Pese a las resistencias por las preocupaciones sobre la privacidad, la Unión Europea avanzó este miércoles 28 de junio para lanzar una versión digital del euro, un proyecto que también analizan potencias económicas como Estados Unidos y China
Europa ha decidido echar mano del talento de Seattle para dar forma a un objetivo tan ambicioso como delicado y exigente: dotarse de su propia moneda virtual. En plena “fase de investigación” para definir las líneas maestras del “proyecto” de euro digital, el Banco Central Europeo (BCE) ha optado por apoyarse en cinco socios externos para el desarrollo de prototipos de interfaces de usuario. La idea: beneficiarse de su rodaje durante parte de la travesía y acumular experiencia.
Entre esa media decena de colaboradores figura el titán del comercio electrónico Amazon.
Cinco socios para avanzar en el camino. Eso es más o menos lo que acaba de hacer el Banco Central Europeo: escoger a cinco colaboradores para que lo acompañen durante parte del camino, una etapa inicial aún del proceso que le permitirá recabar datos y experiencia. El objetivo, en palabras del propio BCE, es “desarrollar posibles interfaces de usuario del euro digital”.
La lista de seleccionados acaba de publicarse, pero el proceso arrancó hace meses, con una convocatoria lanzada en abril que ha permitido al organismo escoger entre 54 proveedores front-end. A la hora de decantarse por unos u otros, los responsables del organismo europeo se han fijado en sus “capacidades específicas” para asumir las tareas que les tocarán cumplir ahora.
Y los afortunados son… Pues cinco empresas que, mano a mano con el equipo del BCE, se centrarán en diferentes aspectos que podría afrontar el euro digital. A Amazon le corresponderán los pagos de comercio electrónico, pero hay tareas igual de relevantes que el BCE ha asignado a otros colaboradores. La española CaixaBank se centrará en los pagos en línea peer-to-peer —el también conocido como P2P, persona a persona—, Wordline de los pagos off line peer-to-peer y EPI y Nexi en los pagos en puntos de venta en función de si los inicia el pagador o quien recibe los fondos.
¿Qué significa la selección? Que el BCE sigue avanzando en su estudio sobre una posible implantación de la moneda digital. “El objetivo de este ejercicio es poner a prueba la integración de tecnología de un euro digital con los prototipos desarrollados por las empresas”, aclara el organismo, “las transacciones simuladas se iniciarán utilizando los prototipos de front-end desarrollados por las cinco empresas y se procesarán a través de la interfaz e infraestructura back-end del Eurosistema”.
Los prototipos no se reutilizarán en fases posteriores, pero desde Frankfurt insisten en que el ejercicio resulta “importante” para la investigación. El Banco Central confía en completar el ejercicio durante el primer trimestre del año que viene. Cuando eso ocurra, publicará sus conclusiones.
Despacito y con buena letra. Poner en marcha un euro digital no es una tarea sencilla y en Frankfurt lo saben. De ahí que el Banco Central Europeo haya optado por avanzar paso a paso, aunque con un calendario más o menos esbozado: tras los primeros trabajos de experimentación impulsados por los bancos centrales nacionales de la zona euro y el propio BCE, en julio de 2021 acordó poner en marcha “la fase de investigación del proyecto de euro digital”.
El objetivo: “definir el diseño más adecuado, asegurar que satisface las necesidades de los usuarios” y estudiar cómo los intermediarios financieros pueden incorporarlo a sus propios servicios.
Prioritario, pero con cautelas. El objetivo del Banco Central Europeo es que los trabajos de la etapa actual hayan concluido en aproximadamente un año, antes de finales de octubre de 2023. Con las conclusiones y datos ya sobre la mesa le corresponderá al Consejo de Gobierno decidir si se pasa o no a la siguiente fase, que duraría aproximadamente otros tres años y se centraría en el “desarrollo de servicios integrados”, lo que incluiría también pruebas y experimentos reales.
“El euro digital es una cuestión prioritaria, pero necesitamos tiempo”, recalca.
¿Y para qué un euro digital? Para adaptarnos a un escenario que poco tiene que ver con el de hace 20 años. Cada vez utilizamos menos dinero en efectivo y optamos por otras formas de pago: tarjeta, transacciones de comercio online y nuevas soluciones, como Bizum o Twyp. Ocurre aquí y en otras partes del mundo. En Frankfurt no se les escapa ese cambio de hábitos y, aunque recalcan que el euro digital no aspira a sustituir a las monedas y billetes de toda la vida, ofrecerá “una respuesta a la creciente demanda de los consumidores de pagar digitalmente, de manera rápida y segura”.
Muchos retos, muchas oportunidades. Poner en marcha el sistema no resulta sencillo y requiere afrontar desafíos de calado: ¿Cómo se blindará de amenazas tecnológicas? ¿Qué supervisión exigirá del BCE? ¿Podría afectar a la rentabilidad de los bancos comerciales? Anticipándose a parte de esos retos, el BCE recuerda que, si finalmente sale adelante, se trataría de una herramienta pensada principalmente como medio de pago: “no debería convertirse en un instrumento de inversión”.
Las ventajas también son evidentes. Al margen del cambio de hábitos de los propios ciudadanos, el dinero en efectivo acarrea costes de emisión y obliga a las autoridades a luchar contra el riesgo de las falsificaciones. Quizás la principal ventaja de la moneda digital sea, sin embargo, que ofrece una alternativa respaldada por el BCE a las stablecoins y criptoactivos, garantiza el control del dinero en circulación, fomentaría una mayor digitalización y prevendría el uso de monedas digitales de otros países embarcados ya en el desarrollo de sus propios activos virtuales, como China o EEUU.