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El presidente de Venezuela, favorecido por el contexto internacional, se legitima de cara al exterior después de tres años muy cuestionado

Altice

JUAN DIEGO QUESADA

Nicolás Maduro ha estrenado estos días su nueva posición internacional en la cumbre del clima. En los tres últimos años, mientras una ofensiva diplomática encabezada por Estados Unidos trataba de provocar su caída, el presidente de Venezuela ha permanecido recluido en Miraflores, un palacio neoclásico construido en Caracas por un conde italiano. El tiempo parece suspendido ahí dentro, entre salones imperiales repletos de imágenes de Simón Bolívar. En una situación económica y social muy precaria, el sucesor de Hugo Chávez ha permanecido al frente del Gobierno chavista, en contra de lo que pensaban los que le subestiman. Ahora, favorecido por el contexto, vuelve a tener presencia internacional.

En solo unos meses su situación ha dado un vuelco. Latinoamérica se ha ido llenando de presidentes de izquierdas que no tienen una posición tan frontal con Caracas y están dispuestos a buscar una salida negociada a la crisis. Gustavo Petro, el presidente de Colombia, encabeza esa vía, a la que se sumará Lula Da Silva desde Brasil cuando se posesione. EE UU ha emitido señales de creer en ese proceso de negociación con el chavismo desde que llegó Joe Biden a la presidencia y, sobre todo, desde el inicio de la invasión de Ucrania. El lobby de las petroleras, encabezado por Chevron, urge en estos momentos a Washington a flexibilizar las sanciones para poder comercializar crudo venezolano. E incluso ha habido intercambio de presos entre Miraflores y la Casa Blanca. La política de máxima presión en torno a Maduro se ha relajado.

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Esa imagen relajada se proyecta también en él. El lunes se le vio en tono distendido y bromista con Emmanuel Macron en los pasillos de la COP 27, que se celebra en la ciudad egipcia de Sharm El Sheikh. Mantuvo un diálogo casual al día siguiente con el primer ministro de Portugal, Antonio Costa. Y saludó con efusividad al demócrata John Kerry, secretario de Estado con Barack Obama. En un evento con Petro propuso recuperar la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, sabedor de que el presidente colombiano trata de crear una caja común para la protección de la selva. En este punto coinciden, pero les separa algo fundamental: Petro aboga por el fin inmediato de los combustibles fósiles y Maduro, en cambio, necesita el petróleo, la principal fuente de financiación de su economía. Petro considera que su colega se alía con la derecha en este asunto, un espacio ideológico-cultural en el que coloca a países como Arabia Saudí.

En esta ambiente de balneario que se vive en este lugar del desierto del Sinaí, hasta se ha acercado a los periodistas. Nada usual en un hombre tan hermético como él. Dijo que en 2023 se celebrará una cumbre amazónica para conseguir el apoyo y la financiación para la reforestación. Poco más. Le preguntaron por el ELN, y él contestó: “Eso me lo preguntas en Caracas, aquí no”. La verdad es que la semana pasada la prensa cubrió su encuentro con Petro en Venezuela y después de la rueda de prensa los dos mandatarios desaparecieron, sin aceptar preguntas.

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El acercamiento a Petro, un dirigente que ahora mismo vive un subidón de popularidad internacional, le ha otorgado a Maduro varios grados de legitimidad. Aunque no sin condiciones. Washington y Petro le piden que se incorpore a los organismos de control regionales, como el sistema interamericano de derechos humanos. El chavista ha dicho que lo hará en breve. Sus críticos creen que no se va a permitir que nadie pueda vigilar ni corregir las sentencias de los tribunales venezolanos, coptados con descaro por el chavismo, según un informe de la ONU. Que solo gana tiempo. Sin embargo, los que le tienen fe a la negociación consideran que atraer a Maduro a posiciones liberales y democráticas es el principio de una salida a la crisis venezolana.

Maduro no ha estado exento del todo en esta cumbre a sus problemas internos. En ese breve diálogo, Macron le habla de “encontrar este camino”, en lo que parece una referencia a la mesa de negociación de México. Allí, el chavismo y la oposición trataban de llegar a un acuerdo para fijar la fecha de las elecciones de 2024 y dejar la verificación de las mismas en manos de la comunidad internacional. Maduro se levantó de la mesa cuando fue detenido Álex Saab, después extraditado a Miami, donde una corte lo acusa de ser el testaferro del presidente venezolano. Ahora, todo está preparado para que esa negociación se reactive y sea fructífera. Maduro, hasta hace poco encerrado en palacio y ahora visible ante el resto el mundo, lo tiene en su mano.

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