Por JUAN T H
Estuve viendo al presidente por televisión durante una rueda de prensa para informarle al país sobre los daños causados el disturbio tropical que afectó todo el territorio nacional con más de 400 milímetros de lluvia por cada metro cuadrado, como nunca antes, provocando deslizamientos de tierra, inundaciones, daños inmensos en la agricultura, hogares destruidos, caídas de paredes, como la del paso a desnivel de la 27 de febrero con Máximo Gómez, que produjo la muerte de nueve personas, viviendas devastadas, sistema eléctrico colapsado en muchos lugares, personas desaparecidas, calles anegadas, etc. ¡Un desastre natural, imprevisible en su magnitud, para los que no creen o dudan de las consecuencias del cambio climático y sus consecuencias devastadoras!
Lo mismo ha ocurrido en territorios de Estados Unidos, Francia, Italia, La India, China, Dubái, Corea del Norte, entre otros muchos países del planeta, con iguales o peores consecuencias que en el territorio dominicano. En Corea, por ejemplo, las lluvias provocaron alrededor de 140 muertos. En la República Dominicana unos 30 fallecidos, según los reportes.
De algún modo la tierra se está vengando del daño que la acción depredadora de los humanos le han estado generando durante la “era moderna”, extrayendo sus recursos no renovables como combustibles fósiles, la deforestación, la minería irresponsable, el depósito de plástico en el lecho marino, la caza y la pesca irresponsable, entre otros. ¡La tierra llora!
Les comentaba que viendo al presidente Luís Abinader durante una conferencia de prensa junto con funcionarios de su gobierno, me percaté de las “ojeras” alrededor de sus ojos, fruto, sin dudas, de la falta de sueño, del cansancio o agotamiento por el exceso de trabajo. Supuse que desde antes del “disturbio tropical”, es decir, antes de que lloviera, el mandatario no dormía. Las ojeras, el cansancio, eran notorios. Ha sido de ese modo durante más de tres años. Luís Abinader se ha pasado más de tres años de crisis en crisis; cuando no es una cosa, es la otra, de tal manera que no ha podido tomarse un solo día de descanso, que no ha podido dormir, un solo día durante ocho horas, como lo recomiendan los expertos.
Luís asumió la conducción del Estado en medio de la pandemia del coronavirus. Conseguir las vacunas, inocular a una gran parte de la población, no fue tarea fácil. El costo fue enorme, pero valió la pena. Fuimos de los primeros países de la región y del mundo en abrir puertas y ventanas, recuperar el empleo, el turismo, la economía, etc. Muchos países y organismos internacionales reconocieron el trabajo realizado por las autoridades dominicanas.
No bien salíamos de la pandemia, llegó la crisis económica fruto de situaciones exógenas. La guerra entre Rusia, Ucrania, Europa del Este y Estados Unidos que provocó una inflación enorme en todo el mundo. El presidente, con las medidas adoptadas evitó que la inflación se tragara el país derrumbando los avances económicos logrados. La inflación, producto de las sabias medidas adoptadas, no se desbordó, garantizando así la producción alimentaria, la estabilidad política y la gobernabilidad.
A los problemas generados por la guerra llegaron los ciclones, las vaguadas, las tormentas, etc., para lo cual hubo que buscar recursos millonarios para socorrer a los damnificados. Llegaron las lluvias del 4 de noviembre del año pasado arrasándolo todo. Otra vez hubo que buscar miles de millones de pesos para los afectados en subsidios. La mano amiga y solidaria del gobierno ha estado presente en cada momento.
La crisis -gravísima- con Haití, que obligó al gobierno a construir un costoso muro fronterizo, no se puede obviar. Haití es, quizás, el principal problema del pueblo dominicano, que debe ser enfrentado y solucionado en el menor tiempo posible por ser nuestro vecino y el segundo socio comercial del país.
Ahora, casi al “echarse las palomas” de la temporada ciclónica, llegó lo imprevisible; lo que nadie esperaba, lo fatal, previo a las fiestas navideñas, cuando pensamos en un respiro, en una tregua: las lluvias del fin de semana pasada. ¡Un verdadero desastre! ¡Una tragedia más, con sus muertos, sus desaparecidos y sus devastaciones! Durante dos días el país prácticamente colapsó. Sin embargo, el gobierno completo, se puso en marcha. Todos los funcionarios, desde el más pequeños, hasta el más grande, encabezado por el presidente Abinader, se puso a trabajar arduamente para resolver los problemas causados por más de 400 milímetros de lluvia por metro cuadrado, algo sin precedentes en el país. No se podía perder ni un minuto de tiempo. Levantar el país, como el ave fénix de sus cenizas, fue la primera misión del gobierno del presidente Luís Abinader. No decirlo es una mezquindad, no admitirlo, es una insensatez politiquera.
Luís Abinader se ha convertido experto en el manejo de crisis. Ha tenido que enfrentar una tras otra durante más de tres años. Y lo ha hecho con éxito, algo que el pueblo le reconoce, como bien lo establecen todas las encuestas, sin darse el lujo de dormir y descansar, porque el país está por encima de todo, incluso de su familia y de su salud personal.
Las ojeras del presidente hablan por sí mismas.