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“Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Franklin D. Roosevelt

 JUAN T H

Altice

En nombre de la democracia se han cometido los mayores robos, saqueos, delitos y crímenes contra la humanidad que la historia registra desde la revolución industrial y el surgimiento de la burguesía y el capitalismo salvaje que deshumaniza y permite que unos cuantos hombres y mujeres –que importa el sexo- tengan las riquezas que necesitan para sobrevivir miles de millones de personas.

Esa democracia, imperial y clasista, incluye a pocos, mientras excluye a miles de millones. (Como escribiera el poeta Mateo Morrison: “Esa puede que sea tu paz, pero es mi guerra”)

Oliver Stone y Peter Kuznick han publicado un formidable libro titulado, “La historia silenciada de Estados Unidos” donde se preguntan, “¿por qué nuestro país tiene bases militares –más de mil según algunas fuentes- en todas las regiones del planeta? ¿Por qué gasta en sus fuerzas armadas tanto dinero como el resto del mundo junto? ¿Por qué todavía dispone de miles de armas nucleares –muchas de ellas listas para ser utilizadas en cualquier momento- aunque ninguna nación suponga una amenaza inminente? ¿Por qué la brecha entre ricos y pobres es mayor en Estados Unidos que en cualquier otra nación desarrollada? ¿Por qué Estados Unidos es el único país avanzado sin asistencia sanitaria universal?”

Y continúan: “¿Por qué tan pocas personas –quizá trescientas o quinientas o dos mil- acaparan tanta riqueza como los tres mil millones de ciudadanos más pobres del mundo? ¿Por qué permite que una minoría de norteamericanos ricos ejerza un control tan férreo de la política interior y exterior y de los medios de comunicación mientras el ciudadano ve como su poder real de decisión y su nivel de vida disminuyen cada vez más? ¿Por qué Estados Unidos tiene un porcentaje menor de trabajadores sindicados que las demás democracias industrializadas del mundo?” Esa pues, no es la gran democracia del mundo, la que nos venden a diario medios de comunicación como “CNN”.

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Yo, un simple ciudadano caribeño, podría formular cientos de preguntas similares y responder dramáticamente sobre cientos –tal vez miles- de abusos, atropellos y crímenes en nombre de la libertad y la democracia. ¿La libertad de quien o de quiénes? ¿La democracia de quién y de quienes, y para quienes?

Yo, cómo dijera el poeta León Felipe, me sé todos los cuentos; que “los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre ha inventado todos los cuentos”. (La democracia es uno de tantos cuentos, al servicio de la desigualdad social)

Los imperios no pueden dar catedra de libertad ni de justicia. La historia, tan testaruda como los hechos que analiza, no miente.

La democracia de los países latinoamericanos sólo es buena si complace los intereses de las oligarquías criollas y sus socios extranjeros (y viceversa), de lo contrario, no es democracia y tiene que ser desterrada. La democracia es para los ricos, no para los pobres.

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Salvador Allende fue elegido democráticamente por su pueblo, pero produjo transformaciones estructurales que lesionaban los intereses monopólicos estadounidenses y de la rancia burguesía chilena. La democracia dejó de ser buena. La conspiración  y el posterior golpe de Estado no se  hicieron esperar. Allende fue derrocado y en  su lugar llegó el general Pinochet que durante 17 largos años gobernó ese “largo pétalo de mar” que describió el poeta Neruda. Entonces la democracia si funcionó bien con el gorila de Pinochet.

Con el apoyo de Estados Unidos las dictaduras militares sustituyeron los intentos democráticos en los países de Suramérica, Centroamérica y el caribe.

Los Somoza gobernaron Nicaragua desde 1937 hasta 1979 cuando triunfó la revolución sandinista que fue saboteada por los “contra” financiados por el imperio. Sobre Anastasio Somoza, el ilustre presidente Franklin D. Roosevelt admitió que “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Y de eso se trata: “Los hijos de puta” de Estados Unidos son sus “hijos de puta” y deben ser protegidos no importa que sean testaferros,  proxenetas, violadores, ladrones y asesinos”.

Ese, no otro, es el problema de la democracia en Venezuela; ese es el problema, primero de Chávez, ahora de Nicolás Maduro, como lo fue de Juan Bosch, de Fidel y la revolución cubana que aún se mantiene firme a pesar del bloqueo criminal y de los chantajes permanentes.

La democracia no es “del pueblo y para el pueblo”, es de los ricos para los ricos. ¡Dejémonos de cuentos chinos!

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