En Europa se han encendido las alarmas antes posibilidad de que a sus países ingrese la nueva variante del COVID-19 que procede de África y ha sido bautizada como Ómicron.
La desgracia del COVID-19 está lejos de finalizar. Por el contrario, lo que se avizora es un aumento en los contagios y un alargamiento de la pandemia que ahora viene con esta nueva variante que por lo que se sabe parece tener una gran fuerza de contagio y para reducir la eficacia de los tratamientos, según lo ha expresado la Organización Mundial de la Salud que la ha calificado como “preocupante”.
Los países de la Unión Europea han suspendido los vuelos procedentes de los países del sur de África (¡Sudáfrica, Leshoto, Bptsuana, Zikmbabue, Mozambique, Namibia y Suasilandia, ¡donde según las agencias internacionales de noticia está presente la B.!.!.529 que la OMS ha bautizado como Ómicron.
Se considera que la Unión Europea y sus estados miembros buscan actuar con rapidez para evitar una dramática navidad repleta de restricciones y limitaciones que haría de esa fiesta universal una desgracia. Su presidente Ursula Von der Ley en advirtió la importancia de que toda Europa “actúe con rapidez, decisión y unidad.”
Las autoridades nuestras seguro ya tendrán las informaciones sobre esta nueva variante y tomarán las medidas pertinentes para evitar que ingrese en nuestro país, algo un poco difícil de lograr con jun flujo turístico que nos trae gente de todas partes del mundo. Y aunque no creo que recibamos turistas de África estos son asiduos en los países de la Unión Europea. En Inglaterra ya han detectado dos casos, los cuales tienen aislados.
Pero aquí el problema no son las autoridades de Salud Pública ni el Gabinete de Salud de la Presidencia, que han demostrado a lo largo de la pandemia una gran capacidad de movimiento y eficiencia, como fue la obtención de las vacunas, el problema somos nosotros los ciudadanos, especialmente una masa bastante numerosa que se niega a vacunarse y a acogerse a las reglas sanitarias del uso de la mascarilla y la distancia social.
La irresponsabilidad social de esos ciudadanos parece no tener límites. En los sitios públicos es donde más se manifiesta. No usan la mascarilla y se amontonan encina de los demás sin ningún cuidado.
Esto esta ocurriendo en super mercados, en las tiendas, en los colmadones, en los drinks, en los centros comerciales, en los carros de concho, en los autobuses, en fin, en todas partes.
Si por desgracia Ómicron ingresara a nuestro país, con a fuerza y rapidez de contagio que se le atribuye, sus efectos serian desbastadores.
En las redes sociales circula una reflexión del Maestro de la Medicina Dominicana José Joaquín Puello en la que este hace el dramático relato de la realidad que se vive en un salón hospitalario de cuidados intensivos donde hay 26 pacientes internos, todos al borde de la muerte pidiendo ayuda, unos porque no soportan el tubo por el que respiran, otros por los dolores terribles que les azotan y otros por que sienten cerca la muerte al no poder respirar.
Explica el doctor Puello que los médicos asignados a cuidados intensivos en turnos de doce horas no pueden en ese tiempo tomarse un vaso de agua porque los requerimientos de los internos se lo impiden. Terminan exhaustos y algunos padeciendo problemas mentales causados por la exposición ante tanto dolor por tanto tiempo.
Y se pregunta el doctor Puello, ¿si los médicos se enferman y no pueden dar el servicio, quien va a cuidar de estos enfermos? Y lo cierto de todo esto es que muchos de los protagonistas de ese drama son dominicanos indolentes que rechazan la vacuna y se burlan de las autoridades para no aceptar las reglas sanitarias.
Si hay que restablecer restricciones e impulsar el respeto por las existentes, hay que hacerlo por el bien común, que a final de cuenta lo que importa.
Dios nos libre del Ómicron, si llega entrar, quizás no alcancen los números para contar los muertos.
Por Luis González Fabra