Por JUAN T H
No hay un solo caso de corrupción que haya adquirido “el carácter de la cosa irrevocablemente juzgado” en los últimos años. Los acusados de corrupción han sido liberados, están en sus casas, sin grilletes ni nada que los mantenga en prisión. Un manto de impunidad los cubre.
Ya sabemos que la corrupción es un problema endémico, que probablemente nació y se enraizó en toda la isla con la llegada de los españoles en 1492, extendiéndose por todo el continente, que hoy sigue siendo el más desigual de todos, incluyendo África, donde la inequidad adquiere niveles infrahumanos debido a su escaso desarrollo.
Los proyectos políticos que hemos tenido a lo largo de los siglos han fracasado de un modo o de otro. Los sectores progresistas o liberales que han gobernado el país, muy pocos, por cierto, han fracasado.
La corrupción, junto con su hermana, la impunidad, han caminado entrelazados de la mano, con un Sistema Judicial de carácter clasista, que oprime y reprime a los sectores marginados, a los que encarcela violando muchas veces sus derechos más elementales, mientras, por otro lado, a los “dueños del país”, no los toca ni con el pétalo de una rosa, no importa cual crimen o delito hayan cometido.
La Justicia dominicana, cuando se trata de los poderosos dueños del país, es ciega, sorda y muda. La balanza se inclina siempre a favor de los ricos y en contra de los pobres.
El presidente Joaquín Balaguer llegó a decir que la corrupción sólo se detenía en la puerta de su despacho. No sé hasta dónde se verdad, pero lo cierto que el expresidente, que en una ocasión también dijo descubrir un corrupto todos los días en su gobierno, jamás los sometió ante los tribunales, ni los encarceló; los sustituía o los premiaba trasladándolos de un despacho a otro.
Sin embargo, Balaguer era un hombre austero, en el plano personal. Vivió sin ostentación, a pesar de los múltiples cargos públicos que ocupó, incluyendo la presidencia de la República, por más de veinte años. Eso sí, se rodeó de ladrones y asesinos, sembrando el terror por más de 12 años, para garantizar la gobernanza y su mantenimiento en el poder.
La corrupción alcanzó su máximo esplendor durante los 20 años del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que encabezaron, Leonel Fernández y Danilo Medina, sin duda los padres de la corrupción moderna, legalizando y legitimando el robo y el saqueo de los bienes públicos, sin ninguna consecuencia, de tal manera que, a más de cuatro años de su salida del poder, no ha sido posible someterlos a la justicia, condenarlos y enviarlos a la cárcel. ¡La impunidad ha sido total y absoluta!
No ha sido casual. Antes de abandonar el poder, empujado por la fuerza popular, la división de sus filas, más la ayuda del Departamento de Estado de los Estados Unidos (recuerden la visita del ministro Pompeo), el PLD debió salir del poder. Pero antes de hacerlo, mucho antes, se blindó judicialmente. El Sistema de Justicia fue secuestrado y convertido en un bunker impenetrable con jueces y fiscales preparados y entrenados, como militares en una academia, para recibir órdenes superiores. Jueces, fiscales y abogados, miembros y dirigentes del PLD fueron colocados en los distintos estamentos judiciales para consolidar el Bunker. Para que no fueran tocados y garantizar su permanencia, se crearon leyes y reglamentos para protegerlos ante la llegada de nuevas autoridades gubernamentales.
Es así como el gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM) que encabeza Luís Abinader llega con las manos atadas. Encontró un Sistema Judicial controlado en su totalidad por el PLD, de tal manera que nadie ha sido condenado ni despojado de los bienes extraídos de las arcas del Estado. Salvo la magistrada Mirian Germán, que también forma parte del “Sistema” por su formación y sus años como jueza, no tiene compromiso con la corrupción. Su honestidad está fuera de toda duda. Ahora bien, los demás, casi en tu totalidad, provienen de las filas moradas.
Por eso he dicho en múltiples ocasiones, que el “cambio” debió comenzar con la justicia. Y que para lograr los objetivos planteados por el presidente Abinader había que destruir el andamiaje corrupto y perverso dejado por los gobiernos del PLD, de lo contrario nada se lograría, como en efecto así ha ocurrido.
Aún se hace necesario producir cambios radicales en el Sistema de Justicia dominicanos si de verdad no estamos ante escaramuzas de guerra con balas de salva, si de verdad queremos un Sistema de Justicia verdadero, donde no haya injusticias ni privilegios, como ha ocurrido siempre, desde la llegada de los españoles a la isla en 1492.