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El recuerdo de aquel fatídico día del 23 de abril de 1984 sigue resonando en la memoria histórica de la República Dominicana. Era el inicio de una semana que marcaría un capítulo oscuro en la historia del país, conocido como “La poblada de abril”. Los días siguientes a la Semana Santa se vieron teñidos de violencia y agitación social, con los ciudadanos de la capital, Santo Domingo, tomando las calles en un acto de desesperación y protesta.

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El detonante de esta explosión de ira ciudadana fue el repentino aumento de los precios de los productos básicos, una medida económica derivada de un acuerdo entre el gobierno dominicano y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para renegociar la deuda externa. Este incremento, que golpeó especialmente a los más vulnerables, generó una inflación desorbitada del 500%, dejando a muchas familias dominicanas al borde del abismo económico.

Los barrios de Espaillat, Las Cañitas, 24 de abril, Simón Bolívar, Capotillo, Guachapita, Cristo Rey, Gualey, Villa Juana, Villa María, Los Mina, Los Guandules, Villas Agrícolas y varias provincias se convirtieron en el epicentro de la agitación social. Durante tres días consecutivos, la violencia se extendió como un reguero de pólvora por todo el país, dejando a su paso un saldo desgarrador de muerte, heridos, saqueos y detenciones.

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La respuesta del gobierno, liderado por Salvador Jorge Blanco, fue contundente y draconiana. Las fuerzas armadas fueron desplegadas en las calles para sofocar la creciente ola de disturbios, utilizando la fuerza letal en muchos casos. La censura mediática se convirtió en una herramienta clave para controlar la narrativa, con emisoras de radio y canales de televisión siendo sacados del aire por difundir información considerada contraria a la “seguridad del Estado y el orden público”.

El martes 24 de abril, la represión militar alcanzó su punto álgido, extendiéndose a otras regiones del país como el Cibao, el Este y el Sur. La medida extrema de sacar del aire a medios de comunicación independientes y la creciente presencia militar en las calles solo exacerbó la situación, sembrando el terror y la desconfianza entre la población.

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El presidente Jorge Blanco, en un intento por justificar la brutalidad del estado, culpó a sectores políticos y ex militares de instigar la violencia. Sin embargo, su discurso no logró calmar los ánimos ni disipar las dudas sobre la legitimidad de las medidas tomadas por su gobierno.

A pesar de los esfuerzos por mantener el control, las cifras oficiales de víctimas mortales y detenidos generan escepticismo y controversia hasta el día de hoy. Las estimaciones varían, y mientras algunos hablan de cifras cercanas a los 40 muertos, otros aseguran que el número de víctimas mortales superó los 60.

Han pasado cuarenta años desde aquellos días turbulentos de abril de 1984, pero el recuerdo de “La poblada de abril” sigue vivo en la memoria colectiva de los dominicanos. Es un recordatorio sombrío de los peligros de la opresión, la injusticia y la desigualdad, así como un llamado de atención para nunca olvidar las lecciones del pasado en la búsqueda de un futuro más justo y equitativo para todos los ciudadanos de la República Dominicana.

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