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Por Luis González Fabra

Altice

Las quejas por el toque de queda y las restricciones oficiales para evitar que el contagio por COVID siga avanzando y llevando a miles de personas a los hospitales y a los cementerios, es un indicativo importante de que hay un sector   de la población que ha equivocado el enfoque: el problema no son las restricciones, es la enfermedad.

Está a la vista en los boletines regulares del Ministerio de Salud Pública que la población no está haciendo el esfuerzo necesario y suficiente en la lucha contra la pandemia que nos agobia.

Los dominicanos que el COVID 19 ha llevado a la tumba son más de dos mil cuatrocientos y los contagiados registrados suman los cientos 91 mil 389 casos. A partir de la navidad recién pasada el número de contagiados avanza en escala ascendente, poniendo en riesgo el sistema hospitalario qué podría colapsar y   profundizar el problema económico, de por sí ya herido de muerte por el gobierno anterior.

Este agresivo rebote del virus en nuestro país sin que tengamos en circulación ninguna nueva cepa de mayor contagio, no hay duda de que se debe a que hemos reducido el distanciamiento físico y social. Estamos dejando de usar la mascarilla. Seguimos aglomerándonos para celebraciones amistosas y familiares y continuamos haciendo fiestas con la presencia de numerosas personas echando a un lado los consejos y las advertencias de las autoridades sanitarias.

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A comportarnos de esa manera exhibimos   una conducta social que no contribuye a romper la cadena de transmisión del virus que se expande gracias a nuestra falta de responsabilidad y compromiso ciudadano.

Es indispensable que los dominicanos entendamos que las medidas de control son necesarias para evitar que más gente nuestra muera después de padecer el doloroso camino que se inicia con el contagio.

No se puede bajar la guardia. La fatiga, El cansancio. La falta de conciencia ciudadana. Estos son factores que tenemos   que superar con nuestra voluntad para que no nos pase lo que ha ocurrido en otros lugares, como Brasil, específicamente en Manaos, capital de la amazonia, donde un falso sentido de seguridad los llevo al desastre.  Lo mismo ocurrió en Alemania, en Francia y España, por solo citar algunos países, donde el exceso de confianza y el descuido de la población ha producido un crecimiento exponencial de los contagios y un aumento acelerado de fallecimientos.

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En nuestro país estamos a punto de iniciar la vacunación, según ha informado el gobierno, pero una confianza excesiva en las vacunas podría llevarnos a un relajamiento de las medidas de control que nos conduzca a un agravamiento fatal del nivel de contagio con resultados trágicos para todos.

El señor Bruce Ayward, asesor de la Organización Mundial de la Salud para COVID-19, ha expresado que “las vacunas no son perfectas ni protegen a todos en todas las situaciones”. La vacuna, dijo una alta funcionaria de la OMS “son la luz al final del túnel, pero el túnel aún es muy largo”.

El proceso de vacunación está cerca de iniciarse y esto es auspicioso desde todo punto de vista, pero no olvidemos   que las restricciones van a seguir y que estas no son el problema, el problema es la enfermedad.

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