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El gobierno nacional y los gobiernos municipales parecen decididos — en el tema bomberos– a esperar que le roben para poner candado.

Altice

El interés de los políticos dominicanos por los bomberos se limita a dictar leyes, decretos y reglamentos. Pero con la habitual maña que arrastramos desde la colonia: la Ley se acata, pero no se cumple. Y no se cumple, en este caso, por los presupuestos de miseria que gestionan los ayuntamientos.

Pongamos por caso a uno de los gobiernos del Dr. Leonel Fernández Reyna. En el 2006 dictó el decreto No. 316-06 que establece el Reglamento General de los Bomberos. El mandato de Fernández crea, en su artículo 19, la Unión Nacional de Bomberos. “Los Cuerpos de Bomberos se integran en la (…) UNABOM, la cual tendrá un enlace desde la Secretaría de Interior y Policía”, dice.

El artículo 20, de dicha orden ejecutiva, establece las atribuciones de la UNABOM. En el numeral 6 dice: “El alto nivel de eficiencia en los servicios que prestan los Cuerpos de Bomberos, queda a cargo de la Unión Nacional de Bomberos”. Luego se supo que las intenciones del León eran tener control total de los bomberos. Al paso del tiempo el reglamento estuvo en desuso, se puso viejo. Como dice alguien, las deudas viejas no se pagan, y las nuevas se dejan poner viejas. Algo que ocurre con demasiada frecuencia con nuestras leyes.

Por tanto, nosotros, los ciudadanos de a pie, debemos exigir al gobierno transferir el 10% del Presupuesto Nacional a los ayuntamientos, tal y como lo establece la Ley. Ésta debería ser condición suficiente para lograr una mayor inversión en los bomberos y la dotación de equipos modernos. La transferencia a las instituciones edilicias del país ni siquiera llegan al 4% del Presupuesto Nacional. El pírrico porcentaje representa una franca violación a la Ley que ordena transferir el 10% del presupuesto.

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El 10% del Presupuesto Nacional, le abriría cancha a la Liga Municipal Dominicana para desarrollar programas de apoyo técnico dirigido hacia los bomberos, en especial, a los de los municipios más pobres. Ahí jugaría un papel muy importante la Federación Dominicana de Municipios. Y cuando todo esto se cumpla, debería abordarse, a su vez, una alianza estratégica con los empresarios, comerciantes y la cooperación internacional. El objetivo primordial de este ambicioso programa sería gestionar recursos: primero económicos y segundo técnico-profesional, porque las necesidades de los municipios del país son tan amplias y urgentes que ni siquiera el 10% garantiza el flujo de recursos hacia los bomberos que nos merecemos.

En la actualidad el salario de los bomberos de Santiago oscila entre 9 mil hasta 20 mil pesos mensuales. Los del Distrito Nacional cobran menos. Solo imaginar cuánto cobran los bomberos de los municipios pequeños mete miedo. Y así le exigimos a ese cuerpo de servicios público capacidad, eficiencia y entrega.

Se recuerda el fuego que consumió más de cien viviendas en el Callejón de El Ejido el 2 de agosto del año 1975. Los que habitaban las casuchas quedaron sin techo, vestido y alimentación.

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Pero no hay mal que por bien no venga. El gobierno los reubicó en la zona oeste de Santiago. La sabiduría popular llamó Cienfuegos –un nombre sonoro y oportuno–, a la nueva comunidad. Cienfuegos se convirtió en el Distrito Municipal Santiago Oeste.

Mientras tanto, los incendios siguen devorando inmuebles y cobrando vidas. Los veganos vieron espantados como las lenguas de fuego engullían La Casa Mora, una de las tiendas más ancestrales y emblemáticas de La Vega. El siniestro sucedió el 27 de octubre pasado. Tres bomberos murieron mientras intentaban salvar el edificio. Pero el techo ardiendo se le vino encima.

El fuego acaloró las voces de los sectores económicos y políticos del país. Exigen bomberos de mejor capacidad, mejor entrenamiento y mejores equipos. Claman por la intervención del gobierno. Minimizan el rol de los ayuntamientos. Pero nadie se mete la mano en el bolsillo.

Los cuerpos de bomberos son un asunto de Estado. Su trabajo tiene que ver con la seguridad nacional y ciudadana. Es tiempo de tener cuerpos de bomberos profesionales a todo lo largo y ancho del país. Es tiempo de hacer que el oficio de bombero sea un sueño sostenible para cualquier joven que quiera aportar en la construcción de un mejor país.

¿O acaso hay que esperar a que los bomberos sigan cayendo aplastados en el afán de salvar los bienes y vidas de sectores indolentes que sólo recuerdan a Santa Bárbara cuando truena?

Por Miguel Ángel Cid Cid

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Twitter: @miguelcid1

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