VISIÓN GLOBAL
La semana pasada el presidente de la Cámara de Diputados, Alfredo Pacheco, y el legislador Pedro Botello se enfrascaron en un feo incidente en el cual descendieron a los callejones barriales donde se escuchan los improperios más soeces y las descalificaciones más impensadas.
Quienes estuvieron como testigos, tanto legisladores como espectadores, concuerdan en que Pacheco se dejó provocar por las majaderías del diputado de La Romana, y en el calor de esa discusión sin sentido, olvidó su condición de presidente de una de las ramas del primer poder del Estado.
Consciente del error en que había incurrido, Pacheco emitió una declaración en la que se disculpaba con el país por participar en semejante espectáculo.
En ese sentido, el diputado por el Distrito Nacional—un veterano político y diestro en los vericuetos a veces sombríos del Legislativo—recuperó la solemnidad de su investidura y puso distancia de su momentánea incursión en el “callejerismo conspicuo” de Botello.
Este legislador del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) se ha convertido en una pieza de escándalos en el Congreso Nacional, luego de constituirse en una especie de Robin Hood de los trabajadores, a los que considera despojados de sus derechos, cuya representación en la lucha por el 30% de los fondos de pensiones se ha arrogado sin delegación formal.
Ha recurrido a todos los métodos, desde el civilizado, que consiste en tratar de convencer a sus compañeros de las bondades de su iniciativa, hasta encabezar una turba que apedreó el ala senatorial del Palacio del Congreso Nacional, provocando serios destrozos a la sede legislativa.
Todo esto después de dirigir manifestaciones por distintas ciudades en medio de la crudeza de la pandemia de coronavirus, extremismos que fueron tolerados por las autoridades en atención al derecho a la movilización que la Constitución de la República garantiza a todos los ciudadanos.
La cruzada de Botello por el 30% de los fondos de pensiones para los trabajadores tiene un año sin haber podido lograr su propósito, lo que significa que ese reclamo—valedero y justo en su momento—ha perdido sentido con el discurrir del tiempo.
En ese lapso el legislador no pudo convencer a sus compañeros y aquellos líderes políticos, sindicales y sociales que estuvieron de acuerdo en un principio, han puesto distancia de la “redención botellista”, al caer en la cuenta de que eso no será viable, al menos en las actuales circunstancias.
¿Cuál sería la próxima embestida del legislador en el futuro inmediato? Por lo que se ha visto de su accionar, cualquier travesura es posible.
Por Nelson Encarnación