Acababa de estallar la primera de las explosiones que sacudieron este martes al puerto de Beirut. Una familia que vive en un edificio con vista a los depósitos que se prendieron fuego miraba sorprendida la escena. El humo y las llamas se elevaban y se veían a varios kilómetros de distancia.
“Hubo una explosión. Aléjate de la ventana”, le imploró la madre a su hija, cuyo temor era solo superado por la curiosidad por ver lo que estaba ocurriendo.
“Mamá, tengo miedo”, le confesó la niña en el video grabado en el interior del apartamento y luego difundido a través de las redes sociales.
Entonces, se produjo la segunda explosión, que fue mucho más potente que la primera. “Oh, Dios”, exclamó la menor al ver cómo se formaba la bola de fuego. Todavía no había llegado la onda expansiva.
En milésimas de segundos, el impacto se extendió por los alrededores del puerto, alcanzando incluso al edificio en el que estaba la familia. El video registró el ruido de los vidrios rotos y los gritos desesperados de la niña y de sus padres, que trataban de protegerse.
El Gobernador de Beirut, Maruan Abboud, afirmó este miércoles que aún hay más de 100 desaparecidos y más de 200.000 personas se han quedado sin casa tras las explosiones que el martes causaron más de un centenar de muertos y de 4.000 heridos en la capital libanesa. “Estamos trabajando para proveer comida, agua y vivienda”, indicó en declaraciones que recogen diversos medios locales.
La deflagración provocó una enorme onda expansiva que afectó a miles de viviendas y edificios destruyendo vidrios y muros, lo que ha llevado a gran parte de la población de esa zona de la ciudad a buscar un techo en otros lugares. Este miércoles es el primer día de luto nacional declarado en el país, en estado de emergencia durante dos semanas. El Consejo Supremo de Defensa libanés decretó ayer Beirut como “zona catastrófica”.
La mega explosión se originó en un depósito donde desde hacía seis años se guardaba material altamente explosivo confiscado a un barco que tenía como procedencia África. Las autoridades libanesas revelaron poco después del estallido que allí había 2.750 toneladas de nitrato de amonio, un compuesto químico altamente inflamable que se utiliza para fabricar fertilizantes y explosivos (como por ejemplo el poderosísimo Amatol, creado mediante la mezcla de TNT y nitrato de amonio). De hecho, este es el ingrediente preferido de los grupos terroristas al momento de construir bombas caseras. La sombra de Hezbollah sobrevuela la capital libanesa.
En el epicentro de la explosión, cuya onda de choque se sintió hasta en la isla de Chipre, a más de 200 kilómetros de distancia, el panorama seguía siendo apocalíptico: los contenedores parecen latas de conserva retorcidas, los coches están calcinados, el suelo, alfombrado de maletas y papeles que salieron disparados de las oficinas cercanas.
Las explosiones tuvieron tal potencia que fueron registradas por los sensores del Instituto Geológico de Estados Unidos (USGS) como un terremoto de magnitud 3,3. Pero incluso, fue comparada con la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima hace 75 años, el 6 de agosto de 1945. La explosión habría tenido una magnitud de 3 kilotones, una quinta parte de lo que fue aquella bombardeada en Japón hacia el final de la Segunda Guerra Mundial.