Por Salvador Holguín, diciendo lo que otros callan
Lamentablemente, el Congreso de la República Dominicana se ha convertido en un escenario donde convergen narcotraficantes, riferos lavadores de dinero, violadores y personas involucradas en conductas que avergüenzan a la sociedad. Lo que debería ser una de las instituciones más honorables y representativas del país, hoy se ve empañada por una larga lista de escándalos, investigaciones y comportamientos reprochables.
El caso de Bray Vargas no es un hecho aislado; al contrario, es apenas la punta del iceberg de una realidad que todos conocemos pero que pocos se atreven a decir públicamente: hay muchos más. La degradación moral, política y ética ha alcanzado niveles alarmantes, generando una profunda desconfianza ciudadana hacia quienes deberían legislar y representar con honor, decoro y compromiso con la patria.
Cuando llegó el “cambio”, muchos apostamos con esperanza a una transformación institucional real. Pensamos que las prácticas del pasado quedarían atrás, que la política sería sinónimo de servicio público y no de negocios turbios, tráfico de influencias o agendas personales. Sin embargo, la realidad ha demostrado lo contrario: las estructuras de poder siguen contaminadas por intereses oscuros, pactos políticos inmorales y personajes que jamás debieron ocupar un escaño en el Congreso Nacional ni un puesto en el Estado, mucho menos en las altas cortes judiciales debido a su inconducta.
Este no es un ataque gratuito ni una generalización injusta; es una denuncia frontal de lo que está ocurriendo a la vista de todos. Si no se asume con valentía la tarea de sanear el Congreso y depurar la clase política, seguiremos condenados a que el órgano legislativo sea un espejo sucio de las peores distorsiones de nuestra sociedad, en vez de un referente ético y democrático.
Y lo digo claro y sin miedo: este país no saldrá adelante mientras el Congreso esté infestado de delincuentes con saco y corbata, y de farsantes que se esconden detrás de una curul para proteger sus fechorías. La República Dominicana merece legisladores dignos, no narcos, riferos blanqueadores de capitales, violadores y personas involucradas en actos vergonzosos y decepcionantes para la nación. Alguien tiene que decirlo… y yo lo digo.