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Por JUAN T H
Quiero invitar a una gira turística, de viernes a domingo, por los barrios del Gran Santo Domingo y la Capital, para vivir momentos inolvidables de caos, violencia, prostitución, alcohol, marihuana, cocaína, éxtasis y otras drogas prohibidas, pero de consumo público en cada esquina y centro nocturno, desde que muere el Sol hasta que nace al día siguiente.
“Sodoma y Gomorra” no compiten con estos sectores llamados marginados o carenciados.
No me explico cómo la mayoría de los jóvenes que abarrotan esos lugares pueden costear noches enteras de alcohol, drogas y prostitución, si la mayoría no trabaja.
El tráfico y micro tráfico de drogas a cargo de bandas militares y paramilitares, con puntos que todos conocen, forma parte del escenario alucinante, envilecedor e inhumano que se percibe.
Los órganos del Estado encargados de la vigilancia, protección ciudadana, combate a las drogas y cumplimiento de las leyes y las normas, suelen formar parte de ese submundo donde “la vida no vale nada”.
Si el 29% de los jóvenes no trabaja; si una buena parte de ellos forman parte de los “nini” (que ni estudian ni trabajan); si están concentrados en esos barrios de pobreza absoluta, ¿quién los financia? ¿El gobierno a través de grupos policiales, militares y civiles para que no se conviertan en un peligro político? Estoy casi seguro.
Recuerdo que durante los gobiernos de Leonel Fernández se “pagaba para no matar” a los “tigueres” de los sectores marginados. Miles de millones de pesos se gastaban todos los años en mantener envilecidos y dormidos a una buena parte de los jóvenes. También sé que los puntos de drogas (dicen que más de 30 mil en todo el país) solo son posibles con la anuencia de las autoridades.
Este tiene que ser uno de los países de la región donde más alcohol y drogas de toda clase se consumen sin mayores dificultades. (La complicidad gubernamental es tan obvia, tan clara, que irrita y enloquece al ciudadano que desea lo mejor para su país)
Los barrios de la parte norte de la capital, por ejemplo, es tierra de nadie. Haga un recorrido un viernes cualquiera y confúndase con la gente con tatuajes, corte de pelo “raro”, ropa de “pacas”, un lenguaje que no alcanza las cien palabras, que escucha y baila bachatas y “Dembow” enajenantes y embrutecedoras.
Interactúe con los muchachos y muchachas sin que noten que lo estás interrogando para un estudio sociológico o algo parecido y se dará cuenta que ese es otro mundo, otro país creado por los políticos y las clases dominantes para que no piensen y reclamen sus derechos.
Los viajes “ilegales” en yolas (frágiles embarcaciones) y otras maneras de huir del hambre y la miseria que permite que alrededor de dos millones de dominicanos se haya marchado, le han resuelto un problema económico, político y social a los gobernantes y los ricos, que además mientras reciben grandes beneficios a través de las remesas que sobrepasan los cinco mil millones de dólares para mantener la economía a flote y con ella sus privilegios.
Esos “viajes ilegales” y los legales (más de dos millones en un éxodo increíble para un país rico) junto con la marginalidad y la pobreza de los barrios donde la violencia, la delincuencia, el crimen, las drogas, el alcohol y la prostitución, los bonos gas, eléctricos, las bancas de apuestas etc., que entumecen y matan socialmente a nuestros jóvenes, forman parte del engranaje político de los verdaderos dueños del país para mantenerse eternamente en el poder.

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