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Por JUAN T H

Altice

Un ciudadano no puede ser descalificado para un cargo público simplemente porque pertenece a un partido político, sin tomar en cuenta sus condiciones profesionales, su práctica social, su apego a determinados valores éticos y morales en el transcurso de su vida, pues se le estarían violando derechos fundamentales consagrados en la Constitución. De lo contrario la Carta Magna debe ser modificada para que conste que ningún dirigente o miembro de un partido político podrá aspirar a determinadas posiciones.

Si un político no puede ocupar un puesto público por su militancia, entonces nadie puede hacerlo, ni siquiera el ciudadano presidente que llega al cargo precisamente respaldado por uno o varias organizaciones políticas, igual que los alcaldes, concejales, diputados y senadores.

Una buena parte de hombres y mujeres, de alta capacidad  y honorabilidad, no militan en los partidos justamente porque dicen que la política “es muy sucia”, no es “para gente seria”, y no quieren asociase a esa “gentuza” corrompida que quieren puestos para aprovecharse y robarse los bienes del Estado. Los partidos y los políticos están desacreditados, pero ellos determinan el rumbo de un país.

Fuera de los partidos hay tantos sinvergüenzas y charlatanes como en ellos. No es, pues, un problema de militancia, es una cuestión social, una cultura que debemos desterrar. Ni los cristianos, en sus distintas denominaciones, están libres de pecados. El que lo esté en la “sociedad civil” o en cualquier organización humana,  que lance la primera piedra.

No se trata de si una persona milita o no en un partido, si es de la llamada “sociedad civil” o no. lo que importa es si les han servido a la nación con integridad, si no con corruptos. En todos los partidos hay gente buena y gente mala, honesta y corrupta. En el partido secreto “Sociedad Civil”, también.

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Me gusta la gente que milita, que se la juega, que lucha por lo que cree, comprometida con su pueblo, la gente fiel y leal; no me gustan los oportunistas, ni los tránsfugas, que pescan en río revuelto, sentados esperando que un manjar les caiga del cielo. Hay  que premiar la lealtad y la fidelidad partidaria, la capacidad y la honorabilidad, no el oportunismo, venga de donde venga.

Se ha desarrollado una campaña en los medios de comunicación, incluyendo las redes, de rechazo a todo lo que huela a partido político con el propósito de impedir que cualquier militante o dirigente ocupe un cargo en un órgano electoral, judicial o de cualquier otra naturaleza. Los miembros de la “sociedad civil” son los únicos que deben ir a la Junta Central Electoral,  Cámara de Cuentas, defensoría del pueblo, etc. No sé quién los designó, en que artículo de la Constitución o qué ley lo establece.

Considero que un dirigente político, si es serio, capaz, honesto, trabajador, con carácter, como los hay, puede ser elegido para cualquier posición, al igual que los demás ciudadanos. Todos somos iguales ante la ley, pero hay algunos que no piensan igual. El punto es tener cuidado en la selección, ver la hoja de vida de cada quien se elija.

Los “independientes”  y los  “notables” siempre han dejado un sabor amorgo. La experiencia con ellos no ha sido buena. En política, como en el periodismo, y otras áreas del conocimiento, la independencia no existe. Todos somos políticos, todos tenemos dependencia, todos estamos de un lado o de otro, no hay tal neutralidad. Es una farsa.

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Lo que debemos hacer es sanear la actividad política, impedir que  los delincuentes lleguen a los particos y se conviertan en senadores, diputados, alcaldes, regidores y ministros, como ocurre actualmente. Rechazar a un político decente, honrado y servicial por el simple hecho de pertenecer a un partido es ahuyentar a la gente de la política y de los partidos, es abrirle las puertas a los sinvergüenzas.

Los distinguidos miembros del partido “sociedad civil” que han participado en los distintos gobiernos no han hecho mayor diferencia que los demás. Han sido de algún modo cómplices de toda la corruptela que ha caracterizado a esos gobiernos.

Un partido es una expresión social y cultural de un pueblo. La sociedad dominicana está en un trance consecuencia de un partido como el PLD que durante dos décadas lo corrompió todo provocando un cáncer que hizo metástasis en todo el tejido social. Curar ese mal tomará tiempo.  Hay que  hacer una profilaxis profunda para extraer el tumor. No basta con radio o quimio terapia.

Mientras tanto depuremos los partidos, desparasitémoslos, disciplinémoslos, y  eduquemos a los militantes para que sean  ciudadanos al servicio del país, no de ellos mismos. Pero no solo los partidos, también la “sociedad civil” y todo cuanto lo rodea. Todos somos responsables de los males que aquejan la sociedad dominicana.

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