Durante años y décadas acumulamos pensamientos que pueden no ser objetivos o reales o que conviene que sean revisados porque ya no tiene valor. Esto es importante para seguir adelante y crear pensamientos que nos ayuden a mejorar.
Los pensamientos que tenemos determinan nuestras emociones y en consecuencia nuestra conducta. Algunos de esos pensamientos son intrusivos y aparecen involuntariamente mientras que otros son elegidos. En cualquier caso, saber cómo manejarlos es clave porque van a repercutir en nuestras decisiones. Sin embargo, no siempre sabemos cómo hacerlo y acumulamos pensamientos que cuando revisamos nos damos cuenta de que no tenían fundamento ni utilidad. Te damos las claves de cómo hacer limpieza.
Los pensamientos se forman en el cerebro a través de las conexiones neuronales. Unos pensamientos son intrusivos y aparecen de forma automática e involuntaria mientras que el resto son elegidos, apunta Laura Fuster, psicóloga especialista en terapia cognitivo-conductual.
Un primer planteamiento clave es entender que los pensamientos desencadenan nuestras emociones y junto con ellas van a orientar nuestra conducta. Por eso constituyen el punto de partida a partir del cual tomamos decisiones porque “determinan como vemos la realidad”, explica esta psicóloga.
La cuestión es que acumulamos pensamientos en ocasiones durante años y décadas que pueden no ser objetivos o reales o que conviene que sean revisados porque ya no tiene valor. Sin embargo, los expertos señalan que en general no estamos habituados ni disponemos de estrategias efectivas para hacer esa revisión de pensamientos y poder eliminar aquellos que ya no nos son útiles.
Fuster explica gráficamente que es necesario darnos cuenta de que “elegimos nuestros pensamientos igual que lo hacemos con la ropa que nos ponemos” y es importante saber cuáles son los que nos convienen porque van a influir claramente en nuestro día a día y en nuestra felicidad.
Una de las frases de William James, filósofo y uno de los artífices de la constitución de la psicología como ciencia, es “si puedes cambiar tu mente, puedes cambiar tu vida”, aludiendo a la necesidad de transformar la forma de pensar para conseguir cambios.
Y en la misma línea se pronunciaba Stephen Crane, uno de los escritores estadounidenses influyente en la literatura del siglo XX, quien señalaba que “quien puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su destino”.
Algunos pensamientos los hemos forjado en la infancia y la adolescencia, o en determinados momentos del pasado por alguna situación vivida y siguen ahí “sin que seguramente en el presente tengan ya validez ni utilidad”. Por eso esta especialista destaca la necesidad de hacer limpieza de vez en cuando, igual que hacemos con los armarios.
Aprender a gestionar los pensamientos
“En consulta vemos claramente cómo las personas presentan ansiedad, tristeza u otros problemas emocionales muchas veces por cómo piensan, por eso trabajamos tanto con los pensamientos. Si logramos cambiarlos vamos a modificar sus emociones y a partir de ahí sus conductas”, explica.
Controlar la aparición de pensamientos no es fácil por eso es más útil aprender a manejarlos, es decir, “saber cómo gestionarlos para que jueguen a nuestro favor”, indica Laura Fuster.
Revisar su objetividad
Cuando los expertos proceden con sus pacientes a una revisión de sus pensamientos se encuentran con que no en pocos casos responden a creencias irracionales o ideas erróneas “sin ninguna base o relacionadas con algo que pasó hace mucho tiempo…pero que nos generan malestar y condicionan el presente”.
De ahí que sea importante analizar los pensamientos y ver si son objetivos o no. “En ocasiones están basados en ideas catastrofistas y no son racionales. La estrategia es buscar pensamientos alternativos”, apunta Fuster.
Generar pensamientos alternativos
Esta experta pone un ejemplo para entender el proceso. “Si el jefe nos cita porque quiere tener una entrevista con nosotros y ya vamos pensando que algo malo va a suceder que quizá nos vaya a despedir, ese pensamiento va a condicionar nuestra emoción, vamos a sentir ansiedad y seguramente vamos a hacer la entrevista en peores condiciones, aún cuando el motivo de la cita no tenga nada que ver con un despidao”.
Ante una situación como esta cuando se presentan pensamientos catastrofistas la recomendación es analizarlos, ver si tienen alguna justificación y tratar de no anticipar resultados porque “realmente no sabemos lo que va a pasar. La consecuencia inmediata es que vamos a ir a la entrevista sin ansiedad, más tranquilos”.
El riesgo del anticipamiento catastrofista
Y es que se estima que el 90% de los acontecimientos extremos que nos preocupan “no llegan a suceder”, de ahí el poco sentido de los pensamientos negativos anticipatorios. Si esta forma de pensar podía tener sentido en épocas en las que la supervivencia diaria nunca estaba garantizada “ahora tiene poco sentido”.
Y es que una cosa es la auto reflexión saludable y otra la rumia mental de pensamientos negativos que nos bloquean y hacen daño.
Esa vivencia negativa que centra nuestra atención
Ese sesgo de pensamiento que tendemos a experimentar se manifiesta también en el hecho de que aunque en el día nos sucedan varias vivencias positivas si una es negativa “probablemente va a ser esa en la que centremos nuestra atención y en la que pensemos al finalizar el día, como si no hubiera sucedido nada más”.
En un momento en el que se tiende también desde algunos foros a fomentar corrientes de positivismo “tampoco se trata de pasarnos al lado contrario porque tampoco esto está justificado. No debemos engañarnos a nosotros mismos. Lo más efectivo es tratar de generar pensamientos alternativos neutros y no adelantar resultados”.
Presta atención a cómo te hablas a ti mismo
La forma de trabajar en consulta para aprender a manejar los pensamientos de esta experta pasa por recomendar a sus pacientes que traten de anotar en un cuaderno las situaciones que les generan ansiedad “poner conciencia sobre ellas y analizar qué hay detrás, que pensamientos generan en torno a esas situaciones para revisar si son objetivos o no y observar también con qué lenguaje nos hablamos en torno a esas situaciones”.
Y es que términos muy categóricos como “siempre, nunca, todo, nada…” no suelen responder tampoco a la realidad y contribuyen a reforzar emociones fuertes no justificadas. “Es importante saber elegir las palabras con las que nos hablamos a nosotros mismos”.
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