Carlos III, con una popularidad inferior a la de su madre y su primogénito, se enfrenta a las comparaciones y recelos, mientras la flamante primera ministra, Liz Truss, sufre el rechazo de un país que se acerca a la recesión
Al glosar las fortalezas de Isabel II, la nueva primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, hacía un retrato en negativo del país que deja detrás de ella la monarca fallecida y llorada. “Fue la roca sobre la que se construyó la Gran Bretaña moderna. Nuestro país ha crecido y florecido bajo su reinado”, afirmaba Truss ante la puerta del 10 de Downing Street, que apenas había atravesado ella misma 48 horas antes. “En las duras y en las maduras, la reina Isabel II nos proporcionó la estabilidad y la fuerza que necesitábamos”, concluía la política conservadora.