IKER SEISDEDOS
elpais.com
La sola emoción de las elecciones primarias de Carolina del Sur, celebradas este sábado, estaba en ver por cuántos puntos ganaba el expresidente Donald Trump a Nikki Haley, la única rival en pie en la carrera para obtener la designación republicana. Se añadía el morbo de que Haley jugaba en casa; nació aquí y fue gobernadora del Estado entre 2011 y 2017, pero ni por esas pudo aspirar a algo más que a una contundente derrota. Bastó menos de un minuto desde el cierre de las urnas para que los medios estadounidenses, con AP a la cabeza, concedieran el triunfo al expresidente; según el primer recuento, con en torno al 60% de los votos.
El ganador dio su discurso de la victoria cuando pasaban cinco minutos de las 19:00, hora en la que clausuraron los colegios electorales. Lo hizo en la capital, Columbia, y la comparecencia fue puro Trump. Empezó con una andanada contra los inmigrantes que llegan a la frontera Sur con México: “Vienen de todas partes, directos de las cárceles, de los manicomios y de otras instituciones mentales”, dijo, antes de saltar sin conexión aparente al siguiente argumento: “¡Nunca he visto al Partido Republicano más unido que ahora!”.
Al rato, amenazó al presidente Joe Biden con su despido fulminante, en un guiño a su pasado como estrella de la telerrealidad (”You’re fired!”, exclamó). Y a continuación dio paso a tres hombres que le han demostrado recientemente su lealtad ciega, tal vez el atributo que más admira en los demás: hablaron el gobernador del Estado, Henry McMaster, y los dos senadores por Carolina del Sur, Lindsey Graham, que se llevó los abucheos del público porque renegó de Trump tras el ataque al Capitolio, y Tim Scott. Este último fue uno de los 14 aspirantes a la designación republicana, pero desde que tiró la toalla parece empeñado hasta el sonrojo en una defensa servil del jefe, quién sabe si para ganarse su favor y que así lo escoja como candidato a la vicepresidencia.
Trump ya ganó en los caucus de Iowa, en las primarias de New Hampshire y en la votación híbrida caucus/primarias de Nevada. Carolina del Sur cierra el cuarteto de elecciones tempranas de la larga campaña de las presidenciales, que culmina con la votación del próximo 5 de noviembre en la que todo indica que el candidato republicano se las verá con el presidente Joe Biden, la apuesta, salvo catástrofe, del Partido Demócrata. No existe registro previo de un triunfo tan contundente de ningún otro candidato, que no parta con la ventaja de ser inquilino de la Casa Blanca, en esas cuatro primeras citas con las urnas.
Se da la circunstancia además de que las primarias de este sábado no solo son las “primeras del Sur”, también funcionan como una sensacional bola de cristal para el Partido Republicano. Desde que se empezaron a celebrar en 1980, el escogido aquí ha acabado siendo el candidato a las generales, salvo en una ocasión. Fue cuando en 2012 optaron por Newt Gingrich en lugar de por Mitt Romney, el hombre que resultó finalmente elegido para enfrentarse (y perder) con el entonces presidente Barack Obama.
“No me voy a ninguna parte”
Haley compareció este sábado a eso de las 20:40 desde su cuartel general en Charleston, al Sur del Estado, y dio un discurso notable, que a ratos pareció el del candidato de un hipotético tercer partido. Dijo que no pensaba retirarse y que estaba convencida para continuar en la pelea “para salvar América”. Tampoco fue esa la sorpresa que nos tenía reservada la velada. El pasado martes, Haley había convocado a la prensa para una de las comparecencias más inusuales de la política estadounidense reciente, en la que anunció que no pensaba “irse a ninguna parte” por muy dura que fuera la caída en Carolina del Sur, y que aguantaría al menos hasta el supermartes. “Soy una mujer de palabra. No voy a tirar la toalla cuando una mayoría de estadounidenses no comulgan ni con Trump ni con Biden”, advirtió este sábado. También dijo que si no se retiraba era para evitar una elección “al estilo soviético” en las citas de las primarias que quedan por delante.
La primera es la de la próxima semana en Míchigan. El supermartes cae este bisiesto el 5 de marzo. Es el día en el que coincide un aluvión de votaciones por todo el país (15 estados deciden 874 de 2.429 delegados republicanos). También la fecha que acostumbra a dejar resueltas las papeletas de ambos partidos. En eso, este 2024, año del gran déjà vu electoral en Estados Unidos, no parece arriesgado escribir que no hará falta esperar hasta entonces para empezar a prepararse para una reedición del duelo Trump-Biden.
La jornada electoral empezó en los 46 condados de Carolina del Sur a las 7:00, y no registró mayores incidentes. Eran unas primarias abiertas, de modo que cualquier ciudadano con un documento de identificación y un número de la Seguridad Social podía participar, independientemente de estar registrado como republicano o no, salvo que hubiera votado en las primarias demócratas, celebradas a principios de febrero. Esta vez, la participación fue mucho más alta que en aquella, en la que había aún menos duda de que Biden saldría elegido. Chris, interventor en uno de los lugares de votación, instalado en un instituto al oeste de Greenville, una encantadora ciudad a los pies de las Apalaches, explicó a las 11:00 que ya se había superado el número de votantes en esas cuatro horas con respecto a los que se presentaron en las primarias demócratas.
La papeleta mostraba los nombres de Donald Trump y de Nikki Haley, pero también los de dos espontáneos que quieren ser presidentes, David Stuckenberg y Ryan Binkley, y de algunos de los que quedaron por el camino en la carrera por la designación republicana: Vivek Ramaswamy, Ron DeSantis y Chris Christie. ¿La explicación? Se retiraron antes que terminara el plazo para que los funcionarios electorales pudieran borrarlos de la lista.
A la salida del instituto, Mary y Tom, una pareja de jubilados, contaron que habían votado por Trump, y que veían una buena idea que este hubiera pasado estos últimos cuatro años lejos de la Casa Blanca “para tomar conciencia de los problemas de la gente y volver ahora con más fuerza a la carga”. En otro colegio electoral, situado en un centro comunitario a las afueras de Columbia, Michael Edmondson defendió su voto para Haley. “Fue una buena gobernadora”, explicó, “y, francamente, creo que Trump no está bien de la cabeza”.
Si bien eso último es debatible, resulta innegable que el expresidente es un candidato sometido a una gravosa serie de inéditas cuentas pendientes con la justicia. Hay cuatro juicios penales abiertos contra él, en los que lo acusan de 91 delitos. Puede segur arrasando en una primaria tras otra, pero su campaña electoral estará condicionada por las llamada a sentarse en el banquillo de los acusados.