La posición adoptada por el presidente Abinader frente a Haití es la de un estadista atento a la seguridad de su pueblo y a la soberanía de la nación.
La situación de Haití en estos momentos es calamitosa: escasez de alimentos, escasez de combustible, bandas armadas dominando amplios sectores de la capital, Puerto Príncipe, y zonas aledañas. El caos predomina. La autoridad no tiene el control del país, ni hay institución que funcione. Ante este panorama tan poco atrayente, se alza la voz de nuestro presidente en la tribuna de las Naciones Unidas y clama porque la comunidad de naciones vaya en auxilio de Haití.
La respuesta a este dramático llamado del presidente dominicano la hace un funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos al afirmar, que la comunidad internacional no va a intervenir en ninguna forma en Haití y que corresponde a ese país resolver su problema de seguridad.
Tamaño almendrón. Ahora resulta que los que por siglos explotaron las riquezas haitianas y llevaron allí la miseria y la esclavitud, se lavan cual Pilatos las manos y se alejan mirando para otro lado, como si lo que ocurre en Haití no fuera de su incumbencia.
Ante esa respuesta profundamente peligrosa y llena de sospechas, el gobernante dominicano, que no es tonto ni quiere que lo agarren asando batatas, ha respondido disponiendo medidas migratorias adicionales a las existentes y enviando fuerzas de elite de las Fuerzas Armadas a vigilar los puestos claves de la línea fronteriza para evitar infiltraciones que podrían poner en peligro nuestra seguridad.
Cuando el colapso total de Haití ocurra, quizás en unas cuantas semanas o menos, nuestro país tiene que estar preparado para enfrentar un posible desbordamiento poblacional de nativos haitianos hacia los pueblos fronterizos, lo que, a mi juicio, esta siendo alentado por la llamada “comunidad internacional” para que se produzca una masacre fatal y ellos, entonces, entrar como pacificadores y presentar la unificación de la isla como la solución al drama humano provocado por ellos mismos. Crearían centros de acogida de refugiados haitianos en la frontera para ser mantenidos con recursos que esos países aportarían mientras dure el periodo de integración a nuestro país.
Los genios que crearon esa solución para Haití pasan por alto la realidad de que de este lado de la isla hay una población que ha sido siempre solidaria con la nación vecina y lo ha demostrado estando a su lado en los peores momentos en que la naturaleza les ha golpeado fuertemente, de igual manera hemos tolerado con paciencia una inmigración agresiva que trata de imponer sus costumbres y creencias en los lugares donde se apacientan.
Pero de solidaridad y paciencia a invasión dirigida en busca de unificación, hay un buen trecho, si lo intentan, van a encontrar a un pueblo dispuesto entregar hasta su vida si fuere necesario para evitar la ocurrencia que planean esa llamada comunidad internacional.
No es verdad que los dominicanos nos quedaremos tranquilos mirando como millones de haitianos son asentados en nuestros pueblos desalojando a los dominicanos bajo el amparo de banderas extranjeras.
La historia de lucha de nuestro pueblo es única en América, las potencias de la época no pudieron con un pueblo decidido a forjar su destino, y ni siquiera un tirano sangriento ni las invasiones norteamericanas que tuvieron que poner en tierra a 42 mil marines mancillando la soberanía nacional, pudieron con el orgullo patrio de los dominicanos y sufrieron cuantiosas pérdidas de vidas por la fiereza de los patriotas de Abril.
Lo que procede no es invadir nuestro país para unificar la isla, lo que procedente es la creación de un fideicomiso a treinta o cuarenta años en que el participen varios países y lo administre las Naciones Unidas, desarrollando un plan que refunde la nación haitiana sobre las bases de la educación y el trabajo.
El presidente Abinader a dado muestras fehacientes de su disposición a defender la dominicanidad y bajo esa tesitura tiene el respaldo de todos los dominicanos, sin importar banderías políticas ni credo religioso.
La irresponsabilidad manifiesta de la llamada comunidad internacional tiene que ser enfrentada por todas las fuerzas democráticas aglutinadas en los países donde el destino de Haití, importa, y mucho, porque el mismo está ligado al de nuestro país, una nación que se ha esforzado hasta el límite en la búsqueda de su desarrollo y el bienestar de su gente y lo logrado hasta ahora, faltando mucho por hacer, no puede ser entregado graciosamente al país vecino que no tiene tradición de conservación ni de vida democrática.
Los que están inventando con loa unificación haría bien desechar esa idea y colocarla en la isla del olvido. En esta, no pasará.
Por Luis González Fabra