«Esa mentira no es verdad». Dicho popular
Por: Agustín Perozo Barinas
Se abre el telón:
Proemio: https://youtu.be/M2c_725-PSg
Observe por unos segundos la foto adjunta en este artículo, tomada en Zambia en octubre del 2021 por Igor Altuna, y luego reflexione.
¿Qué impresión le causa? ¿Podría demoler algún tipo de sentimiento elevado producto de la espiritualidad? La cría aferrándose a su madre ya muerta que era su refugio, su protección, su alimento. El destino de la cría fue más traumático, como se puede inferir por la imagen misma.
La naturaleza es como es: «Los fenómenos están en relación de forma causal». Eventualmente, también el leopardo será devorado en su momento, o por otras fieras salvajes, o por gusanos, insectos y microorganismos en un estado final de descomposición.
Los humanos (de ‘hummus’, tierra), causamos esa impresión de crueldad cuando matamos, robamos o mentimos. Y no nos referimos a robar y matar un pollo, sino a nuestros propios semejantes. Nuestra capacidad de matar, robar y mentir a gran escala es impresionante. El dolor resultante lo sabe todo aquel con sensibilidad social, sin importar su ideología política o doctrina religiosa.
Volvamos a la cría. Otro fotógrafo, Hendri Venter, comentó: “La naturaleza, tan maravillosa e increíble, también puede ser aterradora, incluso raya en lo atroz, pero esta es la realidad. La vida y la muerte juegan en todas nuestras vidas”.
Antes del desarrollo y masificación de estas tecnologías que interconectan el mundo actual, las informaciones e imágenes nos llegaban en cuentagotas. O, peor aún, nunca llegaban. Muchos podrían sentirse afectados por la imagen compartida pero entre ellos hay quienes son capaces de matar, robar o mentir a su prójimo, sin, o poco, remordimiento.
En la República Dominicana, la mayoría es cómplice y víctima de lo imperante, como son: la inmigración desbordada desde Haití, con cuestionados controles fronterizos y la no aplicación de la Ley 285-04, Artículos 50, 51, 54, 55, 56, 57, 71, 73, 103, 104, 105, 106, 135 y su Reglamento 631-11, y la Ley 199, Artículo 15 y su Reglamento 258-93, por constructores, hacendados, hoteleros, comerciantes, etc., las cuales penalizan contratar ilegales en territorio dominicano; la excesiva deuda pública que va en aumento sostenido; la vigencia de políticos cínicos y perversos con agendas particulares ajenas al bien común, peones del gran sistema financiero; la delincuencia generalizada, en su mayoría jóvenes involucrados; todo ello y más, sumado a un Estado-botín secuestrado por los intereses de turno.
Hay leyes obscenas diseñadas e impuestas como marco legal para justificar robos disfrazados como son las pensiones de marca mayor, y otras, inmerecidas (amparadas bajo la objetable Ley 379-81), y privilegios exorbitantes a funcionarios públicos. ¡Ah, los ventajistas del erario y sus excesos! Esas estructuras de poder se enfrentan concienciando ciudadanos y cada aporte es “un tesoro en el fortuito cambiar de los tiempos”, parafraseando Desiderata.
Las reacciones de legítima duda contra el sistema y la rebeldía necesaria para enfrentarlo son escasas y dispersas. La idea de un infierno purificador no asusta, pues, se argumenta, que las memorias todas se eliminan con la muerte. Se ha liberado el mal sin impedimento moral alguno. Se ha degradado el sincero vínculo con la espiritualidad. Como comentó en una entrevista el Papa Francisco: “Esta es una iglesia de pecadores y cada uno debe conciliar su postura ante el Señor”. La carencia de frenos morales migra hacia un desmadre colectivo.
Luego de una pandemia global que se esperaba fuera aleccionadora nos embarcamos en otra guerra brutal en Europa con amenazas nucleares incluidas. El hambre resultante por los picos inflacionarios en los alimentos (y prácticamente todo), de por sí es un crimen a escala mundial.
Todo el que mata, roba o miente, descarada o sutilmente, sabe que lo hace, a menos que sea un loco clínico. Todo el que defiende, proteje y justifica al ladrón, al asesino o al mentiroso, es un patrocinador amoral, sin peso moral alguno ni para abrir la boca, y este sí tiene su mente y juicio “operativos”. Dijo San Bernardo de Claraval: «La culpa no está en el sentimiento, sino en el consentimiento».
Muchos analistas encubridores, muy activos en los medios de comunicación, parecen más bien procesadores de datos que fuentes de nuevas ideas, sin propuestas frescas, que solo plantean desgastados recetarios disponibles en Google o ChatGPT. En las redes encontramos su justo anillo, -del latín ānulāris, derivado de ānulus, ānulī (“anillo para el dedo”), a su vez de ānus, ānī (“anillo”, “ano”), y lleva grabado en letras muy diminutas lo siguiente: «No eres profundo, no eres intelectual, no eres artista, no eres poeta, no eres filósofo, no eres ideólogo, no eres crítico, no eres científico, solo tienes acceso a la Internet».
Los que no somos santos, ni lo parecemos, ni pretendemos serlo, los señalamos como apandillados de los peores intereses en nuestras sociedades, tratando, in perpetuum, de influenciar y moldear la opinión pública: los resultados hablan por sí solos. Pero las sociedades van despertando por vía de sus bolsillos, primeramente.
El sociólogo dominicano Nelson Medina Nina recalcó: “La democracia, la justicia y la ley, en esta sociedad, constituyen la más vil mentira: son un sofisma”. Esta opinión de Medina subraya lo que en sociología se llama objetividad, que no es más que todo aquello que existe, independiente de nuestros valores, creencias, intereses e ideología.
Entonces, ¿tenemos una democracia o una cleptocracia? El BID advirtió que en la República Dominicana se perdieron en el 2018 RD$168 mil millones, equivalente al 3.8 % del PIB en ese momento; el BM y el Oxfam dijeron que en el 2019 fueron RD$141 mil millones; el Foro Económico Global colocó al país en el octavo lugar en el ranking de corrupción en el mundo y el quinto en América Latina. En la «Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano» de 1789, se dice que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del hombre, son las causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos.
Dos caminos siempre abiertos, el bueno y el malo: así tan simple. Hace casi dos mil años Séneca escribió: «Lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad». Dos milenios después y aún no aprendemos la lección.
Se cierra el telón:
Vemos crías de leopardo que también son devoradas por otros depredadores. El ciclo de la vida y la muerte se perpetúa y bailamos todos la melodía impuesta:
O Fortuna
Velut luna
Statu variabilis
Semper crescis
Aut decrescis…
Autor del libro socioeconómico La Tríada II en Librería Cuesta.