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Por JUAN T H

Altice

Luís Abinader le pidió al pueblo dominicano que apostara al cambio. Su oferta caló en la conciencia nacional, a tal punto que lo eligió presidente y le otorgó la mayoría relativa en el Congreso para que pudiera darle un marco jurídico que lo legitimara.

Aun escucho la voz de mi querida y admirada Cecilia García cantando “el cambio va”.  La diferencia entre los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (Leonel-Danilo) y el que hoy encabeza Abinader, del Partido Revolucionario Moderno, es abismal, del cielo a la tierra, hasta este momento: más transparencia, tolerancia cero con la corrupción, Procuradora General sin vínculos partidario, manejo adecuado de los recursos públicos, etc.

Tenemos -hay que decirlo- un gobierno decente, un presidente que se ocupa de los problemas nacionales, que da la cara, que trabaja 16 horas al día para adecentar y modernizar el Estado para que deje de ser una piñata cada cuatro años, que se muestra diáfano, humano y cercano. Todo eso es verdad. Ahora bien, yo aspiraba o aspiro a un cambio más profundo, que toque las raíces del modelo que tenemos, patriarcal, patrimonial, clientelar, muy atrasado.

Dentro de un marco actuar resulta imposible producir los cambios sin un acuerdo nacional de los sectores políticos, económicos y sociales, como el pacto de la Moncloa en España tras la muerte del dictador Francisco Franco. Recuerdo que siendo Jesús -Chu- Vázquez presidente del Senado trajo al país al ex jefe de gobierno español y otrora líder del Partido Socialista Obrero Español, Felipe Gonzáles a una conferencia magistral, y sugirió un acuerdo de cinco o seis puntos que serían intocables no importa que partido o que presidente gobernara la nación.  Educación, Salud, Energía, Seguridad Ciudadana, Justicia, etc. Nadie le hizo caso. El PLD aprobó un supuesto plan nacional de desarrollo unilateral que aun ronda en las mentes de algunos.

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Un pacto fiscal, por la educación, por la salud, etc., sin modificar la estructura del Estado, concebido para el saqueo, el contrabando, la evasión de impuestos y la corrupción, nunca será una realidad. La profilaxis tiene que ser profunda; nada de parchos.

El cambio del PRM debe ser verdadero, tocar el fondo, derribar la columna vertebral de este sistema malvado y corrupto que sirve a las élites económicas, políticas y religiosas, no al pueblo que padece marginalidad y miseria, viendo la gran concentración de las riquezas en pocas manos.

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 Como no hay revolución, que es donde se producen las transformaciones radicales, sustituyendo un sistema por otro o un régimen por otro; como no se trata de eso, lo sensato entonces es hacer lo posible, no cambiar para que todo siga igual, sino cambiar para que todo cambie para la gente, para las mayorías. Por eso precisamos de un pacto o acuerdo de algunos puntos esenciales para un desarrollo sostenido. Darnos una Constitución moderna, pétrea, que fortalezca el Congreso, la Justicia, la Educación, Salud, etc.

El presidente Abinader, patrocinador del cambio, tiene la fuerza política, la calidad moral y la voluntad para impulsar ese acuerdo o pacto por la democracia y el desarrollo nacional, porque solo no podrá hacerlo.

Si no hacemos eso, me temo que el cambio no será otra cosa que “gatopardismo”, puro y simple. Al final del mandato del presidente Abinader seguiremos en el camino del subdesarrollo. Y el cambio que precisa la sociedad dominicana seguirá retrasado esperando que el pueblo, cansado de esperar, salga a las calles a reclamo para lograrlo.

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