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Por JUAN T H

Altice

¿Se puede creer en la palabra y en las promesas del presidente de la República, Luís Abinader cuándo dice que no seguirá gobernando en país más allá de lo que ordena la Constitución? ¿Se puede creer que, en 2028, cuando termine su segundo mandato simplemente tomará sus cosas y se irá tranquilamente para su hogar con su esposa y sus tres hijas, con apenas 61 años? Muchos lo dudan. ¡Y con razón!

La historia dice que los presidentes, cuando aspiran al cargo, hablan de un solo mandado y “nunca más”, algunos incluso hablan eliminan la posibilidad de intentar la reelección. Sin embargo, tan pronto ocupan el cargo, inician una campaña para continuar en el solio presidencial. Esa ha sido la historia más reciente.

El presidente Luís Abinader, contrario a sus antecesores, plantea una reforma a la Constitución para fortalecer el modelo actual de un periodo y la posibilidad de un segundo. Y “nunca jamás”; que no exista ningún resquicio por donde pueda deslizarse la posibilidad de extender   el mandato. La posibilidad del “Trujillo del siglo 21”, como temía Leonel Fernández con Danilo Medina, queda definitivamente eliminado, a menos que no se produzca un golpe de Estado que borre de golpe y porrazo, todo el andamiaje institucional y constitucional.

La historia habla por sí sola. La reelección ha dejado secuelas trágicas en la breve historia de la República, desde sus inicios, en 1844. Hemos tenido de todo: déspotas analfabetos, déspotas ilustrados, canallas, asesinos y ladrones, dictadores sucediéndose uno tras otro. La Constitución ha sido modificada alrededor de 40 veces, casi siempre, para extender el mandato, prolongarlo o permitir el continuismo de manera ilimitada. En ese tránsito, hemos visto pasar por la presidencia a héroes y villanos. Ulises Heureaux, Lilis, Rafael L. Trujillo, más los 12 años dictatoriales de Joaquín Balaguer, no hay sido pura casualidad históricas. (Se ha dicho muchas veces, “la historia se repite dos veces, primero como tragedia, luego como farsa, que puede ser de horror, sangre y luto)

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Luis Abinader es el primer presidente que, lejos de adueñarse del poder total y de manera totalitaria, lejos de atribuirse más poder del que ya tiene de manera legitima, se aleja de las aspiraciones; es el único, en la historia, que no quiere ir más allá de los 8 años que le da la Constitución, es el único que no quiere más poder en el Congreso, al contrario, aspira a reducir el número de diputados, es el único que no quiere controlar el Consejo Nacional de la Magistratura excluyendo en la ley al Procurador General de la República, es el único que desea que el jefe del Ministerio Público sea elegido por el CNM, entre otras medidas sugeridas en el proyecto de modificación constitucional.

La gente tiene razón al tornarse escéptica ante la propuesta de cambios en el modelo político dominicano. ¿Cómo es posible que Abinader no aspire a controlar todos los poderes del Estado cuándo tiene la posibilidad de hacerlo tras los resultados de las elecciones municipales, congresuales y presidenciales? El presidente ha prometido, una y otra vez, que la mayoría absoluta que le dio el pueblo en las elecciones no será utilizada para el mal, sino para el bien, que no pretende aplastar a ningún sector político, económico y social. Sin embargo, muchos, mezquinamente, no quieren creerle.

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La oposición, Leonel Fernández y Danilo Medina, sobre todo, carentes de calidad política y moral por haber gobernado 20 años, prometiendo una cosa y haciendo otra, corrompiéndose y corrompiendo el país; se oponen a los cambios en la Constitución que plantea el presidente Abinader porque desean que el modelo sigua igual como lo dejaron: Putrefacto, con un cáncer que hace años hizo metástasis en todo el tejido social del país.

Los perros de la oposición ladran en los medios de comunicación y en las redes sociales que controlan, lo cual significa que, como le dice el Quijote a Sancho: “señal de que avanzamos”. Así es. Los cambios en la Constitución se aprobarán en el Congreso sin mayores dificultades. Independencia efectiva del Ministerio Público, unificación de las elecciones, reducción del número de diputados, candado al modelo de elección presidencial y nueva forma de elegir al Procurador o Procuradora, entre otras importantes medidas que van en beneficio de la institucionalidad democrática del país, convirtiendo al presidente Abinader en un presidente único en la historia republicana al que sí se le puede creer, porque lo ha demostrado durante su relativa corta vida política.

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