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Por JUAN T H

Altice

Los consensos suelen ser resultado de la imposición emanada del poder que ser ejerce autoritariamente. El consenso es fruto del miedo que impone el terror. No hay consenso en los regímenes auténticamente democráticos, donde el disenso es natural, surge del llamado libre albedrío de cada uno.

Dicen que “cada cabeza es un mundo”. Eso no siempre es cierto, como tampoco es cierto que “la mayoría siempre tiene la razón” porque el pueblo no se equivoca, es soberano y siempre tiene la razón. No, nada de eso es verdad.

El presidente Luís Abinader le ha presentado al país una propuesta de modificación de la Constitución de la República. La mayoría de los ciudadanos está de acuerdo con la idea del Ejecutivo. Sin embargo, la oposición que encarnan el Partido de la Liberación Dominicana y el Partido Fuerza del Pueblo, no. dicen que la Carta Magna no debe ser tocada, porque todo está hecho por los siglos de los siglos, como si la sociedad no fuera dinámica, cambiante, evolutiva con el tiempo y el desarrollo de los pueblos.

Los opositores al cambio constitucional no tienen razón, ni calidad política, ética o moral, para protestar. Dicen, por ejemplo, que la independencia del Ministerio Público está garantizada. ¡Mentiras del Diablo! Tanto Danilo (Dañino) Medina como Leonel Fernández, usaron ese organismo para su beneficio personal, blindándolo para que la justicia no pudiera tocarlos sentándolos en el banquillo de los acusados y encerarlos en la cárcel, de donde no debieron salir nunca.

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Los procuradores generales designados tanto por Dañino Medina como por el padre de la corrupción moderna, Leonel Fernández, fueron dirigentes o amigos de ellos, a saber, Mariano Germán, Radhamés Jiménez, Ramón Pina Acevedo, Francisco Domínguez Brito, Abel Rodríguez del Orbe, y, para coronar, al inefable, perverso y corrupto en demasía, Jean Alan Rodríguez. Y para terminar el blindaje, tanto Dañino como su socio y enemigo íntimo, Fernández, designaron a militantes y dirigentes del PLD como ministerio público en todas las provincias, lo mismo hicieron con los jueces, principalmente de las mal llamadas “Altas Cortes”.

Lo he dicho muchas veces, y no me cansaré de decirlo, el “cambio” del PRM y del presidente Abinader, debió comenzar por el Sistema Judicial. Había que revolucionarlo, si de verdad se pretendía hacer justicia. (Aun los jefes del desfalco a que fue sometido este país les enrostran a los ciudadanos sus inmensas fortunas)

Creo que la reforma constitucional ha debido ir más lejos de lo que plantea el gobierno, no sólo en lo relativo a la reelección presidencial, con lo que estoy de acuerdo, sino con unificar las elecciones, con lo que también estoy de acuerdo, pero también con modificar lo relativo al 50 más uno. Debe ser minoría simple o un 40%, pero si la diferencia entre el primer lugar y el segundo es de un 10%, no sea necesaria la costosa segunda vuelta. Creo en una modificación integral, radical, que perdure en el tiempo hasta que el desarrollo social amerite otra reforma, por el hecho de que nada es eterno, dialécticamente todo cambia, todo se transforma.

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No estaría demás aprovechar la oportunidad para ver el sistema de partidos políticos, el financiamiento, la ley electoral, aprobar definitivamente el Código Penal y el Ministerio de Justicia, depositado hace meses en el Congreso. (Por cierto, los trabajos, tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados tienen que ser agilizados, terminar con la vagancia.

El pueblo, en las urnas, le dio la mayoría al PRM para que produzca los cambios y transformaciones que demanda la sociedad. Es el momento de hacerlo. El PRM debe discutir los temas propuestos por el presidente, agregarle lo que haya que agregar, luego ir monolíticamente al Congreso y aprobar los cambios necesarios. Siempre habrá quien se oponga. Es normal, nadie puede asustarse por ello. El consenso, como ya he dicho, no es posible en un gobierno democrático como el que tenemos. Hagamos pues, lo que tenemos que hacer, firmes en los propósitos y en los principios, como decíamos en la izquierda revolucionaria que tanta falta hace en estos momentos donde prima la inversión de valores éticos y morales.

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