En sus cartas fundacionales, los partidos políticos dicen representar los intereses de la nación. Afirman defender los ideales de libertad, democracia y los derechos humanos. Pero en la hora decisiva se aferran a los intereses de sus cúpulas dirigenciales, acumulan poder y amasan fortunas. Es como decir que llegan vistiendo chancletas samurái y luego se pasan a Louis Vuitton.
Los peledeistas creen que, con su obra de gobierno de veinte años, honraron el compromiso constitutivo –culminar la obra de Duarte–, consignado en sus estatutos. El PLD cumplió tan bien su misión que las fortunas acumuladas por la cúpula dirigente alcanzan para saciar la pobreza del pueblo haitiano. Hubo compañeros que sus ahorros sobrepasan los 32 mil millones de pesos; otro supera los 23 mil millones; otro con más de 16 mil millones de pesos.
El más pobre de los principales líderes morados tiene una cuentecita bancaria por encima de los 2 mil millones de pesos. Pero cuidado, no se puede pecar de injustos. Una cuota de peledeistas millonarios repentinos abandonó la gallina de los huevos de oro y fundó la Fuerza del Pueblo, llevándose, de paso, todos los huevos que pudieron.
Esos pueblistas se perciben como los únicos defensores de la democracia y la transparencia. Estos no sólo se creen los continuadores de Duarte, sino que se presentan como la reencarnación misma del ideal Trinitario.
Bien es cierto que el prócer Juan Pablo Duarte devolvió el dinero sobrante de los viáticos para cumplir una misión en el sur del país. Los tránsfugas rememoran la historia, pero se cuidan de no cometer el mismo error.
Entre los afortunados de la Fuerza del Pueblo hay quienes son tan precarios que sus ahorritos no alcanzan los setecientos millones de pesos. Pero hay pueblistas que amasan una friolera con más de 12 mil millones. Otro solamente acumulo 11 mil millones. Hubo dos de ellos que se quedaron en la miseria. El primero tiene 5 mil millones y, el segundo, 3 mil. Ninguno desperdicia oportunidad para acusar de ladrones a sus antiguos compañeros peledeistas. El conejo sigue confundido, cree que el orejú es el burro.
Visto, a vuelo de pájaro, éste inventario, se puede afirmar con Joaquín Balaguer que “este es un país rico pobremente administrado”. Pero visto desde el espejo de los partidos políticos la gestión de gobierno ha sido más que eficiente. Si no, pregúntele usted, amigo lector, a los trescientos millonarios que hizo Don Elito.
¿Acaso no fue el mismo Balaguer-PRSC que fue sacado del gobierno por criminal y ladrón? Así es. Pero ocho años después regresó como padre de la democracia y se terció la ñoña por un decenio completito. ¿O no fue el PRD, hoy PRM, que subió en 1978 y cayó en 1986, señalado como lo peor del país? Si, es cierto. Pero ganaron otra vez en el año 2000 y ahora de nuevo, pero como los espías, con otra identidad.
Los perremeistas, por ejemplo, aseguran que harán honor a su nombre. Es decir, van a modernizar el país. Se presumen, en esencia, los depositarios del cambio. Y es verdad que “todo cambia, excepto el propio cambio”. Pero de la afirmación de Heráclito, el PRM solamente acoge la parte final. Hicieron conciencia de que el cambio no cambia. Y ellos son el cambio.
Por Miguel Ángel Cid Cid
Miguel Ángel Cid
Twitter: @miguelcid1