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POR JUAN T H 

Altice

Alguien -que desconozco- está provocando al gobierno dominicano represando el río Artibonito o Masacre, el más largo de La Española y el segundo más largo del archipiélago de las Antillas, violando tratados internacionales suscritos hace muchos años, que nace en nuestro territorio, como casi todos los ríos que llegan al vecino país, para provocar una crisis de dimensiones internacionales peligrosas para ambos países, sobre todo el nuestro que en los conflictos internacionales somos acusados de xenófobos y racistas. 

No creo que un empresario, como alega el gobierno haitiano, haya decidido, por “motu proprio” realizar el trabajo de ingeniería, con equipos, máquinas y demás materiales, para desviar el curso del río, sin su autorización o complicidad. ¡Es imposible! 

Alguien, muy poderoso, debe está detrás de lo que obviamente es una provocación en busca de un enfrentamiento cruento entre ambos países. Presumo que una parte de la élite empresarial haitiana, juntamente con organismos internacionales, en procura de ahondar la crisis y provocar un enfrentamiento insalvable entre haitianos y dominicanos. Es más, ni siquiera dudo que haya determinados sectores oligárquicos dominicanos envueltos en la trama. ¡No dudo nada! 

Como es bien sabido, la llamada “comunidad internacional” no cree que deban existir dos países en una misma isla, independientemente de que entre ambos pueblos haya diferencias culturales, sociológicas y antropológicas que los separan diametralmente.  (Los haitianos hablan Creole, los dominicanos, español; los haitianos profesan la religión budista, los dominicanos el cristianismo. Y ni hablar de la música, el folclor y las tradiciones de uno y del otro, a pesar del sincretismo que ocasionalmente lo une. 

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El pueblo haitiano y el dominicano son dos pueblos unidos geográficamente, pero separados por la lengua, la religión, entre otros elementos. República Dominicana es un país. Haití, lamentablemente, no. El Estado dominicano, a pesar de sus debilidades institucionales, funciona, el Estado haitiano, no. en la República Dominicana hay un gobierno, en Haití no. 

Esos dos elementos, lengua y religión, son fundamentales en la historia y la cultura, amén del origen y la historia de ambos pueblos, incluyendo que uno se independizó del otro, profundizando la división histórica, más que física. Aunque la isla es una e indivisible geográficamente, la realidad es que la isla quedó marcada por los independentistas de 1844. 

Estados Unidos, Francia, España, incluyendo las Naciones Unidas, entre otros organismos internacionales, apuestan, desde hace mucho, a un gobierno en los dos países, probablemente encabezado por los dominicanos que tienen más desarrollo económico, político y social. Pero eso es imposible. Ni lo quieren los haitianos, ni lo queremos los dominicanos. La República Dominicana jamás será territorio haitiano. De igual forma, el territorio haitiano jamás será territorio dominicano. Ni unos, ni otros, quieren que eso suceda. 

Ahora bien, la “comunidad internacional” debe asimilar esa realidad y actuar consecuentemente buscándole una salida que no sea la unificación, porque eso no sucederá nunca. ¡Ténganlo bien claro! 

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En Haití hay una crisis que parece insalvable. En los 27 mil y tantos kilómetros cuadrados que ocupan más de once millones de almas, sólo hay hambre, miseria marginalidad, violencia, sin instituciones políticas y sociales democráticas, sin educación, sin agua, sin árboles. Un territorio totalmente desértico, porque los propios haitianos lo han devastado. A los haitianos no los quiere nadie. En Estados Unidos, Francia, España, Chile, Argentina, Venezuela, Italia, etc., los aperrean.  

He llegado a la conclusión de que la crisis provocada por el desvío del río Masacre, es una provocación. Hay quienes quieren un enfrentamiento violento entre haitianos y dominicanos, que perderán los haitianos, para luego acusar al gobierno dominicano y justificar acciones posteriores en contra del pueblo dominicano. 

Considero que el gobierno dominicano ha hecho bien en cerrar la frontera con Dajabón como advertencia, impedir que continúen los visados de ciudadanos de ese país, entre otras medidas atinadas. Igualmente, el gobierno, como he dicho, a todos los dominicanos que descubran y apresen traficando con haitianos ilegales, deben apresarlos, declararlos traidores a la patria. Y que paguen las consecuencias de su crimen. (Yo los fusilaría frente al Parque Independencia) 

El presidente Luís Abinader, junto al cuerpo diplomático encabezado por el canciller Roberto Álvarez, tienen que actuar con mesura y mucho tacto, porque, como dicen, “algo huele mal en Dinamarca”. La provocación contra el país me parece que tiene propósitos ocultos. Ya lo veremos, el tiempo lo dirá. (¡No desesperéis!) 

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