba en el agua”, dice Mighall.

Para aquellos que presenciaron lo que sucedió, sin embargo, fue todo menos suave.

El agua alrededor de Mighall explotó cuando un tiburón blanco de cinco metros de largo se enganchó a su pierna derecha, la levantó de la tabla de surf y la sacudió en el aire antes de desaparecer bajo el agua.

“Tardé unos segundos en darme cuenta de que era un tiburón”, explica.

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El tiburón que atacó a Hannah Mighall dio un gran mordisco a su tabla de surf antes de que le permitiera regresar a la superficie.

“Cuando salí del agua, estaba de espaldas pero tenía la pierna en su boca. Todo lo que pude ver fue mi pierna negra con el traje de neopreno, sus dientes, las encías rosadas, y la parte oscura debajo de la nariz. Pensé que estaba teniendo una pesadilla y seguí intentando abrir los ojos”.

El primo de Mighall, Syb Mundy, de 33 años, a pocos metros de ella, corrió y comenzó a golpear al tiburón a un lado de la cabeza.

El tiburón se apartó de él y, al sumergirse, soltó a Mighall, embistiendo contra su tabla de surf, que todavía estaba atada por una cuerda a su pierna.

Con la tabla en la boca, el tiburón arrastró a Mighall bajo el agua por segunda vez. Momentos después, apareció de nuevo en la superficie con la tabla dañada.

Mundy agarró a su prima, la puso sobre la espalda y remó frenéticamente hacia la orilla.

“El tiburón nos rodeaba bajo el agua”, dice Mighall. “Luego entró esta ola y Syb dijo: ‘Tenemos que agarrarla, nos va a salvar la vida’. Yo solo golpeaba el agua porque estaba aterrorizada, pero él remaba y la ola nos llevó hasta la orilla.

El tiburón vino con nosotros todo el camino hasta la playa. Pudimos ver su aleta mientras surfeaba la misma ola”.

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Afortunadamente para Mighall, entre las pocas personas en la playa que presenciaron lo que había sucedido ese día había un médico y una enfermera. Le dieron primeros auxilios vitales mientras esperaban a que llegara una ambulancia.

Más de 10 años después, todavía tiene cicatrices profundas en su pierna que trazan el contorno de la boca del tiburón y su pierna derecha es más débil que la izquierda.

Mighall fue una de entre aproximadamente 83 personas en todo el mundo que fueron atacadas sin provocación previa por tiburones en 2009. Es una cifra que se ha mantenido en el mismo nivel durante la última década.

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Los grandes tiburones blancos generalmente atacan a sus presas desde abajo con gran velocidad y una mordida devastadora.

El número promedio de ataques no provocados entre 2013-2017, por ejemplo, fue de 84. Pero investigaciones recientes indican que los ataques de tiburones en algunas partes del mundo parecen estar en aumento.

El este de Estados Unidos y el sur de Australia han visto cómo las tasas de ataque de tiburones casi se doblaban en los últimos 20 años, mientras que Hawái también ha experimentado un fuerte aumento. Pero ¿por qué?

Fuente | BBC

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