En un abierto desafío al Todopoderoso, la Iglesia Católica igualó a Dios y el dictador. Viene la pregunta de si un tirano que fue santificado, va al infierno. Y si va al infierno, dónde va la iglesia que lo igualaba a Dios.
Pues, ¡Rompan fila y viva el jefe! ¡Mis mejores amigos son los hombres de trabajo! ¡En mí casa Trujillo es el jefe! ¡Dios manda en el cielo y Trujillo en República Dominicana!
Eran de las frases que identificaban al régimen. En los hogares y a la entrada de las grandes ciudades había un letrero que oraba: ¡Dios y Trujillo! ¡No soy tan malo como dicen mis enemigos, ni soy tan bueno como dicen mis amigos!
A propósito del culto al personaje mesiánico, a la reencarnación de Dios, don Mario Read Vittini describe en su libro “Trujillo de Cerca” que hubo campesinos que tenían fotos de Trujillo en un altar, al que adoraban, le prendían velas, se le arrodillaban, rezaban pidiendo milagros. En ese ruego al “dios Trujillo” les pedían los números que iban a salir en la lotería.
Solían soñar con Trujillo y jugaban el 24, que es su fecha de nacimiento. No nos queda claro si “San Trujillo” respondía a las oraciones o los milagros que llegó a hacer.
En algunas parroquias entonaban canciones a “San Rafael”, refiriéndose al santoral (el Santo Rafael) o el día que nació Trujillo (que se llamaba Rafael). Nació el 24 de octubre de 1891. Lo único que faltaba era que dijeran “San Trujillo”, pero lo acomodaron y decían “San Rafael”.
Hay historiadores que afirman que al año se hacían alrededor de 5 mil misas dedicadas a Trujillo. Es una cantidad exagerada, debido a que es un país pequeño y de una población rural y reducida. Pero todo el que profesaba algún tipo de creencia (santeros, adivinadores, hechiceros o brujos) era devoto del dictador.
Él no era sólo dueño de los curas y los feligreses de las misas o de los brujos y sus discípulos, sino que el Vaticano le impuso la condecoración de San Gregorio Magno (El Grande). Por esto tenían razón cuando los seguidores del dictador decían: “Trujillo el Grande”.
Dios hizo justicia
Un escrito de Diario Libre (11 / 06 / 2011) dice que Trujillo era el “Heraldo de una Verdad Superior que se hizo endiosar por sus cofrades con títulos y elogios para hacerle creer al pueblo que era la encarnación de Dios”. Indica que Trujillo hasta pretendió ocupar el sitial de Dios, “cuando plasmó esa blasfemia en la placa de metal que obligatoriamente había que comprar y colocar en la entrada de todos los hogares, la cual tenía impresas estas palabras: Dios y Trujillo».
Y sigue diciendo que por ventura del pueblo dominicano, este tirano que nunca admitió ser una frágil criatura olvidó, que «la contabilidad del Altísimo no solamente es justa, sino que lleva sus libros exactos»; y por eso, no murió en su cama; ni como César, «en las escalinatas del Senado,» sino, que fue «ajusticiado a la orilla del camino como un bandolero cualquiera,» en cumplimiento a lo dispuesto en el idóneo juicio del Profeta Isaías que aparece en el capítulo 40, versículos 23 y 24: «Dios convierte en nada al poderoso y hace desaparecer al que oprime a su pueblo, que para él, es como una planta tierna recién plantada, como si su tronco nunca hubiera tenido raíz en la tierra, a la que sí sopla se marchita, y el torbellino se la lleva como hojarasca».
Por Roberto Valenzuela