Por Franklin Rosa
En las múltiples comparecencias de Donald Trump, en los medios de prensa, para hablarle a la nación norteamericana sobre el desarrollo de la pandemia, estuvo siempre acompañado por el doctor Anthony Stephen Fauci, asesor del presidente para la pandemia de COVID-19.
El doctor Fauci, es reconocido internacionalmente como una autoridad científica en esta materia, y es director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de EUA; ligado al alto mando de la industria farmacéutica uno de los negocios más lucrativo y que es el destino de los grandes recursos que otorga el Estado norteamericano para la investigación y desarrollo y receptora de miles de millones de dólares para la investigación de la vacuna contra el COVID-19.
El mundo entero veía el espectáculo de esas dos figuras, cuando Donald Trump de manera imponente se colocaba al lado de la frágil contextura del doctor Fauci, y como este señor permanecía estático, inamovible con su carita compungida mascullando su discurso interno altamente científico y escuchando calladamente la bazofia que exponía el presidente Donald Trump.
Las exposiciones mentirosas y banales del presidente Trump comenzaron con que la pandemia era un cuento Chino que era imposible que pudiera afectar a los EUA; cuando comenzó a afectar seriamente a la ciudad de New York acusó a las autoridades demócratas de atentar contra la actividad productivo cuando ordenaron la cuarentena en toda la ciudad; hablo largamente sobre el uso del claro, de la hidroxicloroquina para matar el virus, y dijo que en el verano la pandemia milagrosamente iba a desaparecer; rechazo siempre el uso de las mascarillas y convocó a sus seguidores a manifestarse en contra de todos los protocolos de bioseguridad contra la pandemia.
Durante todas estas peroratas de mala muerte y oscuros presagios, llenando de mentiras y desinformación al pueblo norteamericano, el doctor Fauci permanecía como un alfiler con la cabecita escondida al lado del presidente Trump, escuchando impasible todas las barbaridades anticientíficas que se le antojaba, y su rostro impávido, inmutable, no pestañaba frente a los absurdos disparates del presidente.
La cachaza del doctor Fauci, su paciencia y su capacidad de aguante le permitieron permanecer en el cargo, y no ser barrido por los desvaríos y exabruptos del presidente.
Con la derrota de Trump, el pueblo norteamericano le quitó el bozal al doctor Fauci , esta liberado, es un hombre nuevo, ha nacido la ciencia, ha nacido el científico y el mismo expresó: “Dejar que la ciencia hable”.
Este minúsculo personaje con cerebro privilegiado y que ha medrado como asesor presidencial de los últimos 7 presidentes de los EUA, los trumpistas, aficionados a las teorías de la conspiración, lo ven como una pieza clave del Estado profundo que quieren juntos a Bill Gates y George Soros una gobernanza global, reducir la población mundial y colocarle chip con las vacunas a las personas para su control total; acusan a estos individuos de ser los creadores del virus con el financiamiento y el desarrollo del laboratorio Chino de Wuhan especializado en virología y enfermedades infecciosas, para lucrarse y seguir amasando fortuna.
Trump, terminó su larga carrera de desaciertos, acusando a China de la responsabilidad de la pandemia; acusando a la OMS de colusión con China, retirándose de ese organismo internacional y negándole la ayuda económica.
Toda esta lucha estéril, que libro Trump, estuvo a su lado al apacible personaje del doctor Fauci, que en muy pocas oportunidades contradijo las palabras del Gran Titán Patriota Donald Trump.
El nuevo hombre liberado el doctor Anthony Fauci está listo y presto para servirle al nuevo presidente de EUA, y ni tardo ni perezoso ha sido ya confirmado como consejero medico jefe de Joe Biden para el COVID-19.