Las vidas de Ebrahim Raisí, el nuevo presidente electo de Irán, y Alí Jameneí, el líder supremo, se parecen, y a Raisí le interesa que así sea. Ambos, de pequeños, y con 20 años de diferencia, estudiaron en el seminario de Qom, donde se convirtieron en clérigos. De hecho, fue allí donde se conocieron: Jameneí fue profesor de Raisí.
Desde ahí, ambos despegaron. El nuevo presidente empezó su carrera judicial el 1981; ese mismo año, Jameneí fue elegido presidente. Jameneí pasó de esa posición a la de ayatolá en 1989 y ese es el camino que, según muchos expertos, espera justamente realizar el alumno a partir de ahora.
Pero no lo tendrá fácil. Raisí, de 60 años, ha sido elegido este viernes como el presidente iraní menos votado de la historia de la República Islámica —la participación en estos comicios ha sido la más baja hasta ahora—. Su legitimidad para ser el siguiente líder supremo puede verse afectada. Raisí, sin embargo, tiene sus contraargumentos: él mismo asegura que su linaje familiar viene directamente del profeta Mahoma.
“Raisí ha hecho su motivo electoral la lucha contra la corrupción, y mientras era jefe de la justicia presidió una serie de juicios anticorrupción. Estos juicios le han ayudado a ganar algo de apoyo público”, considera Sahar Maranlou, profesora de la Universidad de Essex, en el Reino Unido.
Ejecutor de miles de prisioneros
El nuevo presidente iraní no es una figura nueva. En 1985 fue nombrado fiscal general de Teherán, la capital, y en 1988 fue puesto como miembro de una comisión encargada de purgar a los miles de disidentes en las cárceles iranís tras el final de la guerra contra Irak.
Esa comisión recibió el nombre de la “comisión de la muerte” y, según Amnistía Internacional (AI) ordenó el asesinato extrajudicial de 5.000 prisioneros, mayormente de la organización Muyahidines del Pueblo de Irán, un grupo socialista-islamista que luchó junto con Irak en la guerra. Irán nunca ha aceptado estas ejecuciones masivas, y Raisí, fiel confidente del ayatolá Jameneí, nunca ha hablado de la cuestión.
Ahora, tras estas nuevas elecciones y con Raisí al mando, liberales y reformistas iranís dentro del país persa temen una mayor presión. “Si el sistema ha apostado por Raisí para que consolide el poder en el camino de la transición hacia un nuevo líder, seguramente él busque una desescalada con el mundo exterior mientras oprime a la oposición interna”, asegura Ali Vaez, director del programa de Irán en la organización internacional Crisis Group. “Esta situación pondrá a los EEUU y a Europa delante de un dilema difícil y sin soluciones buenas”, continúa el experto.
“La tolerancia por los derechos humanos no la representa solo el presidente, sino que es todo el sistema político del país. Parece que, ahora, con Raisí como presidente, el círculo del poder será mucho más pequeño, y habrá mucha menos motivación para proteger los derechos humanos. Lo que se espera seguro es que Irán se convertirá en un régimen más represivo”, dice Maranlou. elperiodico.com