La enseña estadounidense no es la única que se resiente ante el cambio de mentalidad: las nuevas generaciones ya no quieren moda de usar y tirar
Durante años, la ropa de Forever 21 ha sido el uniforme habitual de las asistentes a cualquier festival de música. La marca de moda rápida y asequible para todos los públicos –con vestidos por 20 euros o crop tops por 5– ha competido con la sueca H&M o la española Inditex en la misma franja de mercado con un aire boho marcado por ese espíritu estadounidense que tan bien casa con las stories al estilo Coachella. Hoy, según informa The Wall Street Journal, Forever 21 se ha declarado en bancarrota y la razón puede servir de aviso a la industria de la moda low cost: los jóvenes ya no están interesados en un modelo de consumo tan poco sostenible.
Forever 21 se declaró oficialmente en bancarrota este domingo tras varios meses de especulaciones. Como consecuencia, la marca que cuenta con 800 tiendas alrededor del mundo y más de 500 en Estados Unidos, cerrará 350 de ellas. Aunque seguirá operando en México y América Latina, la firma quiere centrarse principalmente en el mercado estadounidense. La empresa ha presentado una solicitud de protección de quiebra, permitiéndose así mantener el control y posesión de sus bienes mientras se lleva a cabo la reorganización.
La marca estadounidense vivió su época de esplendor al comienzo de este nuevo siglo al unirse al modelo de Zara y H&M para ofrecer piezas inspiradas en las de los grandes diseñadores a precios asequibles e importarlo a Estados Unidos. La bancarrota, tal y como apuntan en un extenso artículo en The New York Times, tiene que ver con el cambio en la manera de consumir de sus clientes habituales –mujeres jóvenes– que no compran tanto en tiendas de cristal y ladrillo. Forever 21 no fue lo suficientemente rápida ante la llegada de gigantes de la compra online como ASOS, perdiendo su parte del pastel al centrarse más en abrir tiendas físicas en grandes superficies de los Estados Unidos.
Pero el motivo más llamativo no tiene tanto que ver con la forma de consumo, sino con el cambio de mentalidad: según informan los analistas, la marca no ha sabido anticiparse y adaptarse a la creciente preocupación de los jóvenes por llevar una vida más sostenible. Los consumidores más jóvenes tienden a sentirse más atraídos por marcas que llevan la sostenibilidad por bandera, según informa el artículo de The New York Times. Comprar ropa de segunda mano o alquilar parte del armario son también tendencias en alza entre muchos consumidores.
El caso de Forever 21 es el mejor ejemplo de un negocio que parecía inagotable y que erró al tomarle el pulso a su propio público, pero no es el único: H&M también anunció, después de acumular en el año 2018 4.300 millones en stock sin vender, el cierre de 180 tiendas. En un artículo de Forbes titulado Cómo el cambio en las tendencias de consumo puede afectar a los líderes del fast fashion, el experto en el sector del retail Sanford Stein no plantea un futuro halagador para las firmas que llevan años dominando el mercado de la moda: «No es ningún secreto que la moda rápida ha sido responsable de un nivel catastrófico de contaminación ambiental. El trío del uso de materias primas, la contaminación del agua y las emisiones de gases de efecto invernadero son solo una parte de la historia. Puede que lo peor no sea solo que el comportamiento circular de comprar, usar y tirar repercuta en los vertederos y se convierte en una importante fuente de CO2: además, la moda rápida ha desempeñado un papel muy oscuro al contribuir al tráfico de trabajo forzado», apuntaba el experto.
Frente a ello, los millennials y la Generación Z lo tienen claro: mejor dejar de consumir o, al menos, hacerlo de una manera más responsable. La preocupación por el daño ecológico no solo afecta al reciclaje o al consumo de carne, sino a cualquier forma de consumo.
¿Necesito esto?
Comprar ropa de segunda mano, reutilizar prendas, intercambiar, donar o alquilar han pasado a convertirse en actos políticos. En un reportaje de The Guardian en el que la periodista charló con mujeres que habían decidido dejar de consumir moda, la tendencia no solo se muestra en alza, sino que muestra signos de perpetuarse al no tratarse solo de una decisión temporal, sino de un cambio total en el estilo de vida. «Creo que debes pararte y pensar: ‘¿de verdad necesito esto?’», recomendaba una de las mujeres entrevistadas.
Si, como dice el viejo dicho, «quien paga manda» las firmas de moda low cost deberán escuchar a sus compradoras para intentar hacerse con su dinero. Algunas de ellas, mediante colecciones ecológicas, parecen estar respondiendo a los nuevos mandatos de sostenibilidad, pero las consumidoras jóvenes y sobradamente informadas no se van a contentar con migajas, del mismo modo que tampoco van a abrazar la marca McDonald’s por el hecho de ofrecer una opción vegetariana en su menú.
El hecho de que estas dos generaciones sean también las que tienen mayor inestabilidad laboral y precarización de salarios las convierte en personas más cuidadosas a la hora de decidir en qué gastan su dinero. Al final todo se reduce a la pregunta «¿Necesito esto?». Y una prenda de poca calidad con un diseño que dejará de llevarse en menos de una temporada no parece un artículo necesario. elpais.com