JUAN T H
Danilo Medina y Leonel Fernández son las dos caras de una misma moneda que se llama Partido de la Liberación Dominicana (PLD), desde la muerte de Juan Bosch.
Danilo no es “un niño de teta”. Leonel no es un “niño cantor de Viena”. Gonzalo Castillo no es el “Santo Niño de Atocha”, ni los miembros del Comité Político los apóstoles de Jesús. Entre todos no hay inocentes, nadie se puede excluir y presentarse como Moisés, el enviado de Dios con su tabla de mandamientos éticos y morales. El pueblo los ha visto gobernar durante 20 años enriqueciéndose por gula, corrompidos hasta la saciedad sin el mayor pudor. Por lo tanto, no acepto la discusión entre “el bueno y el malo” porque tal cosa no existe. Uno es el reverso del otro. ¡Y viceversa! (Aunque mi desconfianza es mayor con Danilo, por todo el resentimiento y el odio que lo acompaña)
El PLD es un fraude. Sus dirigentes estafaron la confianza del pueblo. Nadie tiene calidad moral para criticar al otro. Entre todos no hay quien tire “la primera piedra”.
Los dimes y diretes entre Leonel y Danilo –pájaros de un mismo nido- parecen de comadres que no tienen nada que hacer más que chismear. Se acusan mutuamente de las maldades que uno le hizo al otro como si vivieran en una vecindad peor que la del Chavo del Ocho, donde la violencia verbal y física presentan familias disfuncionales, involucrando a todo el barrio. En este caso a todo el país, produciendo una crisis institucional de graves consecuencias económicas, políticas y sociales.
El debate entre el presidente y el ex presidente de la República no es de principios ideológicos. Las diferencias no son antagónicas, ni programáticas. La lucha es por el control del Estado. Las ambiciones entre los grupos que representan han desbordado los límites. La corrupción estatal que los convirtió en dioses, reyes y monarcas en pleno siglo 21, con la cuarta revolución industrial amenazando la existencia de la propia raza humana con los avances exponenciales de la robótica, los ha enceguecido. Se han convertido en caníbales que beben hasta su propia sangre.
El discurso de Danilo, cargado de odio, rabia y resentimiento sin límite, es un contra discurso para negar lo que había dicho su archienemigo Leonel, que, aunque dijo cosas muy duras, fue más sosegado, respetuoso y confiado. Danilo perdió la compostura. La banda presidencia que le quiere entregar a Gonzalo, se le quedó en un rincón del Palacio. “No se puede vivir con tanto veneno”, como dice Shakira.
Este pleito de comadres celosas y rabiosas que sacude al PLD y al gobierno involucra a todo el país, por lo tanto, nadie puede marginarse y verlo como el enfrentamiento de dos personas. Al contrario, la oposición, encabezada por el PRM, tiene que tomar partido y ganar terreno, pues nunca como hoy ha estado tan cerca del poder.
Al PRM le digo, tal vez sin tener la propiedad para hacerlo, que en política los adversarios de ayer pueden ser los aliados de hoy; que no hay amigos ni enemigos, solo intereses, coyunturas, realidades, que no pueden ser ignoradas a la hora de establecer los objetivos estratégicos, porque al igual que los hombres, la política también está sujeta a las circunstancias.